La máquina-herramienta de EE UU admite en Donostia que necesita a Europa, Japón y Corea
El foro del Clúster español del sector y la asociación europea de fabricantes refleja la preocupación transatlántica por el proteccionismo y las tensiones geopolíticas
«Los aranceles sólo generan perdedores». La frase del suizo Michael Hauser, presidente del consejo de administración del grupo industrial StarragTornos, resonó este lunes con ... especial fuerza en Donostia, durante la jornada central del encuentro de primavera de Cecimo, la asociación europea de fabricantes de máquina-herramienta y tecnologías avanzadas. A su lado, Douglas Woods, presidente de la asociación estadounidense AMT (Association for Manufacturing Technology), había dejado poco antes una idea de fondo que, aunque expresada de forma implícita, apuntaba en la misma dirección: Estados Unidos no puede sostener su industria en el largo plazo sin componentes y tecnología procedentes de Europa, Japón y Corea.
Woods participó como ponente en este foro que reunió en la capital guipuzcoana a más de medio centenar de líderes empresariales, convocados por AFM Clúster, la organización española del sector. Durante su intervención, reconoció que «la administración estadounidense mantiene abiertas las negociaciones porque muchas empresas del país necesitan componentes críticos de sus socios internacionales», en especial, añadió, de «Europa, Corea y Japón». «Tienen una lista de todo lo que no se puede fabricar dentro del país, y lo saben», afirmó, dando a entender que, pese a la retórica proteccionista, el Gobierno de Trump quiere negociar.
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«Nuestro déficit comercial con el mundo no es sostenible ni razonable»
Woods, en todo caso, respaldó el enfoque de la actual administración norteamericana, alineado con la visión industrial promovida por Trump, y aseguró que el uso de aranceles responde a una situación límite: «No podemos seguir con un déficit comercial de 1,2 billones de dólares con nuestros socios. El país tiene que hacer algo», afirmó. En su opinión, los aranceles no buscan cerrar el mercado, sino abrir negociaciones y «reequilibrar» relaciones comerciales. También señaló que «algunas cotizadas» han «priorizado» durante décadas «los beneficios trimestrales a costa de externalizar su capacidad productiva», y que ha llegado el momento de revertir esa tendencia: «Si no cuidamos nuestra base industrial, no podremos ser un socio fuerte para nadie».
Pero fue Hauser quien puso sobre la mesa la crítica más contundente. El ejecutivo afirmó sin rodeos que la guerra de aranceles solo destruye valor: «Todo lo que he aprendido en economía me dice que esto genera perdedores», sentenció. Según explicó, los fabricantes estadounidenses tendrán que pagar más por equipos que no pueden producir localmente. «Y al mismo tiempo, el resto del mundo venderá menos. Es una ecuación perdedora», remató. Hauser relató cómo su empresa, con el 20% del negocio en EE UU, tuvo que paralizar envíos, renegociar y negarse a absorber sobrecostes del 30%: «Al final el cliente pagó, porque nadie en esta industria puede permitirse ese margen».
Tensiones de Oriente Medio
El impacto de esta tensión comercial se extiende también a empresas vascas. Pello Rodríguez, presidente de Grupo Mondragon, participó asimismo en el debate y compartió ejemplos concretos: «En una de nuestras divisiones, el 90% del negocio va a EE UU, así que estamos expectantes. En otras, como automoción, tuvimos miedo por nuestras fábricas en México, pero la presión de grandes clientes americanos terminó forzando cambios en los aranceles». Desde la perspectiva institucional, Arantxa Tapia, exconsejera de Industria del Gobierno Vasco, defendió la necesidad de mantener una política industrial coherente y a largo plazo: «No puedes decidir hoy que la industria es importante, mañana que lo son los servicios, y pasado que el turismo es el futuro. Si crees en la industria, tienes que sostenerla en el tiempo», afirmó. También apostó por diversificar «desde las fortalezas».
El debate se cerró con una pregunta sobre el posible impacto comercial de la tensión geopolítica en Oriente Medio, y la respuesta fue compartida: más incertidumbre y freno a la inversión. Pello Rodríguez advirtió que los compradores de máquinas necesitan estabilidad y que este tipo de conflictos «no ayuda». Woods aseguró que «el presidente Trump prefiere hacer negocios antes que entrar en guerra» y que el conflicto «no es bueno para la economía ni para los negocios». Tapia alertó de que si la incertidumbre se prolonga, las inversiones de las empresas peligran. Y Hauser apuntó que, pese a todo, esta situación está empujando a Europa a reforzar su propia industria y defensa, lo que —«aunque no deseable»— puede «generar oportunidades».
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