«La energía de Kawa Leauma sigue ahí»
El jugador samoano sigue presente en el día a día del Ordizia, donde dejó huella defendiendo su camiseta allá donde fuese necesaria su ayuda
San Sebastián
Viernes, 23 de diciembre 2022, 06:52
El 21 de diciembre de 2021 es una fecha que jamás olvidarán los seguidores del Ordizia, ni tampoco los amantes del rugby. Kawa Leauma fallecía ... en la localidad holandesa de Leiden, donde se encontraba concentrado con la selección española, al caerse al vacío desde una azotea de un centro comercial tras el partido que había enfrentado al 'quince del León' contra Países Bajos que concluyó con victoria por 7-52 a favor de la selección española. Leauma se debatió durante horas entre la vida y la muerte, pero las lesiones eran tan graves que los médicos no pudieron hacer nada por salvarle la vida. Su viuda, Tali, rememoró este viernes a la noche en el programa Informe+ de Movistar, en el reportaje 'Espíritu Kawa, una dura historia de muerte, vida, amor y esperanza' sus inicios, su vida en común y su futuro hasta ese trágico día.
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«Mi marido se llamaba Kawa, le pusieron ese nombre por el de un árbol, el pohutukawa, un símbolo de Nueva Zelanda que tiene un profundo significado espiritual para los maoríes ya que conecta el principio y el fin de la vida humana. En la mitología maorí, sus flores rojas representan la sangre del guerrero Tawhaki, un espíritu ancestral que mostraba a los hombres el camino desde la tierra al cielo, pero al intentar cumplir su misión se precipitó al vacío y murió», recuerda con nostalgia.
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La semilla del día del club
«Kawa, mi marido, era jugador de rugby. Su sueño era jugar en la selección española. Nació y se crió en Samoa. Allí fue al colegio, pero siendo todavía un niño se vino a vivir a Nueva Zelanda. Se quedó en casa de nuestra tía y de unos pastores de la iglesia. Estuvo tres años y después regresó a Samoa, donde terminó los estudios –recuerda–. Volvió otra vez a Nueva Zelanda, ya de forma definitiva. Teníamos un buen amigo en común y en su graduación Kawa se sentó a mi lado y estuvimos hablando toda la noche. Yo no me di cuenta, pero él anotó su número en mi teléfono y en samoano escribió 'Kawa, buenas nuevas desde el cielo'. Un mes después, volé a Auckland y tuvimos una cita. Me gustó porque lo primero de lo que habló fue del amor que sentía por su familia, de lo mucho que echaba de menos a su padre, que había fallecido el año anterior. Sus prioridades nunca fueron el dinero o las cosas materiales, se ponía siempre la misma ropa. Así quiero que me vea la gente, esa es mi ropa. Uno de los motivos por los que jugaba a rugby era para ayudar a su familia».
«Seguro que está ahí arriba con nosotros, transmitiéndonos su apoyo, como si fuera uno más del equipo»
A Kawa «le conocí en 2013, cuando empezó a jugar a rugby en el equipo que yo entrenaba, los Auckland Red Dragons», rememora uno de sus técnicos. «Tres años después quería seguir progresando, pero en Nueva Zelanda el mercado del rugby es muy complicado. Consiguió por sí mismo que le fichara un equipo australiano. Ese fue su puente hacia España. Me pidieron referencias desde Ordizia, su capitán, Álvarez de Eulate. Una de las cosas que les preocupaba era su actitud, su comportamiento. Les dije que era un chico muy bueno. Eso bastó para que decidieran ficharle y como suele decirse, el resto ya es historia...».
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«Cuando Kawa recibió la primera noticia del interés del Ordizia investigó un poco y me dijo 'hay algo en este club que es justo lo que busco, un club de rugby de estilo familiar' –afirma Tali–. Llegamos a Ordizia y nos sorprendimos mucho. Los paisajes eran preciosos, nos recordaban a los de Nueva Zelanda. Pensamos 'este lugar es impresionante, muy seguro'. Los niños van con sus padres a todas partes», mientras aparecen fotos de Kawa vestido de baserritarra junto a varios compañeros del equipo.
