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Froome captado por las cámaras del Tour de Francia 2014 mientras utiliza un inhalador. RC
El viejo 'Ventolín' y los ciclistas asmáticos
Ciclismo

El viejo 'Ventolín' y los ciclistas asmáticos

Los deportistas enfermos pueden recurrir al salbutamol, pero algunos lo usan para ganar fuerza por su efecto anabolizante

j. gómez peña

Miércoles, 13 de diciembre 2017, 19:01

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En el bolsillo trasero de algunos maillots ciclistas sigue el hueco para el viejo 'Ventolín', el inhalador que abre los pulmones de los asmáticos con salbutamol, un fármaco al que se puede recurrir en el deporte con autorización médica. Solo se considera caso positivo si supera una tasa, 1.000 nanogramos por mililitro. En la muestra de orina de Chris Froome de la 18ª etapa de la pasada Vuelta a España flotaban 2.000 nanogramos por mililitro. El contraanálisis lo ha confirmado. El caso es positivo. Al corredor británico le toca ahora demostrar que utilizó en exceso el 'Ventolín' de forma involuntaria o presentar un informe farmacológico para demostrar que su organismo retuvo en exceso esa sustancia. Si no, será sancionado como lo fueron en situaciones similares Alessandro Petacchi y Diego Ulissi, y perderá el triunfo en la Vuelta a España de 2017. Y algo más: si es castigado su prestigio y su carrera quedarán manchadas por el estigma del dopaje, una lacra que se había dado una tregua en este deporte y que vuelve embotellada en un viejo recipiente, el del 'Ventolín'.

El porcentaje de asmáticos en el deporte de élite es inusualmente elevado. Con el salbutamol ya tuvieron problemas Miguel Indurain, Igor González de Galdeano y Jan Ullrich. La imagen de un ciclista apretando el inhalador en plena carrera era habitual. Cuando en los tests antidopaje aparecía la sustancia, el corredor presentaba la autorización médica y listo. Tenía permiso. Esa opción, vía receta, dejaba abierta una puerta a la trampa: el salbutamol, por vía oral y en altas concentraciones, además de liberar las vías respiratorias tiene un efecto anabolizante. Da fuerza, facilita la fabricación de músculo y la eliminación de grasa. Por eso, la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) lo tiene en su lista de sustancias grises. No siempre es dopaje pero puede serlo. Como Froome ha doblado la dosis permitida, tendrá que demostrar su inocencia o cargar con la culpa y el descrédito.

Tres meses después de aquella etapa en Santo Toribio de Liébana, el ciclista del Sky aún no ha presentado argumentos que expliquen su caso. La difusión de su caso positivo acelerará el proceso. Froome conoce desde el 20 de septiembre que dio positivo. Aun así, disputó la contrarreloj del mundial de Bergen y logró la medalla de bronce. Dispone de una AUT, autorización de uso terapéutico, para utilizar salbutamol porque es asmático. De ahí que todavía no haya sido suspendido. Pero la alta concentración de esa sustancia en su organismo le apunta con el dedo acusador. Los casos más recientes no le favorecen: Alessandro Petacchi fue suspendido un año en 2008 tras presentar una tasa de salbutamol de 1.360 nanogramos. A Diego Ulissi le cayeron nueve meses de pena por 1.900. Los 2.000 de Froome han hecho saltar todas las alarmas en el ciclismo, un deporte que se alejaba de décadas de escándalos.

Las AUT han estado siempre en el centro de la polémica. Ya beneficiaron a Lance Armstrong en 1999, en su primera victoria en el Tour. Dio positivo pero presentó una receta. Se salvó. Era una práctica habitual. Buena parte del pelotón tenía permiso para, por ejemplo, recurrir al 'Ventolín'. Algunos abusaron. Era como la golosina del dopaje. En 2013 y 2014, hackers rusos desvelaron que Froome también tenía en su mochila una AUT para este fármaco. En el Tour de Romandía de 2014 dio positivo por un corticoide. Se libró con otra AUT. Estaba tratándose un fuerte resfriado. El británico nunca ha ocultado que sufre asma. De hecho, hay imágenes en las que se le ve inhalador en mano. Pero el análisis antidopaje de la pasada Vuelta desvela una tasa que dobla lo autorizado. Y tres meses después aún no ha demostrado que todo se debió a un fallo de su organismo. La Unión Ciclista Internacional se las exige. Si no, puede ser sancionado con dos años de suspensión y, además, perdería la Vuelta a España 2017, que sería para Vincenzo Nibali.

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