No conocía a Shirley Chisholm. No sabía que a finales de los años 60 se convirtió en la primera mujer afroamericana elegida para el Congreso ... de los Estados Unidos. Y que mucho antes de que Obama llegase a la Casa Blanca, ella fue la primera persona afroamericana que buscó la candidatura presidencial por uno de los grandes partidos. Además fue también la primera mujer que optó a dirigir el Partido Demócrata. Hay una historia detrás de ella que no se ha contado. O no se ha hecho tal y como merece. Méritos y motivos le sobran.
Posiblemente hayan pesado su género y su origen en el hecho de que el cine y la televisión no se hayan acercado a ella como debiera. Por aquello de que los productores y cadenas buscan personajes con los que esperan que se identifiquen un buen número de espectadores. Eso está cambiando, afortunadamente, con la llegada de las plataformas y la fragmentación de las audiencias. La he conocido gracias a «Mrs. America», la estupenda serie de HBO que no dejo de recomendar, porque narra acontecimientos vinculados a la segunda ola del feminismo en EE UU, que conviene revisar para entender mejor la situación actual y la envergadura de algunas reclamaciones que colean desde hace décadas. Y porque puede presumir de una puesta en escena y unas interpretaciones excepcionales de un puñado de mujeres cuyas historias no estaban contadas ni puestas en valor, a pesar de que la mayoría son decisivas para comprender aspectos de la sociedad actual y debates que siguen sin resolverse.
Las series también sirven para eso, para reparar olvidos, para crear referentes, para despertar la curiosidad por figuras que habían sido ninguneadas. Porque la cultura audiovisual también puede y debe contribuir a crear un mundo más plural y diverso veces.
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