Altuna III ahonda en la herida de Irribarria (11-22)

La pelota con la que los vencedores cobraron una tacada de catorce tantos del 2-1 al 2-15 apenas corría dos cuadros. Jokin Altuna, elegido con todo merecimiento mejor pelotari del torneo, supo manejarla, llevar el juego lo más cerca posible del frontis, tejer una tela de araña de la que no supo salir Irribarria, empeñado en un duelo que no le conducía a ninguna parte. En lugar de huir y tratar de imponer su ritmo con un Rezusta que soltó bien la zurda en los primeros tantos, entró ciego a la muleta que le enseñaba el amezketarra, confiado en su dominio del engaño.

Aunque te gusten más los cañones que las castañas, o viceversa, los pelotaris de primera fila, los grandes, deben desenvolverse con todas. Si bien hay músicas que exigen mover los pies a distinta velocidad, los buenos bailarines entienden y dominan igual de bien las piezas lentas que las rápidas. Les distingue su buen oído.

Quizá porque su ama, Kontsuelo, toca el piano o quién sabe por qué, pero la música de Jokin Altuna suena bien. La de Iker Irribarria, en cambio, desafinó por completo en el Aritzbatalde. Un gancho fuera en el primer tanto precedió una sucesión preocupante de errores: uno en la pared izquierda, dos cortadas de derecha bajo chapa y un pelotazo en defensa a la chapa que delimita la parte derecha del frontis. Había perdido ya cinco tantos para el 2-9. Escuchó música, pero de viento, cuatro tras su quinto fallo levantó la mopa del suelo y la estrelló contra las tablas de la contracancha.

La hemorragia tardó en parar. Los remates de Altuna III tambien contribuyeron a la tacada. Firmó tres acciones de saque-remate más una cortada a los pies del zurdo de Arama, una parada al txoko y otra dejada con efecto hacia la pared para que picara la pelota.

Los colorados no encontraban la manera de cortar la racha: 2-15. Hasta que Rezusta aproximó su zurdazo al rebote. Para apuntar el primer error de Altuna III, un derechazo por encima del fleje de la pared izquierda, hubo que esperar al 4-16. Para asistir al primer tanto de jugada de Irribarria, un poco más, hasta la dejada al txoko desde el tres del 6-16.

Para entonces, la final agonizaba. Aunque los pelotazales trataban de animar a los rezagados, en realidad nadie creía en la remontada. Ni Irribarria ni Rezusta podrán quejarse de falta de ánimo. Parte del público les recibió con aplausos al regresar del vestuario tras el segundo descanso obligatorio, con 7-18 en el marcador. La indulgencia y las bulas papales deben existir aún. Al menos en el caso del campeón manomanista.

Altuna III ahondó en la herida abierta. Y eso que no sumó ningún tanto de jugada desde el 3-16 hasta la parada al txoko que significó el definitivo 11-22. Tampoco le hizo falta más. El encuentro avanzaba hacia un desenlace feliz para unos e irreparable para otros.

Irribarria había superado a Altuna III en esta misma combinación dos domingos antes, el 4 de agosto, en Bera. Sin embargo, llegó la hora de jugarse un torneo y cambian las tornas. Volvió a quedar claro que el amezketarra le tiene tomada la medida en los duelos de parejas. Aguijonea su defensa, faceta del juego en la que existe una diferencia abismal entre ambos. Le ataca desde lejos en busca de la derecha. Le aprieta primero y le sorprende después.

Apuesta por el orden y el concierto ante el carácter más impulsivo de Irribarria, que sigue sin sumar un éxito estival a su formidable palmarés en las competiciones oficiales. Sexta final veraniega y sexta derrota. Tercera en Zarautz y tercera decepción. Mientras, Altuna III y Martija sonreían en el podio.