En las entrañas del superordenador de IBM
El Polo Cuántico de Ibaeta mantiene su procesador a 273 grados bajo cero y convierte a Donostia en uno de los lugares más fríos y precisos del planeta
El aire se enfría al cruzar la puerta. Un zumbido grave y continuo ocupa el espacio, como un corazón metálico que late bajo control. En ... esta sala, el silencio absoluto no existe: es sustituido por el rumor del frío. Ese sonido —el del criostato que mantiene la temperatura a 273 grados bajo cero— delata la presencia del IBM Quantum System Two, el superordenador cuántico más avanzado del mundo y el primero de su generación instalado en Europa. Donostia guarda ahora uno de los lugares más fríos y precisos del planeta.
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En el interior del armazón metálico, el procesador Heron de 156 cúbits trabaja en equilibrio extremo, donde cada cúbit puede ser cero y uno al mismo tiempo. Esa superposición permite realizar millones de cálculos simultáneos y abordar problemas que los ordenadores clásicos ni siquiera pueden simular. «El usuario no ve la física que hay debajo —explica Mikel Díez, responsable de IBM Quantum para España y Portugal—; nuestro objetivo es que científicos y empresas trabajen como siempre, sin notar la complejidad que sostiene cada resultado».
El viceconsejero Adolfo Morais, que acompaña la visita, recuerda que el edificio de Ikerbasque, en el Polo Cuántico de Ibaeta, no alberga solo una máquina, sino «un punto de encuentro entre la ciencia y la industria». En torno a esta infraestructura se ha tejido la red Basque Quantum, que conecta a más de veinte centros tecnológicos y universidades, además de una treintena de empresas que ya desarrollan casos de uso en energía, biomedicina, materiales y finanzas. Para participar, las compañías no alquilan tiempo de cálculo, sino que se integran en la red mediante proyectos conjuntos con grupos de investigación. «La clave es la cooperación —añade Morais—; no se trata de comprar potencia, sino de compartir conocimiento».
El responsable de IBM subraya además otro rasgo menos visible pero fundamental: la eficiencia energética. «No tendría sentido construir un ordenador del futuro que consumiera cantidades salvajes de energía —afirma Díez—. Nuestro objetivo es alcanzar un equilibrio entre potencia de cálculo y sostenibilidad». La mayor parte de esa energía no se destina al procesamiento, sino a mantener la temperatura estable y el entorno libre de vibraciones, condiciones imprescindibles para que los cúbits mantengan su coherencia.
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Díez detalla que el sistema donostiarra está plenamente conectado a la nube cuántica global de IBM, lo que permite que los proyectos desarrollados en Euskadi se integren con los que se realizan en otros centros del mundo, desde Nueva York hasta Tokio. «Cada cálculo que se ejecuta aquí forma parte de una red de experimentos interconectados», explica. «Si un algoritmo se mejora en Alemania o en Suiza, ese avance se replica automáticamente en Donostia». De ese modo, la máquina instalada en Ibaeta no es un ente aislado, sino un nodo europeo dentro de una arquitectura global de conocimiento.
Diseñado para crecer
Morais insiste en que el verdadero valor de esta instalación está en su capacidad para retener y atraer talento, tanto científico como industrial. «Euskadi ha apostado por la cuántica no solo como un proyecto tecnológico, sino como una estrategia de país», subraya. Por eso, el edificio de Ikerbasque combina laboratorios, espacios de formación y zonas de trabajo conjunto para empresas. «Aquí se formarán las próximas generaciones de investigadores y desarrolladores cuánticos, pero también se validarán productos, algoritmos y soluciones que puedan tener una aplicación inmediata en la economía real».
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Antes de salir, Díez explica también por qué IBM eligió Donostia para instalar el primer System Two fuera de Estados Unidos: «Aquí encontramos algo que no abunda —dice—: una combinación real de conocimiento científico, visión institucional y colaboración empresarial. En muy pocos lugares del mundo existe esa confianza mutua entre todos los agentes del ecosistema».
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