Diferentes tipos de botellas de vino según su tamaño y color

Aunque la botella de vino estándar es la que tiene una capacidad de 75 centilitros, lo cierto es que las hay de hasta 30 litros. Dependiendo de su tamaño, se les llama de una manera diferente y, aunque no está nada claro el motivo, prácticamente todas tienen el origen en la Biblia. Hay quien apunta a que de esta manera se le buscaba dar cierta relevancia a las botellas, pero no existe consenso en torno a esta teoría.

En cualquier caso, desde la pequeña Benjamín (también conocida como Piccolo o Split, de 187,5 ml) hasta la enorme Melchizedek, de 30 litros, hay muchas opciones intermedias. La Doble Mágnum, también conocida como Jeroboam, tiene tres litros de capacidad. La botella Matusalem contiene seis litros de vino. Tras ella, en orden ascendente, podemos encontrar a Salmanazar (nueve litros), Baltasar (doce litros), Nabucodonosor (quince litros), Melchor (18 litros), Sovereig (25 litros) o Primat (27 litros). Evidentemente, no es nada sencillo encontrar en el mercado botellas con una capacidad superior a la del litro y medio de la Mágnum.

En cualquier caso, lo que sí está comprobado es que, cuanto mayor sea la botella, mejor será la calidad del vino. Y es que a mayor capacidad, menor será la proporción de oxígeno entre el corcho y la botella, por lo que el proceso se envejecimiento será siempre más armonioso. En botella, el vino siempre continúa evolucionando, sobre todo en cuanto a maduración, equilibrio y afinamiento, por lo que la botella juega en este sentido un papel clave.

Entonces, ¿por qué la medida estándar es la de 75 centilitros por botella? Hay que remontarse para dar con la explicación a un acuerdo que firmaron Reino Unido y Francia para la exportación y se debe a cuestiones logísticas, ya que coincidieron en que ese era el tamaño idóneo para que las botellas fueran transportadas de la manera más eficiente.

Y, en este caso, no solo importa la capacidad, sino también el propio vidrio. Así, existen diferentes tipos de botellas de vino según su color.

Ese tono verde oscuro, verde 'botella' para ser más precisos, tiene su influencia, ya que protege al vino de la luz, filtrando hasta el 60 % de la radiación y ayudando así a la conservación del caldo en el interior de la botella. Esta cuestión tiene mayor importancia en los tintos, vinos de guarda, que en los blancos, que suelen tomarse en el año.

Los vinos blancos y los rosados jóvenes, así como los rosados espumosos, suelen estar embotellados en un cristal transparente, que tiene un grado de protección muy bajo.

El color ámbar protege de la luz en un 90 %, por lo que son ideales para aquellos vinos de guarda y de cierta evolución, como blancos con crianza, tintos crianza y reservas.