Borrar
Los protagonistas de estas líneas, algunos acompañados por sus hijos, posan cerca de la plaza San Juan de Irun, ciudad en la que llevan años viviendo.
INMIGRACIÓN

«Preferimos sufrir en nuestro propio país»

La crisis anima a muchos inmigrantes a marcharse fuera de Euskadi

DANI SORIAZU

Domingo, 28 de septiembre 2014, 09:19

«Mi plan a corto plazo es retornar a mi país porque ahora hay muchas cosas que hacer allí». El que habla es Roberto Soriano. Hace 14 años abandonó su Ecuador natal, en aquel entonces asolado por una crisis financiera. Eligió Irun como destino para intentar salir adelante. Dejó atrás a su familia y la vida que había construido en el país suramericano. Ahora, paradojas del destino, la historia ha dado la vuelta. Euskadi es la que sufre las consecuencias derivadas de la recesión y las restricciones bancarias y la solución de Roberto es volver, a finales de este mes, al país del que se marchó porque, a sus ojos, «los gobernantes aquí siguen trabajando para el capital y en mi país están saliendo oportunidades para el pueblo».

Al igual que él, otros muchos inmigrantes han tomado la decisión -o están meditando la opción- de volverse a su país de origen o retornar a otro. De hecho, según el último informe del Observatorio Vasco de Inmigración, Ikuspegi, la población inmigrante de Gipuzkoa, a fecha de 1 de enero de 2014, ha descendido por primera vez en los últimos dieciséis años.

DV ha reunido a Roberto y a otros tres inmigrantes de diferentes nacionalidades para que ofrezcan su punto de vista sobre el éxodo de población extranjera que comienza a apreciarse en nuestro territori y cuenten cómo ven la situación sociolaboral en la que se encuentra este colectivo. «Decidir volver a un país no es algo sencillo. Muchos de nosotros hemos hecho ya una vida aquí», señala Alba Rosa Fajardo, nicaragüense que lleva ocho años residiendo también en Irun. «No obstante, si me toca pasar penurias en Euskadi como estar sin trabajo, sin algo que llevarme a la boca o con riesgo de dormir en la calle, desde luego, prefiero pasarlas en mi propio país y no aquí», asegura.

Pero no todos tienen la salida de regresar a su país de origen. Es el caso de Mounia Elathia y su marido, Benissa Belfqih, que llegaron hace doce años a España desde Marruecos. Primero estuvieron viviendo en Castilla y León. Hace dos llegaron a Gipuzkoa, donde los efectos de la crisis planteaban menos trabas laborales que en el resto del país. O, al menos, eso parecía. «Vinimos aquí para poder vivir mejor. Mi marido ha trabajado muchos años. Ahora tiene 46 y no tiene nada de trabajo ni derecho a paro. Y con esa edad, ¿quién va a contratarle? Nadie. Ni aquí ni en Marruecos», se lamenta Mounia.

Pero esta familia cuenta más condicionantes para no poder plantearse volver. «Nuestros dos hijos hablan español y no saben nada de árabe. No podríamos escolarizarlos en nuestro país. Es como si el tiempo que hemos pasado en España no hubiera servido para nada», explican. Su única esperanza es que, en un corto plazo, la economía levante «y que Euskadi necesite extranjeros para trabajar», señala.

También le ocurre algo parecido a Diego Martínez. Él y su familia tuvieron que abandonar Colombia hace ocho años casi por la fuerza. «Tenía un negocio que me iba muy bien. Pero la Policía empezó a pedirme dinero y llegó un momento en el que me negué a hacerlo y lo denuncié. Y fue lo peor que pude hacer. Perdí todo mi dinero y me llenaron la casa de disparos», relata este hombre que pidió asilo en Portugal y posteriormente se trasladó a España. «Yo ahora no puedo volver a mi país». asegura.

Descenso relativo

El descenso del número de personas extranjeras ha sido leve en nuestro territorio, apenas del 0,8%, al pasar de las 46.684 empadronadas a uno de enero de 2013 a las 46.303 en la misma fecha de 2014. Pero si nos fijamos en el conjunto de la Comunidad Autónoma Vasca la variación ha sido mayor, del -5,3%, y éste se convierte en su segundo año de pérdida de población inmigrante. Ambos casos, el guipuzcoano y el vasco, son significativos de un cambio de tendencia en el que, tal y como los propios implicados aseguran, «la crisis ha tenido mucho que ver».

No obstante, hay que remarcar un matiz importante. El informe de Ikuspegi precisa que la lectura de los datos que reflejan la disminución de la población extranjera puede estar distorsionada, puesto que aquellos extranjeros que reciben la nacionalidad española desaparecen de la estadística. Lo cual querría decir que, aunque no consten, no quiere decir que se hayan ido, sino que ya aparecen como españoles. «No obstante, aunque pueda tener su influencia, creo que la gente se está marchando por la situación económica. No hay nada aquí para querer quedarse», indica Roberto a este respecto.

