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Rubén Sánchez Mohedas (Donostia, 9 de mayo de 1975) no tiene que pensar mucho para responder desde cuándo lleva arbitrando. «Desde los 14 años», dice sin apenas pasar tiempo desde que formula la pregunta hasta que la responde. Es colegiado de la ACB, «desde el año 2008, con lo que ésta es mi temporada número 16» y hoy mismo va a dirigir el UCAM Murcia-Hiopos Lleida, junto con el vizcaíno Juan Carlos González González y el salmantino David Sánchez Benito. Toda una vida con el silbato a cuestas y nadie mejor para hablar de lo que suponen los primeros pasos en el arbitraje, cómo es la relación con técnicos, jugadores y grada y lo que supone llegar a la élite. Porque ahora mismo ser árbitro de la Liga ACB «es ya ser absolutamente profesional. Tenemos stage de pretemporada, varias concentraciones a lo largo de la temporada, exámenes de reglamentación, un portal donde debemos ver -como si fuera un scouting- los últimos partidos de los equipos que vamos a dirigir y ver los nuestros para hacer un compendio de los aciertos y errores que cometemos».
Porque hay una cosa clara que Rubén Sánchez tiene meridianamente nítida. «Claro que los árbitros fallamos. Al igual que un jugador o jugadora falla una bandeja o un entrenador se equivoca en un planteamiento, un sistema o un cambio». Es quizás uno de los asuntos más importantes para un árbitro de corta edad o que empieza en el mundo del arbitraje. Saber sobrellevar el error. «La diferencia de los árbitros buenos a los árbitros muy buenos, es cómo se gestiona ese error». Indica el colegiado nacido en Intxaurrondo. «Cuando pito si no estoy al 100% seguro de una decisión, ya te siembra alguna duda y eso al final te va pesando, pero si a ti eso te pesa en tres ataques o en cuatro ataques, pues en vez de tener ese error puedes tener tres errores más. Lo que tienes que gestionar es el error, que si un error es como un jugador que tira un tiro, falla, coge el rebote y mete canasta. Nosotros lo mismo. Yo he tenido un error, se asume y a la siguiente jugada».
Los encuentros que tiene que dirigir y la labor que ejerce Sánchez Mohedas como coordinador del grupo 2 de árbitros de la FEB, le privan de poder presenciar encuentros de la base en Gipuzkoa. No oculta «lo complicado» que los tienen los chicos y chicas que dan sus primeros pasos y lo difícil que es gestionar un encuentro. «No tengas duda de que para un árbitro joven lo peor es lo que ocurre en la grada. Mucho peor que en la pista», dice alguien con 35 años de experiencia en el arbitraje. «Al final con un entrenador o con los jugadores acabas dialogando y encuentras más respeto por su parte», dice. «Sin embargo, por ejemplo, vas a arbitrar un partido al Carmelo Balda un sábado por la mañana y tienes a dos padres gritándote desde el salto inicial. Eso no se puede consentir».
Sánchez Mohedas admite que «es muy difícil, por no decir imposible» erradicar este tipo de conductas. «Yo creo que dentro de los clubes hay bastante sensibilización sobre cómo debe ser el comportamiento con los árbitros. Es un aspecto que vemos que sí mejora». Asume que «yo soy profesional, pero me es más sencillo pitar delante de 5.000 personas que no en un encuentro con poca gente y tres o cuatro sin parar de meterse con la labor arbitral desde la grada». Un estereotipo que normalmente no suele fallar. «Ese padre o esa madre que se meten con el que está pitando, también ponen en tela de juicio la labor del entrenador si pone o no a su hijo o hija, o si los compañeros le pasan o no el balón».
Para el colegiado guipuzcoano es duro comprobar que «mucha gente lo deja por esa presión extra. Chavales jóvenes a los que no les compensa ganar un poco de dinero para pasarlo mal porque un puñado de padres no hacen más que insultarle». Dice que «lo mejor que le puede pasar a un colegiado es pasar desapercibido y no errar en ninguna decisión pero eso es casi imposible».
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