Ezkurdia, todavía no te lo crees...

Su obsesión por acabar rápido el tanto le obliga ahora a jugarse las habichuelas el sábado contra el leitzarra en el Labrit de Pamplona. De ser un partido intrascendente se ha convertido en muy importante. El Ezkurdia-Artola con el que se pone el cierre a la tercera jornada de la liguilla de cuartos del grupo B no tiene todavía ni fecha ni escenario. Sería bueno que las empresas lo hiciesen público cuanto antes. Por el bien de los pelotaris y también de los pelotazales.

Laso dilapidó un partido que tenía en la mano. Puede pasarle a cualquiera, pero lo que no es de recibo es que, después de jugar tan bien a pelota, después de desarbolar por completo al campeón, después de firmar tantos preciosos, no supiese cerrar el partido a su favor. De las derrotas también se aprende, pero la es como para hacérselo pensar una, dos u ocho veces si hace falta. Tardará tiempo en encontrarse una situación tan favorable ante el defensor del título. Mucho tiempo. Quizás nunca vuelva a repetirse en la vida.

Laso salió con las ideas muy claras. Ya lo había avanzado con anterioridad. «Hay que moverle, le cuesta desplazarse», dijo sobre Ezkurdia. Y lo puso en práctica desde el inicio. Había que incomodar al de Arbizu como fuese, no podía plantar sus pies en mitad de cancha. Al ancho, al txoko, esa era la única fórmula para batirle. Laso la puso en práctica y se hizo con el mando del luminoso (0-4, 2-6, 3-8 y 6-10). Llevaba ya tres saques y cinco tantos en juego para el 4-9. Ezkurdia no sabía por dónde le daba el aire. Deambulaba por la cancha, desorientado. Le estaban pasando por encima y no podía oponer resistencia.

Después de una fase en la que ninguno lograba despegarse del otro, Laso cogió la directa. Transformó un 12-14 en un 13-21 ante el asombro del poco público que acudió al Bizkaia. No daban crédito. Laso firmó un último tanto magnífico. Primero lanzó un dos paredes, luego paró la pelota en el txoko y acabó con un gancho incontestable. Luego llegó la hecatombe traducida en errores. El penúltimo, garrafal, al enviar la pelota por detrás de la raya del acotado (21-21). Y el último, como para comer cerillas. La pelota acabó en la contracancha tras una apertura. Nadie se explica lo que le pasó.