La responsabilidad social se abre paso en la inversión
El volumen de los fondos que invierten en empresas sostenibles creció en Europa un 12% entre los años 2014 y 2016, aunque en España el margen de crecimiento es aún muy grande, sobre todo entre los pequeños ahorradores. En Euskadi algunas instituciones públicas se han propuesto impulsar estos productos financieros
Jorge Murcia
Viernes, 16 de junio 2017, 17:03
¿Confiaría su dinero a fondos que invierten en empresas armamentísticas, que contaminan el medio ambiente sin reparos, o que no se preocupan lo más mínimo por el bienestar de sus trabajadores? Cada vez más ahorradores responden que no. Y, además, se preocupan por comprobar que eso no suceda. La responsabilidad social se abre paso poco a poco en el mundo de las inversiones, alejado tradicionalmente de todo cálculo que no responda al mayor y más rápido retorno de beneficios. El volumen que mueven los denominados fondos de inversión socialmente responsables (FISR) en Europa creció un 12% entre los años 2104 y 2016, según un estudio de EAE Business School.
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Esta modalidad de inversión tiene todavía un amplio margen de crecimiento en algunos países europeos como España, y especialmente entre los pequeños ahorradores, que aún asocian inversión ética con menores ganancias. En Euskadi, algunas instituciones públicas empiezan a enarbolar la bandera de la ISR. Es el caso de la Diputación de Bizkaia, que en colaboración con Fineco-Kutxabank Banca Privada y Deusto Business School, ha promovido el Biscay ESG Global Summit, un foro que pretende erigirse en «referente mundial» de las finanzas responsables y que se celebrará en la última semana del mes.
¿En qué consiste exactamente la inversión socialmente responsable? Es aquella que tiene en consideración tanto criterios financieros de rentabilidad-riesgo (igual que la inversión tradicional) como los denominados ASG (ambientales, sociales y de buen gobierno) en los procesos de análisis y toma de decisiones de inversión. Según Spainsif, el foro español de la ISR, hablamos de una «filosofía de inversión» aplicable a todos los productos financieros: fondos de inversión, planes de pensiones y de empleo, seguros de vida ahorro, sociedades y fondos de capital riesgo, etc.
El manual de la inversión socialmente responsable de Spainsif indica que, para que un producto sea ISR, «debe indicar expresamente que su política de inversión tiene en cuenta los criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno». Es difícil cuantificar el volumen de dinero que mueven estos fondos, ya que entre estos los hay de muy diferentes tipologías. Los llamados fondos «de exclusión» no invierten en compañías -ya sea en bonos, acciones u otro tipo de títulos- dedicadas a un determinado tipo de actividades, como pueda ser la venta de armas, tabaco, o alcohol. Otros, como los denominados 'best in class', ponen su dinero en las más destacadas compañías de los sectores en los que no descartan invertir. Y también están los temáticos, que invierten en energías limpias, en agua, o en microfinanzas, por poner algunos ejemplos.
En España, las gestoras de FISR movían en el año 2002 activos por valor de 80 millones de euros, mientras que en 2015 ya eran 169.359 millones, un 16,33% más que el año anterior. Son cifras obtenidas según la metodología de Eurosif (el foro europeo del sector), que únicamente contabilizan en cada país aquellos activos invertidos por equipos de gestión radicados en ese lugar. Por tanto, se excluyen aquellos fondos gestionados por entidades en el extranjero, aunque ese dinero sea de origen español. Según el estudio de EAE Business School, el mercado total de ISR en España (independientemente de la procedencia geográfica de los equipos gestores ) mueve 2,2 billones de euros. España ocupa el número 10 en la clasificación europea de países con mayor número de fondos, con 23 (aunque son sólo tres los que mueven el 84% del patrimonio).
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Uno de ellos es el promovido por Fineco-Kutxabank Banca Privada. «Lo hemos hecho porque somos firmes creyentes de que invertir con criterios ambientales, sociales y de buen gobierno es la forma más correcta, y es hacia la que el mercado de inversiones va a ir de forma rápida», asegura Jon Recacoechea, director de inversiones ASG de la firma. «Tradicionalmente el mundo de las finanzas se ha visto de un punto de vista muy egoísta: tratar de obtener la mayor rentabilidad con el menor riesgo posible», explica. «Pero en los últimos años se viene hablando cada vez más de las finanzas sostenibles», añade Recacoechea, quien desmiente que las inversiones con criterios ASG «vayan a ser menos rentables que las convencionales. Para nada quiere decir que se trate de un tipo de donación a fondo perdido, o un acto de filantropía puro y duro».
A su juicio, la inversión responsable «supone un filtro para evitar una cierta tipología de sustos. Es decir, escándalos que surgen en un momento determinado en ciertas compañías, como pasó por ejemplo con Volskwaggen y el escándalo de las emisiones diésel, lo que le hizo perder mucho valor en Bolsa».
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Pero, ¿cómo saber que una empresa es sostenible, o socialmente responsable? «Esa es la clave de este negocio. Y es complicado porque hay muchos intereses de por medio. Muchas empresas quieren que se les ponga en sello ASG, cuando quizá no lo merezcan», reflexiona Fernando García-Bezares, director del departamento de Finanzas de Deusto Bussiness School. En la actualidad hay una serie de entidades encargadas de otorgar el label de empresa ASG, como MSCI, Sustainalytics, o Vigeo Eiris. Son los gestores quienes pagan a estas compañías para que les faciliten los 'ratings' ASG de las empresas. Y aquí radica la principal diferencia respecto a las agencias de calificación crediticia (como Moodys o Fitch), que cobran directamente de las empresas cuya solvencia analizan.
Otro de los grandes retos a los que se enfrenta la ISR es llegar al pequeño ahorrador. Hasta ahora el grueso del mercado ISR estaba copado por fondos institucionales, bancos, compañías de seguros o fondos de pensiones. O por fondos soberanos como el noruego, muy activo a la hora de apostar por empresas sostenibles. «Gestiona más de 800.000 millones de euros -procedentes paradójicamente, de su petróleo- en activos, y contribuye mucho a ejercer una fuerte presión sobre las compañías para que adopten estrategias de sostenibilidad», opina Recacoechea. Frente al tradicional liderazgo que el mundo anglosajón ha ejercido siempre sobre la órbita de las finanzas, países como Noruega y, sobre todo, Francia, encabezan el movimiento de la inversión sostenible.
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Una tendencia a la que se empieza a sumar el inversor minorista, de donde procede ya el 22% del dinero gestionado por los fondos ISR. Pero en España ese porcentaje apenas llega al 2%. «El pequeño inversor es aún un poco reacio a este tipo de fondos», cree Gómez-Bezares, que ha estudiado a fondo el 'ecosistema' de los fondos de inversión. Y ha llegado a la conclusión de que los denominados 'convencionales' «son menos habilidosos a la hora de seleccionar los títulos que los fondos ASG. Probablemente porque estos los conocen mejor, ya que son muchos menos. El hecho de tener un mercado reducido también les permite adelantarse a los movimientos del mercado».
Se trata en cualquier caso de un mundo «aún por crear», en palabras del diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, pero con un futuro «increíble». Por eso la institución foral se ha propuesto «abrir esta senda» y hacer del territorio «un referente» de la inversión sostenible.
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