Desde Ikuspegi señalan que, inevitablemente, esta situación demográfica se debe explicar como una mezcla de los dos factores: las nacionalizaciones y la marcha de inmigrantes. Ahora bien, «la estadística está basada en registros cuyos números vienen siempre con retardo respecto a las dinámicas sociales que se están dando con anterioridad. Es decir, para cuando el padrón empieza a mostrar la caída de población es que ha tenido que pasar un tiempo ocurriendo», remarcan desde el Observatorio Vasco de la Inmigración.

«Pongamos el ejemplo de varios ciudadanos ecuatorianos que vuelven a su país. Algunos de ellos, quizás, irán al ayuntamiento a pedir la baja del padrón municipal, pero en la mayoría de casos no. De alguna manera, hasta que no llegan procesos de depuración del padrón no se detectan ciertas bajas automáticamente. No tenemos un sistema administrativo y un registro tan sofisticado», añaden estas fuentes.

«Nos dan menos trabajo»

«He intentado buscar trabajo pero por no ser de aquí varias empresas me han puesto pegas», explica Diego. «Aquí, en muchas ocasiones, no se ha valorado al inmigrante por su conocimiento», se lamenta por su parte Roberto. Él es titulado en Ingeniería de Comercio Exterior, pero en su tiempo en Irun ha trabajado como jardinero, hostelero y en la construcción. Diego, por su parte, es ingeniero informático, mientras que Alba es profesora y abogada y Mounia tiene un título en Geriatría. Difícilmente, explican, han podido trabajar de lo suyo desde que llegaron aquí, y menos tras la crisis.

Su situación también se refleja en la estadística. Según la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre del año, la tasa de paro de los trabajadores extranjeros fue del 39,9%, un nivel que prácticamente triplica la de los nacionales que viven en Euskadi, que es del 14,48%. La EPA también estima que en Euskadi los inmigrantes han perdido casi 13.000 empleos en un año.

¿La crisis ha agudizado el rechazo a los inmigrantes? La respuesta de todos ellos es «sí, sobre todo en el ámbito laboral». «El poco trabajo que hay se da a los españoles. Mi marido está haciendo los cursos. Luego le piden exámenes... y luego no le llaman de nada», apunta Mounia. «Aquí no hemos venido a hacerle daño a nadie. No queremos ser tratados como meros sirvientes. Necesitamos respeto porque somos personas educadas», reclama Roberto, quien añade que «yo he estado feliz aquí, pero ha llegado el momento de retornar y aprovechar que América Latina está subiendo y parece que hay intención por parte de los gobernantes de hacer patria». «Yo también conozco muchos colombianos que han acumulado capital y han decidido iniciar ahora nuevos proyectos allí», asegura Diego.

«Euskadi pierde mucho. Pierde cotizantes y personas que están muy preparadas», asegura Alba. «Si están dejando que sus propios ciudadanos se vayan a trabajar fuera de su país, ¿cómo no lo van a hacer con los inmigrantes?», se lamenta Roberto. Mounia se muestra algo más esperanzada y espera que «el país vuelva a levantar su economía y se genere nuevo empleo que siga necesitando mano extranjera».

«Las ayudas son necesarias»

Las polémicas declaraciones realizadas por el alcalde de Vitoria no dejan indiferentes a los protagonistas de estas líneas. «Viven principalmente de las ayudas sociales y no tienen ningún interés en trabajar o integrarse», dijo Javier Maroto el pasado mes de julio. Más concretamente, puso el foco en los ciudadanos magrebíes.

«Nosotros no queremos comer y dormir simplemente. Mi marido está apuntado a varios cursos de Lanbide, pero le es imposible conseguir un empleo», explica Mounia. «Tengo niños, un alquiler de 500 euros, gastos... Por mi trabajo cobro 600 euros y lo puedo perder el mes que viene. Así que claro que necesitamos la ayuda de Renta de Garantía de Ingresos (RGI)», apunta. Una prestación de 900 euros al mes aproximadamente con la que consigue salir adelante.

«Para que te den una ayuda no debes tener propiedades. Y yo las tengo en mi país, aunque no pueda volver allí», explica Diego, que sobrevive, de momento, con un subsidio de desempleo y los ingresos de su mujer que trabaja en el sector de la hostelería. «Maroto está acertado cuando dice que algunos vienen a aprovecharse del país. Pero por unos pocos acabamos pagando todos. Y no es justo», añade Alba.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco «Preferimos sufrir en nuestro propio país»

«Preferimos sufrir en nuestro propio país»