«Yo no tenía opciones de ganar la Vuelta, llegaba a casa y solo buscaba la etapa»
Hoy se cumplen 40 años de aquella mítica etapa en Segovia en la que partió sexto y levantó la carrera a Robert Millar con Txomin Perurena como director
El 11 de mayo de 1985 el día amanece nublado y lluvioso en la Sierra de Guadarrama. Las montañas aparecen envueltas en la niebla, el ... ambiente es gélido y el vaho se acumula en los coches de los corredores, que se aprestan a vivir la última gran batalla de la Vuelta a España. Por delante les esperan 200 kilómetros plagados de puertos. Robert Millar (Peugeot), el líder, defiende una renta de diez segundos sobre Pacho Rodríguez (Zor) y poco más de un minuto con Peio Ruiz Cabestany (Orbea). Son los tres que tienen opciones de disputar la carrera. Pedro Delgado, compañero del donostiarra, es sexto en la general a más de seis minutos. Pero lo imposible sucede y el segoviano da un vuelco a la Vuelta que ahora rememora con pelos y señales para este periódico.
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– Por situarnos. Gana en la sexta etapa en los Lagos y se coloca de líder...
– Le quité el maillot amarillo a Indurain, que tenía 20 años y entonces no subía tan bien como lo haría luego. Pero al día siguiente me emocioné camino de Alto Campoo y gasté muchas energías al principio de la etapa. Corrí como un juvenil. A 30 kilómetros de meta me sentí vacío y a diez me descolgué. Perdí cuatro minutos con Millar, Cabestany y Pacho Rodríguez, que fueron los que se jugaron la Vuelta, y porque se quedó conmigo Jokin Mujika...
– En la contrarreloj de la etapa 17, previa al día de Segovia, vuelve a dejarse dos minutos con los mejores y queda a seis del líder.
– En Alto Campoo se puso de líder Cabestany, que a partir de ahí fue nuestro hombre para la general. Yo sabía que la carrera se me había ido en aquella etapa y en la crono ahorré fuerzas para intentar ganar la etapa del día siguiente en casa ante los míos.
– ¿El ataque camino a Segovia respondió a una estrategia de equipo planificada de antemano en el hotel para sorprender al líder o surgió durante la carrera?
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– No hombre. Yo no tenía opciones de ganar la Vuelta, solo pensaba en la etapa. Pero el Peugeot cometió varios errores que favorecieron el desenlace que se dio.
– ¿Cuál fue el primero?
– De salida se montó una buena batalla para buscar la fuga entre hombres que no importaban para la general, algo que sigue pasando hoy en las etapas de montaña, pero el Peugeot saltó a todos los ataques. Como consecuencia, cuando llegamos al primer puerto, La Morcuera, íbamos todos reventados y el líder había perdido a bastantes compañeros. Creo que solo le quedaban Pascal Simon y Ronan Pensec.
– ¿Y el segundo?
– En Morcuera no pasó nada por el calentón que nos habíamos dado y luego se reagrupó la carrera camino a Cotos. A mitad de este puerto, en la zona adoquinada, intenté varios ataques pero estaba bastante vigilado y el líder saltó a por mí, gastando fuerzas. Todos sabían que llegaba a Segovia y que lo intentaría. Pero en Navacerrada la cosa cambió.
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«En Navacerrada apareció la niebla y me lancé en el descenso. No se veía nada pero como conocía el puerto tracé las curvas a ciegas»
– ¿Por qué?
– Estaba lloviendo y el día se cerró bastante con una niebla que impedía la visibilidad. Nada más coronar me lancé en el descenso. La carretera estaba muy peligrosa y cogí unos metros. «Que se vaya este loco, que se va a estampar», pensarían atrás con razón. Porque arriesgué. Conocía el puerto de memoria y me iba adelantando a las curvas mentalmente, porque no se veía nada. Las tracé a ciegas. Por delante iba escapado Pepe Recio y le di caza. En ese momento creí que había tenido mala suerte porque era un corredor muy potente y soltarlo no iba a ser fácil. Lo intenté en el alto de Los Leones pero no pude. Al coronar nos dijeron que teníamos dos minutos.
– ¿Cuándo ve que tiene opciones reales de ganar la Vuelta?
– A diez kilómetros de meta, cuando me dicen que la ventaja es de cinco minutos. Yo no entendía qué estaba pasando por detrás. Cuando llegué a meta empezó a pasar el tiempo y a los tres minutos y medio vi que llegaba el grupo. «¿Pero qué referencias me han estado dando? ¿Para esto me han calentado la cabeza?», pensé. Y entendí que era demasiado bonito para ser verdad.
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– Pero Millar no viajaba en ese grupo, ¿no?
– Los corredores llegamos empapados y con chubasqueros por la lluvia, así que no se nos distinguía. Vi llegar a Kelly, Pino, Caritoux... pero ahí no estaba el líder. No entendía nada. Luego, rodeado de periodistas, vi que llegaba a casi siete minutos, por lo que gané la Vuelta por 36 segundos.
