Txomin se ocupa del rebaño, de la casa y de su hija Paule
8-M. Día Internacional de la Mujer ·
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8-M. Día Internacional de la Mujer ·
El antzuolarra no paró ayer en todo el día tras asumir numerosas tareas en su caserío porque su mujer, Amaia, acudió a las citas organizadas por el 8MPaule sigue cada movimiento que realiza su padre, Txomin Alberdi, en el caserío Lamariano Azpikoa de Antzuola. Silenciosamente va detrás de él por toda la ... casa o siguiendo sus pasos sale al exterior del caserío, a pesar de la lluvia de la mañana. Fuera, un enorme Terranova y un pastor vasco esperan a sus dueños para lo que haga falta: jugar, conducir al rebaño, comer...
Un día inusual para Paule y el resto de los inquilinos del caserío an-tzuolarra porque Txomin y su abuelo se encargaron de ella, de hacer las compras, ordenar y limpiar la casa o preparar la comida... Su madre, Amaia Laskurain, se había organizado para celebrar el día de la mujer por su cuenta y hacer huelga rompiendo la rutina diaria de la familia.
Paule no es consciente de la celebración del 8M, ni echa de menos acudir a la Herri eskola de Antzuola. Con casi tres años, edad que, según comenta, cumplirá el próximo día 30, está acostumbrada a que sea su padre quien le atienda a la hora de desayunar o prepararse para ir a clase. Quien anda un poco más nervioso es Txomin, que ha madrugado para poder atender a todo lo que tiene que hacer desde primera hora de la mañana. Eso o la falta de costumbre de posar ante una cámara fotográfica para una entrevista. Sin querer, el joven pastor de An-tzuola se ha convertido en el protagonista de esta historia. Como otros muchos hombres y siguiendo la invitación de las agrupaciones feministas, el joven pastor ha afrontado el reto de trabajar y atender a su hija y las labores de la casa, después de que su mujer decidiera sumarse a las citas feministas que se desarrollaron ayer. Según relata, no es inusual atender a la niña a la hora del desayuno. «Normalmente madrugo para ordeñar las ovejas. Me levantó a las 5:00 de la mañana para comenzar con las labores del rebaño. Después, es el turno de mi mujer, que se encarga de realizar el queso con la leche que obtenemos cada dos días», señala.
Ordeñar las 200 ovejas que el matrimonio tiene le lleva unas dos horas. Después, dependiendo del día Txomin, se encarga de preparar a su hija y llevarla a la escuela. «Normalmente, nos organizamos por turnos o según el trabajo que tengamos entre manos cada uno ese día». Lo importante, según el antzuolarra, es la coordinación, y parece que funciona para la joven pareja, que hace algo tres años afrontó el reto de ser padres, y hace dos, hizo frente al proyecto de trabajar juntos en la explotación ganadera que diseñaron.
Txomin Alberdi, Pastor de Antzuola
Txomin dejó su trabajo en un almacén en Vitoria y Amaia renunció a su trabajo como azafata de vuelos para cumplir el sueño de ambos: vivir en el caserío donde nació la an-tzuolarra, criar a su hija Paule juntos mientras sacaban adelante su proyecto de cuidado del rebaño y de elaboración de queso ecológico, Ama-Txo. Todo un reto, visto desde fuera, y con letras mayúsculas además, porque la inversión económica para construir la cuadra donde recogen y alimentan a sus ovejas, la sala de ordeño, la quesería y generar dos sueldos con los que sacar adelante la familia son palabras mayores para cualquiera. Pero Txomin no dudó en ningún momento. «Fue una apuesta que los dos tuvimos claro cuando nació Paule, y nos planteamos cómo nos íbamos a organizar para criarla. Los dos queríamos que creciera a nuestro lado y el trabajo de Amaia no ayudaba mucho a ello. Además, mi jornada laboral era a turnos y tenía que estar pendiente del coche porque me traslada a diario hasta Gasteiz», dice.
