Crítica de '¡Ay, Dios! Esta vez voy a por ti': Una función más redonda
Por segundo año consecutivo Óscar Terol se mete en la piel de Dios, o quizás sea al revés, para crear un monólogo entre cómico y ... místico. Capaz de estimular al mismo tiempo al público con chanzas sobre el metro donostiarra o con cuestiones profundas como la vida tras la muerte. ¿O será más bien la muerte tras la vida? Da igual, la piedra angular de este '¡Ay, Dios!' 2025 es divertir y de paso soltar respuestas que parecen preguntas sobre cosas esenciales de eso que llamamos vivir.
El espectáculo es básicamente el del año pasado, aunque con algunos cambios que le sientan mejor. El engarce entre la parte terrenal y la divina está más logrado, especialmente cuando Dios ya se retira del cuerpo de este cómico «mediocre» (Terol dixit) y regresa el humorista con un aluvión de chistes con 'txapela' donostiarra. El impacto tiene tal fuerza cómica como habilidad para subrayar la mezcla de humor y profundidad que define toda la parte central del monólogo.
¡Ay, Dios! Esta vez voy a por ti
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Creación e interpretación: Óscar Terol.
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Queda claro que el público se siente más 'cómodo' con el Terol ingenioso sacando punta a la idiosincrasia donostiarra que ante el humor más elaborado y no por ello menos jocoso con el que introduce a Dios en este lío.
Esta parte provoca carcajadas, por supuesto, pero el espectador recibe mensajes cargados de elementos menos primarios y más dados a la reflexión que a la reacción automática de la risa, que por otra parte nunca desaparece del todo. Logra Terol con esta segunda versión una función más redonda, como si se hubiera liberado de algunos temores sobre su opción de mirar más allá del chiste, que es un espacio en el que podría vivir el tiempo que quisiera.
Así que ahora viene a por nosotros con más aplomo y, a la vez, con las mismas buenas intenciones de divertir mientras habla de cosas que, compartamos o no, pertenecen a cuestiones intemporales.
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