Kapadokia, talento gastronómico de muchos kilates

Era un sábado de noviembre por la noche, estaba de ruta de pintxos por la Parte Vieja donostiarra, reencontrándome con ella gastronómicamente. Me senté cerca de la barra del Kapadokia, miré la carta y le propuse al camarero que me recomendara uno de los pintxos. Su propuesta: el Sandwich de rabo de toro, una de las referencias de la casa. Y acertó de lleno. Un sándwich delicioso, con mucha potencia de sabor, intenso y que es un lujo en boca, para disfrutar cada bocado. Un sándwich que elaboran con el tradicional guiso de rabo de toro; una vez guisado, lo desmigan y reducen la salsa, con ello elaboran la 'masa' de la que sacan los lingotes que luego colocan entre brioche y brioche. Una maravilla.

Con el buen sabor de boca del sándwich, me atreví con un segundo pincho. ¡Cómo disfruté con los puntalettes con cremoso de foie, espárragos trigueros y crujiente de jamón! Una especie de risotto, pero que está elaborado con esta pasta tan curiosa. Una mezcla de sabores con personalidad, que casan a la perfección, cada uno tiene su protagonismo en boca, una delicia. Normal que sea uno de los pintxos estrella.

Siempre andaba buscando el momento para profundizar más en la cocina del Kapadokia, esa cocina en formato pequeño, en miniatura, con una cuidada selección de pintxos y raciones, no muy amplia, pero que os hará felices. Una cocina que se basa en nuestra tradición, en nuestros productos, pero dándole una vuelta, aportándole un toque vanguardista y personal. Con sello propio y de muchos kilates. Dará mucho que hablar en el panorama culinario donostiarra. Un joven proyecto que lideran en el día a día Ane Puy y Carlos Artaza en la barra y Borja Olano en la cocina.

La oportunidad llegó el pasado día de Reyes, fue el auto regalo que nos hicimos mis padres y yo, los tres nos dispusimos a vivir la experiencia Kapadokia. Nos sentamos y nos pusimos en manos de Carlos y Ane, porque si la cocina está a un alto nivel, el servicio y la atención no se quedan atrás. Rebosa felicidad y buen rollo, te atienden con una sonrisa y te ayudan y aconsejan en tu elección. Un lugar donde te hacen sentir cómodo, en casa. Un lugar al que volverás por su atención, como hacen muchos, porque se ve que cuidan a los que diariamente se acercan al bar y tienen una relación especial con ellos. Recuperando la esencia del bar de barrio, con un alto nivel gastronómico.

Comenzamos con uno de los caprichitos de la casa, la ración de anchoas de San Filippo. ¡Vaya anchoa! De una calidad excepcional, un lujo para nuestros paladares, limpias, impolutas, una maravilla de nuestro mar. Las acompañan con aceite de oliva virgen extra Casa Hierro que te invita a hacer barquitos con el pan. Le siguió el ravioli de verduritas con crema de puerros, un fino bocado, un ravioli relleno con un suave y elegante salteado de verduras y que viene sobre una sabrosa crema de puerros con unos puntos de pesto que le aportan un toque más que interesante, un muy buen pintxo. Después, fue el turno de los puntalettes, no podía dejar a mis padres sin que probaran este pincho.

Seguimos, disfrutando con los txipiguettis con boloñesa de sus tentáculos. Unas tiras de chipirón, en su punto perfecto de cocción, con esa boloñesa de sus tentáculos que es pura magia, puro sabor, fue probar un bocado y flipar en colores, mucho sabor y con muchos matices.

Para terminar, el plato estrella de la casa: el pulpo con crema de patatas y mahonesa de chimichurri. Nos plantaron un espectacular plato, una señora y rica pata de pulpo, elaborada en su punto dándole el último toque en la parrilla, con un acompañamiento que era fuegos artificiales en boca: una cama de puré de patata casero, una curiosa mahonesa de chimichurri y aportándole el toque crujiente el panko con pimentón dulce. Todo un espectáculo gastronómico.

Terminamos con los dos postres con los que cuentan en la carta. Por un lado, la tarta de queso, que tiene un toque de queso azul que le aporta personalidad e intensidad, una muy buena tarta. Por otro lado, la torrija caramelizada, elaborada con el brioche de Galparsoro, respetando el estilo tradicional y que con el acompañamiento de una bola de helado de yogurt es un placer para nuestros paladares.

Kapadokia es un proyecto que va más allá de ser un bar o restaurante, también es un buen lugar donde alargar la sobremesa disfrutando de una buena copa. Y estaremos atentos, porque en febrero-marzo, tras sus vacaciones, presentarán su nueva carta, en la que seguro que habrá propuestas a tener muy en cuenta. Volveremos a conocerlas. Un proyecto joven y con energía y que mima nuestra cocina, eso es Kapadokia. On egin!