El Clarete, una casa vitoriana imprescindible
Histórico restaurante donde degustar caldos sustanciosos, cocciones precisas, asados, fritos... Buen papeo y bebida para ser felices
Patxi y Unai son dos tipos muy castas que gestionan desde 1988 un histórico vitoriano que remonta su leyenda a 1927. Que dos hermanos currelen juntos es un milagro, pues la clave es que cada uno adquiera su responsabilidad y sepa complementar el esfuerzo y los defectos del otro. Andar sobre el alambre parece fácil, pero hasta el Circo del Sol hizo ruina y los funambulistas se pusieron a la cola en el Inem. Conozco a Unai desde los tiempos del cuplé y aquellos años de juventud en los que compartimos fogón en el Martín Berasategui de Lasarte. Siempre fue un tío extraordinario y un buen compañero que nunca hizo ascos a las tareas habituales. Lo mismo pelábamos cuellos de pato que confitábamos cáscaras de limones para la tarta de manzana. Si el desarrollo del servicio nos requería en carnes, allá nos plantábamos a asar pichones, glasear canelones o colar caldos. Con juventud todo es ilusión y aquel tiempo fue provechoso porque Martín supo arremolinar a una panda de cientos de chavales chiflados como él, trabajando fina y dedicadamente. Berasategui ha sido y es una escuela de gente entusiasta.
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El Clarete
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Dirección Cercas Bajas 18 (Vitoria)
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Teléfono 945 263 87
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web www.elclareterestaurante.com
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Ambiente Tasca modernita
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Con quién Con amigos / En pareja / En familia / Negocios
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Monedas 4 de 5
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Menú degustación 60 euros
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Menú cuchara 32,70 euros
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Raciones en barra Raviolo de foie gras 6 euros / Callos 6,5 euros / Yema con patata, chorizo y pan 6 euros / Txangurro con caldo de garbanzos 6 euros
Pero no solo tuvo Unai a Martín como referente de su formación, sino que navegó por las plácidas aguas del Zuberoa de los años noventa, bebiendo de aquella cocina vasca contemporánea que construía platos de sólidos cimientos. Trabajar en Oyarzun forja carácter, es lo que tienen las grandes casas. Aprendes a guisar y a poner en práctica esos gestos que no te abandonarán jamás.
El truco del almendruco
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El menú degustación En El Clarete hay que papearse el menú degustación porque le tienen pillada la mediday terminas con aliento la comida. Si algo no les mola, tienen cintura para los cambios.
Cada vez que entro en El Clarete lo hago por la disimulada puerta de la cocina pintada de gris que da a la calle y aquello es un zafarrancho ordenado y metódico que se repite todos y cada uno de los servicios. En un puchero hierve un caldo de cocina sustancioso y alrededor de los quemadores se apelotonan las preparaciones del día. Cocciones precisas de verduras para las guarniciones y menestras. Hierven callos, se remueven sofritos y un refrito generoso de aceite de oliva y ajos se vierte colado sobre un puchero en el que cuecen berzas, que una vez escurridas, se mezclarán con puré de patata para formar un puré fabuloso. La brigada deshoja hierbas, desgrana guisantes, pica chalotas finísimas y menea una salsa inglesa reventona de vainillas, que en un santiamén derretirá una montonera de chocolate para convertirse en una crema cuajada de campeonato. En las bandejas de horno soasan huesos de rodilla y caña con espinazos y en otro más chico, burbujean unas bolsas de vacío en las que nadan paletillas con ajos, cáscaras de limón y un jugo del color de la canela.
Si te aventuras a la barra, Patxi controla la presión de la cafetera, sin quitar ojo a la bodega. Repasa cubiertos, monta mesas, ultima algunos detalles y alumbra la sonrisa cada vez que suena el teléfono y sus clientes reclaman una mesa. El Clarete es el lugar en el que celebré cada uno de mis renacimientos. En Vitoria entré ya seis veces en el quirófano de la Policlínica San José. Su comedor fue la paciente sala de espera para mi familia y nunca les faltó papeo ni bebida mientras me rajaban como a un cerdo. Y por allí pasé siempre antes de irme a casa tras recibir el alta médica. Sentado en su mesa y celebrando la vida con esos platos reconfortantes de Unai. Vas recobrando el aliento y en cuanto pones los pies en el suelo te recorre por el cuerpo una felicidad indescriptible. Comer y beber, a veces, es muy sencillo. Pero otras, ¡tan difícil!
Flipas con un gazpacho de frutos rojos, con una simple sopa, con unas croquetas de hongos o chipirones y ese 'raviolo' delicadísimo de foie gras con jugo y parmesano. Le arreas a la cola de cigala y patata en salsa verde, al txangurro con caldo de garbanzos, a la yema de huevo con crema de coliflor y cortezas o a esos callos menudos tan bien guisados, legendarios. Patxi y Unai son unos titanes, mi Eli les admira un huevo. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.
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