«Era el compañero que necesitas al lado en todo momento, no sabías cómo lo hacía, pero siempre te sacaba una sonrisa»
Kawa se amoldó rápido. «Su mejor virtud fue darse cuenta de que había que integrarse rápido. Existía la barrera del idioma, pero eso no era problema para él. Llamaba la atención un tío tan grande andando por la calle con un gorro de flores en la cabeza. Aquí nos conocemos todos pero encajó muy bien. Quería una vida tranquila, eso era lo que le gustaba. Salid y disfrutad». Ese era su lema, afirman sus compañeros.
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Tali añade que «la gente era encantadora, nos invitaban en todos lados. Nos gustaba mezclarnos, no queríamos que se nos viese solo como 'los del rugby'. A Kawa le gustaba el menú de sidrería, la chuleta, los pinchos e ir al mercado los miércoles».
Julen Goia recuerda que «era un jugador muy agresivo, a veces iba al límite. Genéticamente era un privilegiado, con unos pies gigantes. Era el tipo de compañero que necesitabas al lado en todo momento. No sabías cómo lo hacía, pero siempre te sacaba una sonrisa. No es fácil cruzar todo el mundo, venir aquí y encontrarte con un equipo amateur».
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Una persona altruista
«En España vivíamos solo de su sueldo y a veces era bastante duro porque siempre estaba ayudando a su familia a construirse una casa allí y mientras tanto teníamos que apretarnos el cinturón. Pero él siempre decía 'todo está bien, disfruta de la vida. Tenemos un techo donde guarecernos'. Uno de los momentos más felices y enriquecedores que vivimos juntos fue subir al Txindoki. Fue muy emocionante porque escalar un monte siempre significa algo. Cuando alcanzamos la cumbre sentimos que, ahora sí éramos parte de Ordizia».
Y la llamada de la selección española supuso «un gran triunfo para él –apunta Kali–, para nosotros, para todos los que le habíamos apoyado. Desde que llegamos a Ordizia en 2018 nos dijeron que podía jugar si lo hacía bien en el club y cumplía los requisitos de elegibilidad. Me llamó cuando se lo comunicó el seleccionador. Se puso a llorar y me dijo 'lo he conseguido'. Su sueño era jugar con la selección».
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Debutó contra Italia. Fue un partido muy emotivo para él y se lo dedicó a su padre. Recibió el trofeo al mejor jugador, pero antes de enfrentarse a Países Bajos, en el que suponía el arranque de su carrera internacional con la selección española, no pudo jugar por culpa de la elegibilidad.
«Llamaba la atención un tío tan grande andado por las calles de Ordizia con un gorro de flores en la cabeza»
Allí, en Holanda, tuvo lugar el trágico accidente que acabó con su vida. Sus compañeros de selección recordaban, entre lágrimas, lo acaecido. «Era un día lluvioso, se acercó a la barandilla, resbaló y cayó a un patio entre bicicletas. Le salía sangre por la boca. Respiraba como si estuviera roncando. Todos estábamos destrozados. Nos dijeron que la situación era complicada». Fue sometido a dos operaciones, pero los médicos no pudieron salvar su vida. Tali viajó exprofeso a Amsterdam y se despidió de él en la capilla del hospital. «Le di las gracias por haberme regalado los mejores años de mi vida. Aunque parezca una locura, se aparece en mis sueños con la mejor de sus sonrisas», dijo.
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La noticia de su fallecimiento causó una gran conmoción en Ordizia, donde se le rindió un homenaje al que acudieron casi 60 jugadores de todas las categorías del club. Tali se despidió uno a uno de todos ellos. En el siguiente partido del Ordizia en Altamira, el público se puso en pie en el minuto 5 –ese era el número que llevaba en su camiseta– y comenzó a aplaudir mientras el partido seguía en juego. Era la mejor forma de decirle adiós.
Pancarta gigante en Altamira en memoria de un jugador que se hizo querer por todos
Los aficionados que acuden asiduamente a los partidos del Ampo Ordizia siguen acordándose de él en Altamira. En uno de los laterales del campo figura una pancarta gigante con su imagen, un icono en el que fijarse, un referente para las futuras generaciones del rugby ordiziarra. Un lugar de peregrinaje obligado en memoria de un jugador que lo dio todo por su club, que se hizo querer entre sus compañeros de vestuario y también entre todas las gentes con las que llegó a entablar relación durante su corta estancia en Gipuzkoa. Kawa Leauma se ganó la simpatía de todos y supo trasladar sus valores al resto de la sociedad.
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