La recuperación sigue sin llegar a los más desfavorecidos en Gipuzkoa
Cáritas advierte de que emerge la desigualdad: «La realidad de las personas en situación de precariedad no ha cambiado»
Joseba Zubialde
Martes, 14 de octubre 2014, 11:28
«Los datos económicos apuntan a que la situación está cambiando, pero la realidad de las personas que se encuentran en situación de precariedad y vulnerabilidad no lo ha hecho». El diagnóstico de José Emilio Lafuente, secretario general de Cáritas Gipuzkoa, es rotundo. La anunciada recuperación económica contrasta con la realidad social menos visible, la de las personas que más sufren. La pobreza no ha empezado a salir de la crisis.
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El año pasado la oenegé de la Iglesia tendió la mano a 29.306 personas, 225 más que en 2012. En apenas siete años el territorio casi ha doblado el número de personas asistidas, y lejos quedan las 16.000 registradas en 2007. «Tendrá que pasar mucho tiempo hasta que podamos volver a esas cifras», pronostica Lafuente, que observa cómo está aumentando la desigualdad. Los datos resultan aún más impactantes si se extrapolan al resto del Estado, donde la cifra de atendidos asciende a 2.513.563 en 2013, lo que supone un incremento en 608.826 personas respecto al año anterior, tal y como ha resaltado la memoria que la oenegé de la Iglesia ha presentado recientemente.
«Para las personas que acuden a nosotros esos presuntos 'brotes verdes' no han tenido una incidencia en la mejora de su situación», constata Lafuente que, no obstante, confía en que esos signos positivos acaben llegando, aunque tiene claro que «todavía tendrá que pasar mucho tiempo hasta que noten esa situación de mejora económica». «Los primeros en entrar suelen ser los últimos en salir», ha solido decir en referencia a las dificultades para revertir la pobreza.
Esperar para ver la tendencia
Después de varios años de incrementos, por primera vez en 2013 los datos parecieron estabilizarse, lo que puede llevar a la interpretación de que la pobreza empieza a tocar fondo en Gipuzkoa, una afirmación que todavía es pronto para realizar, sostiene Lafuente, que opta por la cautela: «Usar un año para sacar la conclusión de que se está ante una estabilización es muy poco espacio de tiempo». Serán necesarios al menos uno o dos cursos más para «ver la tendencia».
Por el momento, Cáritas Gipuzkoa prefiere no aventurar qué evolución tendrá este año. Lo que sí adelanta Lafuente es que «no parece que haya cambios significativos que nos hayan alarmado sobre un repunte», lo que le lleva a pensar que los registros de este año podrían ser similares a los del 2013.
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La crisis ha ido pulverizando anualmente todos los registros, marcando récords históricos con grandes cifras de paro, pobreza y personas en situación de vulnerabilidad. Ante la posibilidad de que la sociedad tome como normal estos números, Lafuente advierte de que «sería peligroso si acabamos acostumbrándonos a que la situación de pobreza es algo que coexiste con nosotros y que va a estar ahí». Por ello, ve necesario tener una mirada crítica sobre las causas que llevan a esas personas a acabar en esa situación, «porque no siempre son personales».
En los últimos meses, Cáritas Gipuzkoa ha detectado un incremento en un perfil concreto de asistidos. Se trata de personas solas, especialmente hombres, de entre 40 y 55 años, sin empleo y que tienen dificultades para acceder al mundo laboral por su baja formación o por la edad. Se trata de gente que, por lo general, no tiene ningún tipo de adicción y que se han visto abocada a la soledad a consecuencia de una separación, un divorcio o rupturas familiares.
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Este perfil de beneficiarios se uniría a los otros cuatro mayoritarios que reciben ayuda por parte de la ONG. Por un lado, las mujeres solas con cargas familiares. También están las parejas jóvenes con hijos a su cargo, con muchas dificultades para acceder a un puesto de trabajo, por falta de experiencia o formación. Otro de los grupos es el de la personas con ingresos mínimos o nulos y con dificultades económicas. El último grupo lo conforman los desempleados de larga duración, con dificultades para reengancharse al mundo laboral.
Por suerte, la solidaridad es algo que no ha caído en declive con la crisis. «La sociedad guipuzcoana siempre se ha destacado por su generosidad», agradece Lafuente, un rasgo que en época de dificultades económicas «se ha incrementado». En 2013 las donaciones aumentaron en 500.000 euros, lo que permitió que Cáritas Gipuzkoa pudiera destinar 2,8 millones a sus asistidos en el territorio.
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Si algo ha demostrado la crisis es que nadie está exento de sus brutales consecuencias. Personas que hace una década contaban con un empleo, su propia empresa o que incluso gozaban de un poder adquisitivo medio-alto han perdido todo, viéndose en serias dificultades económicas o incluso en la calle.
Eliminar estereotipos
«Tener que acudir a pedir ayuda cuesta, y cuando una persona da el paso es porque está en una situación de dificultad y necesidad», asegura Lafuente, quien recalca que esta situación no es vergonzante, aunque la percepción sea la contraria. Por ello, insiste en la necesidad de eliminar prejuicios y estereotipos. «Eso nos puede pasar a cualquiera», asegura, porque cualquier persona va a necesitar en algún momento de su vida que lo ayuden, sostiene. «No es vergonzante que una persona esté en situación de dificultad».
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En mitad del debate político abierto sobre las ayudas sociales, Lafuente destaca por encima de todo la importancia del sistema de protección social vasco para frenar la pobreza: «Ha sido fundamental para amortiguar los efectos negativos de la crisis y para evitar que la situación de muchas personas no fuera de mal a peor». Insiste en que «todo debate debe ir encaminado a protegerlo, valorarlo y desarrollarlo, porque cualquier recorte irá en contra de las personas en situación de vulnerabilidad». En su opinión, es fundamental conservar un marco legislativo que «nos garantiza derechos como ciudadanos», ya que «puede que hoy no los necesite, pero mañana quién sabe». Pero el secretario general de Cáritas Gipuzkoa elige un mensaje «de esperanza» para terminar: «No podemos quedarnos en el bucle de no ver la salida del túnel».
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