Estar pendiente del reloj era otro motivo de peso para emprender un nuevo camino. «Tenía que estar siempre pendiente de la hora porque tenía que fichar, aunque lo más duro era salir a las 22:00 horas y la hora de viaje hasta casa, más o menos, que hacía que llegara en torno a las 23:00 horas», recuerda.
Recuerdos poco gratos para Txomin, que frunce el ceño al relatar aquellos días de idas y venidas a la capital gasteiztarra de Antzuola. Todos ellos forman parte de su pasado, pero sirven para reforzar sus ganas de trabajar con el rebaño. «Tenía claro que quería ser pastor y trabajar con las ovejas», insiste el joven. Además, reconoce que después de acudir a la escuela Gomiztegi de Oñati no dudó en cumplir su sueño. Cuenta que Amaia también fue alumna de la escuela de pastores oñatiarra junto a él. «Nos hemos repartido el trabajo, yo me encargo del rebaño, que es lo que me va, y Amaia lleva todo el proceso de la elaboración del queso. A ella le gustaba desde el principio esa tarea y ha realizado diversos cursos para aprender a elaborar y mejorar en calidad», asegura.
Un tándem perfecto en el que Alberdi se siente muy cómodo, «a pesar de tener que trabajar los siete días de la semana, los 365 del año. Aquí no hay mucho tiempo para el ocio, aunque lo mejor es que puedes organizarte para estar o hacer cosas con la niña según mejor nos convenga. Si un día nos cuadra y queremos ir a algún sitio, lo organizamos todo entre los dos y no hay que pedir permiso a nadie ni cuadrar los horarios y calendario con nadie», celebra.
En casa de Txomin y Amaia, afirma el primero, «no falta nunca el trabajo. Una niña de casi tres años te exige mucha atención y dedicación. Tenemos que andar para arriba y para abajo cada día para llevarla a la escuela y por la tardes al parque, pero todos los días comemos y cenamos juntos y eso es muy importante para nosotros». A esos ratos hay que sumar las horas de parque que exige una niña de la edad de Paule que Txomin o su mujer deben cumplir cada día, pero sarna con gusto no pica, según reconoce y si tiene que estar en la zona de juego que más le gusta a su hija toda la tarde, no pasa nada aunque tenga mil cosas que hacer en la cuadra o más de un cercado que arreglar.
Con una amplia sonrisa en su cara, convencido de que su proyecto, aunque le exige mucho trabajo, le compensa a la hora de criar a su hija, Alberdi asegura que la clave es «organizarse bien y, según el día o la época del año en la que estamos, Amaia y yo sabemos cómo vamos de faena, y si tenemos que echarnos una mano el uno al otro, no hay ningún problema».
«Creo que no existe ninguna diferencia entre una mujer o un hombre a la hora de trabajar con el rebaño. En este como en cualquier otro oficio, la actitud de la persona ante el trabajo hace que sea buena o no en él, que esté preparada o no para hacer frente a su cometido en cualquier ámbito o cargo», asegura el pastor.
Tanto en el trabajo como en el resto de quehaceres que se presentan en el día a día con el rebaño, en la quesería o en la venta del producto que elaboran. En el caso de Txomin y su pareja, queso ecológico que venden en establecimientos de Antzuola o la comarca, así como en ferias especiales a las que acuden indistintamente. «Normalmente se encarga Amaia de la venta pero si ella no puede o hay algún pedido de última hora, me acerco yo mismo», comenta.
Txomin contagia su entusiasmo a la hora de hablar de Ama-Txo, el proyecto que emprendió junto a su mujer. Casi se le olvida la lista de tareas y el agobio que le creaba tener que afrontar una jornada con su hija Paule mientras se hacía cargo de la casa, el rebaño y todo lo que surgiera.
El antzuolarra tenía y tiene claro que quiere vivir su paternidad junto a su pareja sacando adelante un proyecto laboral común por el que apostaron juntos y en el que está inmerso y que está convencido que a base de trabajo van a sacar adelante. Como dice el joven pastor, «es cuestión de trabajar, no de ser hombre o mujer».
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