Los secretos del escudo de Elcano: un regalo real

Especial Elcano ·

Elcano reclamó a la corona diversas recompensas, en dinero y especie, por su gesta, pero recibió una que no esperaba: un escudo de armas que certifica que fue el primero en rodear la tierra

Martes, 6 de septiembre 2022, 09:55

Una vez que Juan Sebastián Elcano llegó a España el 6 de septiembre de 1522, comenzó la hora de las recompensas. El marino vasco sabía que no iba a recibir premios y honores –ni dinero– si se limitaba a esperar la decisión de la Corona de premiarle por el viaje. Para asegurarse de que se le prestaba la atención de la que se consideraba merecedor, solicitó una serie de concesiones al Rey Carlos I. La más peculiar que se le entregó –y no había pedido–fue un muy especial escudo de armas, repleto de alusiones a su epopeya.

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Entre septiembre y octubre, Elcano escribió una carta al Monarca en la que le reclamaba una capitanía de la armada, ser la máxima autoridad en alguna fortaleza pendiente de erigir en las islas descubiertas en el Océano Pacífico y vestir el hábito de la orden de Santiago. En el aspecto financiero, pedía 200 ducados anuales y ayudas económicas «para dos parientes pobres» que le habían acompañado en la vuelta al mundo. Carlos I no fue generoso con las peticiones del hombre que acababa de realizar en su nombre una de las mayores gestas de la Historia. Ni la capitanía ni la fortaleza le fueron concedidas. Con respecto al hábito de la orden militar, tampoco quiso que el vasco lo vistiera. Esta medida era importante puesto que solo se concedía a quienes podían demostrar pureza de sangre y en la práctica suponía ingresar en una clase social muy alejada de la de los plebeyos. Se trataba de un honor social que ni siquiera algunos nobles podían conseguir pero que sin embargo sí se había concedido a Fernando de Magallanes. Elcano vio negada esta posibilidad de brillar en la corte sin que se le ofrecieron explicaciones.

Sin embargo, el emperador Carlos V le concedió algo que no había solicitado pero que sí que tenía un simbolismo muy especial: un escudo de armas en el que la heráldica servía para que la gesta de Elcano pasase a la historia. El Rey hizo que el arte consagrase al marino.

En primer lugar, el monarca permitió que el escudo estuviera encabezado por una figura del globo terráqueo en la que se puede leer en latín:

«Primus circumdedisti me»

trad. 'primero en rodearme'

El lema ya era toda una declaración de intenciones. Quedaba claro que Elcano era el primer primer hombre que consiguió rodear todo el orbe. Así entraba en la historia de la humanidad por la puerta grande.

Carlos V también quiso que en la parte inferior del emblema apareciese una ilustración muy especial: dos palos de canela cruzados, tres nueces moscadas y doce clavos de especia. Esta incorporación suponía que el Rey reconocía también una de las aportaciones claves del aventurero: haber abierto una ruta a la tierra de las especies, la 'especiería', es decir, a uno de los mayores tesoros de los que un país podía disfrutar en ese momento y por el pugnaban todas las potencias europeas, en especial, Portugal.

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500 años de la gesta de Elcano

Pero el escudo tiene otros dos elementos importantes. En los laterales se encuentran los reyes de las Molucas, la isla de la Polinesia en la que crecía el clavo, una de las especias más valoradas en aquella época. Carlos I quiso que los dos monarcas de las islas apareciesen como responsables del éxito de su súbdito y ordenó que se representasen con dos palos en las manos, uno de canela y otro de clavo.

El cuarto elemento es un castillo. Es decir, un símbolo del poder de Castilla y que debía servir para recordar quién había organizado la vuelta al mundo y a quién debía en última instancia su gloria.

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El Rey todavía concedería algunas peticiones a Elcano, más allá de las reclamaciones económicas que había demandado en su carta inicial. En mayo de 1524 le permitió llevar armas para defenderse «de los que le quieren mal» y contar con una escolta de dos personas. Según había solicitado el propio vecino de Getaria, en ese momento temía por su vida y no descartaba que las conspiraciones que se habían desatado por su éxito llevasen acompañadas un intento de asesinato de su persona que conocía los secretos que abrían la puerta a tesoros por los que pugnaban España y Portugal.

Un año antes le había otorgado una cédula de perdón por la que quedaba absuelto en el proceso que se le había abierto por haber vendido un barco a armadores de Saboya (actual Italia), algo que la legislación española prohibía de manera expresa.

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