Estos días previos al arranque oficial de la campaña de las municipales y forales están siendo un banco de pruebas para pulir las estrategias de ... los partidos, sobre todo por parte de quienes se juegan la hegemonía, véase el PNV, y por quienes optan a sucederles en ese liderazgo, caso de EH Bildu. Los primeros escarceos han hecho saltar las chispas entre ambos partidos tras la aprobación a pies juntillas por parte de la coalición independentista de la Ley de la Vivienda que los jeltzales rechazan porque aprecian en la norma una invasión competencial que niega la formación de Otegi. Todo un pulso de sokatira que peneuvistas y soberanistas están manteniendo en Madrid en la última semana, buscando con claridad el fallo del contrario, sobre todo a las puertas de la votación del 28-M. En los actuales tiempos de hipotecas por las nubes y precios desatados en el acceso de la vivienda -tanto en compra como en alquiler- defender la bandera del autogobierno pudiera resultar un tanto arriesgado cuando tu adversario político se abraza a una norma emanada desde Moncloa que se autoproclama como la panacea para combatir la especulación inmobiliaria. No hay que olvidar que en estas elecciones se votan los ayuntamientos que deberán encarar el problema de la vivienda con soluciones tangibles y medidas inaplazables.
Otro flanco sensible por el que discurre esta precampaña es el incompleto recorrido ético por parte de la izquierda abertzale, que sigue sin abjurar de su pasado connivente con el terrorismo de ETA. El PNV está echando en cara a EH Bildu su silencio y Otegi avisa de que no entrará en ese «barro». Sin embargo, la denuncia de Covite sobre la presencia en las listas independentistas de antiguos condenados por su vinculación a ETA deja a la coalición soberanista en una difícil situación mientras no diga alto y claro que matar estuvo mal y fue injusto.
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