«Millar me sigue diciendo que nunca tuvo referencias. Fue su director el que no se enteró y, de hecho, después de la Vuelta le echaron»
– ¿Atrás jugaron al despiste?
– Cuando coronaron juntos el último puerto del día, el de Los Leones, Millar estrechó la mano con Pacho Rodríguez y Cabestany dando a entender que ya había ganado. Luego me dijo Peio que les felicitó porque habían sido unos grandes rivales y que tendrían que esperar su oportunidad otro año.
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– La leyenda dice que no les dieron muchas referencias atrás y que hasta Txomin Perurena se quedó con el coche allí para no levantar sospechas...
– Conmigo venía Jordi, el hermano de Peio, que era el masajista y conducía el segundo coche. Pero lo normal es que Txomin se quedara con nuestro hombre fuerte de la general, que era Peio. ¿Las referencias? Se dieron puntualmente en los coches mediante radio-vuelta. Ahora se hace también en inglés y entonces era en castellano y francés, cuando Peugeot era francés. Así que un problema de idioma no fue.
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– ¿Entonces fue un despiste del director del Peugeot?
– Robert Millar siempre me ha dicho que nunca tuvo información de lo que estaba pasando hasta cerca de meta. Ahí el director no anduvo listo, porque cuando ve el pastel tampoco reaccionó. El líder se había quedado solo pero en ese momento tienes que buscar aliados para tirar. Un día por ti y otro por mí. Siempre es bueno que te deban favores. El Skil de Kelly, que era un equipo francés y no se jugaba nada, tenía a cuatro corredores en el grupo. Y no solo no tiraron sino que se fueron hacia adelante. Millar se quedó parado vigilando a Rodríguez y Cabestany y ya no reaccionó. El equipo Peugeot no jugó bien sus cartas y después de la Vuelta le despidieron al director.
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«Algo así claro que puede pasar hoy en día. No fue un problema de información, sino un error en la estrategia del equipo»
– También le vino bien que Javier Mínguez, que sí llevaba corredores en el grupo, no mandara tirar a los suyos para defender la segunda plaza de Pacho Rodríguez. Millar habló de un complot de los españoles...
– Yo creo que Mínguez fue listo porque tenía a Pacho a diez segundos del escocés y cerca de meta había un repecho muy duro en el que poder atacar. Pensaría que tarde o temprano Millar tendría que tirar para defender el liderato y que si llegaba cascado a ese punto, le podría quitar los diez segundos. Aguardó su momento, lo que no esperaría es que Millar no tirase. Hablaron de complot de los españoles pero lo que pasó es que fueron muy torpes.
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– El año pasado Marca le juntó con Millar para hablar de aquella Vuelta. ¿Seguía manteniendo la idea del complot?
– Sí, nos reunimos en Málaga. Seguía con la misma idea. Me decía que él no sabía el tiempo que le sacaba, que iba por delante. El gran error fue de su director, que cuando le da la referencia tenía casi la Vuelta perdida.
– Nunca más se ha visto que el que va sexto el penúltimo día gane una gran vuelta.
– Lo más parecido fue lo que pasó con Doumolin y Fabio Aru en la Vuelta de 2015, también en la Sierra de Guadarrama. El Astana aceleró con Landa en La Morcuera, descolgó a Dumoulin y aunque cruzó por la cima a unos segundos, ya no pudo enlazar en los 50 kilómetros hasta meta porque se quedó solo. Por delante se formó de salida una escapada de 40 corredores y Giant no filtró a ningún compañero para que luego se descolgase a echarle una mano. Por la estrategia puede ser parecido a lo que sucedió en 1985 pero Aru estaba a solo seis segundos y era segundo en la general. Un vuelco como el de Segovia no lo he visto nunca.
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– ¿Hoy con los pinganillos se podría repetir algo así?
– Claro que puede pasar, porque son dos cosas distintas. Información hay y siempre la ha habido. Otra cosa es que haya un error en la estrategia de un equipo.
– ¿Queda algo en la época actual de aquel ciclismo épico?
– Sí, que el ciclista tiene que sufrir igual para ganar. Por mucho que les pongan mejores bicicletas y tengan más medios, eso lo único que hace es que vayan más rápido. Pero el dolor de piernas es el mismo y sigues dependiendo de que te respondan las fuerzas. También hay que saber interpretar la carrera, como siempre. La tecnología ha avanzado pero el esfuerzo y el reto personal sigue siendo el mismo.
– En su caso, siendo un ciclista que le gustaba atacar de lejos y por sensaciones, ¿cómo llevaría estar atado al pinganillo?
– Ahora hay menos espacio para la improvisación, pero lo hay. Antes de esta generación de Pogacar, Evenepoel y Van der Poel, Alberto Contador era un ciclista muy combativo que no se estaba quieto. La interpretación de las carreras es diferente pero el impulso es tuyo. Lo tienes o no. Así que creo que habría sobrevivido, aunque la manera de correr habría sido diferente.
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