Nadie perdió el tiempo
El acto organizado ayer me pareció de lo más interesante. Antón Pradera dio una lección magistral de gestión, muy original y llena de sentido. No ... fue una intervención de corte académico y de contenido abstracto, sino pegada al terreno y apoyada en el éxito de un proyecto de enorme crecimiento y que ocupa ya a más de 30.000 personas en total a lo largo de todo el mundo.
Enfatizó la necesidad de gestionar la diversidad; aseguró que no quiere ejecutivos en su organización, sino empresarios que gestionen su actividad de manera completa; y señaló a la cultura empresarial como el único arma para diferenciarse de los competidores en un mundo de globalización creciente y competencia omnipresente.
Por su parte, el nuevo presidente de la CEOE hizo un discurso claro y fresco. Lleva pocas semanas en el cargo, pero se nota que lleva muchos años en las labores de representación empresarial. Insistió en el discurso tradicional: los empresarios exigen estabilidad y la estabilidad se encuentra en la moderación, pero no eludió el enfrentamiento con la realidad actual.
Se quejó, con razón, del previsto incremento de las cotizaciones sociales que tendrán un coste añadido para las empresas de 1.500 millones de euros. Casi 1.100 euros de media por trabajador y año que esté en la base máxima de cotización. Unos millones que agravarán una situación que ya es diferencial, en negativo, con Europa. Lamentó que se vaya a subir el salario mínimo de manera apreciable, sin haber estudiado bien los efectos concretos que tendrá sobre muchas actividades de escaso valor añadido, pero con mucho empleo comprometido.
Y dedicó mucha atención a un asunto que me parece capital en estas épocas de apreturas presupuestarias y de tensiones con la deuda del Estado, como es la mejora de la eficacia del gasto público. De todo el gasto público. Los empresarios están acostumbrados a medir su gestión mediante miles de variables. ¿Cuál es la razón? Pues la evidencia de que sólo se puede mejorar aquello que se puede medir. Entre subir los impuestos a las empresas y gastar mejor los recursos, prefiere la segunda alternativa. ¿A que no le extraña? En resumen, pienso que ninguno de los asistentes a la reunión perdió ayer el tiempo empleado en ella.
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