Hasta que no quede zumo
Análisis ·
La subida impositiva a rentas superiores a 150.000 euros es un gesto para la galería, pero aún más demagógico es el incremento a las rentas de capital que se planteaPor lo general, las subidas de impuestos responden a dos tipos de motivaciones. Se trata de recaudar más para poder gastar más o se intenta lanzar un mensaje de progresismo social y de avance en la igualdad. Casi siempre, las dos cosas a la vez. Con su decisión de elevar impuestos a las rentas superiores a los 150.000 euros parece evidente que el Gobierno quiere más de lo segundo.
Según cálculos efectuados por el propio Ministerio de Hacienda, la subida proporcionará un ingreso extra de 400 millones. ¿Mucho? Para usted y para mí, algo inabarcable; para las arcas del Estado, poco más que una minucia. Compárenlos con los 9.118 millones que se han dedicado a pagar pensiones en agosto y comprobarán que da solo para pagar poco más de un día. ¡Ya solo nos falta solucionar los 364 restantes! Es broma.
Además, los 400 de recaudación extra están calculados sobre la base de que nada cambia, ni la situación económica ni la de ingresos, y considerando también que los afectados no van a hacer nada para sortear la nueva carga. Lo cual constituye un error de bulto. Vea: el Gobierno se ha asombrado con el hecho de que, tras bajar el IVA a la cultura, los cines no bajan las entradas. No entiende que, si vivimos en una economía libre, los ciudadanos usen esa libertad para optimizar su situación. Si Hacienda insiste en igualar a todos por el ingreso neto -renta bruta menos pago de impuestos- la gente se igualará por el ingreso bruto -si al final me va a quedar lo mismo, ¿para qué esforzarme?-. De todas esas cosas se ocupa el mercado y de impedir los abusos se encargan los reguladores.
La subida acordada -ya veremos si será también aprobada en el Congreso-, no da 'chicha', porque se aplica solo a los 91.408 contribuyentes que, en territorio común, declaran ingresos superiores a los 150.000 euros. No da 'chicha', pero marca perfil. Un Gobierno progresista y bueno, como es el actual, tiene que demostrar que defiende a los necesitados, lo cual está muy bien, aunque no sea tan evidente que para ello sea imprescindible castigar a los acomodados. ¿Se acuerdan del chiste del limpiabotas? No lo repito, porque ya se lo he contado, pero aquí todos queremos que se castigue fiscalmente a los que ganan más que yo, mucho más que esforzarnos en ganar tanto como ellos.
Y nadie repara en un hecho. Esas 91.408 personas representan apenas el 0,46% de los contribuyentes, mientas que su aportación se eleva a 10.988 millones, el 15,58% del total recaudado en esa figura impositiva -datos de Gestha-. ¿Qué son, seres antisociales o contribuyentes necesarios? ¿De dónde sacaremos el dinero para cubrir nuestras necesidades sociales si no contamos con su aportación personal y la que generan a su alrededor?
Porque esa es otra. La ministra de Hacienda ha dicho que la subida no afectaría, de ningún modo, «ni a las clases medias ni a las trabajadoras». Estupendo. Así que quienes ganan más de 150.000 euros no son trabajadores. Un médico de prestigio no es un trabajador, un arquitecto de fama, tampoco y, por supuesto, un gestor exitoso o un empresario eficiente, mucho menos. ¿Qué son entonces, marcianos? ¿No son trabajadores los mediocentros del Athletic? ¡Berizzo, espabila, hazles correr!
Para completar el esquema, se anuncia también que, en las conversaciones con Podemos, se analiza la posibilidad de subir el impuesto sobre las rentas de capital, cediendo así a uno de los planteamientos más demagógicos que conozco. Cuando se compara una renta de capital con una renta de trabajo, se comprueba fácilmente que las primeras están menos gravadas que las segundas, lo cual suscita el escándalo de muchos.
De muchos que olvidan que, en la inmensa mayoría de los casos, las rentas de capital son los ahorros logrados de las rentas de trabajo que no fueron gastadas y que ya soportaron el IRPF correspondiente en su día como tales. Es decir, aquí no se trata de tributaciones alternativas, unas u otras, sino de tributaciones secuenciales y añadidas, unas a otras. Pequeño detalle.
Los inspectores calculan que, igualando la tributación de las rentas de capital con las del trabajo a esta gente, a la que denomina «afortunados» -¿les habrá tocado la lotería?- se podrían obtener 1.500 millones de euros más. Pues nada, a exprimir la naranja... Hasta que no quede zumo.