Días de gloria en Donostia
Pablo de León
Domingo, 22 de junio 2025, 02:00
El estadio de Anoeta volvió a convertirse en un altar para la música en vivo. Con más de 40.000 voces entregadas al espectáculo, Bruce ... Springsteen y la E Street Band demostraron por qué, a pesar de los años y de las modas cambiantes, siguen siendo una de las fuerzas musicales más auténticas e intensas del planeta.
A sus 75 años, el Boss mantiene intacta la magia que lo convirtió en referente absoluto del rock. El concierto empezó con 'Never Surrender' y 'Land of Hope and Dreams' que puso al público a corear y a menearse desde el primer acorde. Una explosión de energía que no cedió en toda la noche. Le siguieron 'Death to My Hometown' y 'Lonesome Day' para ir calentando un ambiente que alcanzó rápidamente temperaturas épicas, donde la música y la euforia encontraron un camino para convertirse en una experiencia única e irrepetible.
Springsteen no escatimó en clásicos, pero supo darle a la noche un sello personal con interpretaciones de temas menos frecuentes en su repertorio actual. Sonaron 'My Love Will Not Let You Down' y 'Rainmaker' (de su álbum Letter to You), tema con el que empezó a sacar los primeros licks agresivos de una Telecaster que ha vivido mil batallas pero que todavía le queda alma para mil más.
Springsteen demostró que la madurez no solo aporta experiencia, sino profundidad emocional y un control absoluto del escenario. Sigue dominando cada palabra, cada acorde y cada pausa para convertirla en un momento de comunión con su público. Todo ello liderado por una voz rasposa y contundente, que no ha sufrido los estragos de la edad y con la que todavía puede mantener largas notas sin despeinarse.
Uno de los picos emocionales de la noche llegó con 'Darkness on the Edge of Town' y 'The Promised Land', canción con la aportó brillantez con la armónica mientras se paseaba entre el público de la primera fila. El estadio al completo, un mar de rostros emocionados y luces encendidas, cantó junto al músico cada palabra de estos himnos, alcanzando una especie de catarsis colectiva donde la frontera entre artista y audiencia desapareció por completo.
Bruce Springsteen y la E Street Band
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Intérpretes Bruce Springsteen (Voz y guitarra)
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Roy Bittan (Teclados)
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Nils Logfren (Guitarra)
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Garry Tallent (Bajo)
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Stevie Van Zandt (Guitarra)
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Max Weinberg (Batería)
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David Sancious (organista)
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Jake Clemons (Saxofón)
La intimidad llegó de la mano de temas como 'The River', dando paso a una interpretación casi confesional, que mostró que la vigencia de sus clásicos sigue intacta en estos tiempos inciertos. La conexión entre Bruce y la audiencia –que se tomó la libertad de iluminar el estadio con sus móviles– quedó latente cuando sus agudos, propios de un falsete bien controlado, quedaron eclipsados por la ovación del respetable.
La E Street Band estuvo brillante, sólida e inspirada durante las casi tres intensas e inolvidables horas de concierto. Steven Van Zandt lució magistral en la guitarra, aportando un contrapunto perfecto al carisma de Springsteen, mientras que Max Weinberg volvió a convertirse en el corazón rítmico de la banda, marcando cada beat con la autoridad de un veterano que sigue disfrutando cada minuto en el escenario. Nils Lofgren, Garry Tallent, Roy Bittan y Jake Clemons demostraron que la química humana y musical sigue viva e intacta, logrando una categoría escénica que pocos grupos en la historia han alcanzado.
El espectáculo llegó a su punto más emotivo en 'Youngstown' y 'Murder Incorporated'. Acompañadas por una sección de metales brillante y una audiencia entregada, alcanzaron un nivel casi espiritual donde la música, la memoria y la esperanza encontraron un camino para unirse. El público, una masa exultante de todas las edades, convertía cada verso en un lugar donde los sueños parecían al alcance de la mano.
El final alcanzó cotas épicas con 'The Rising' y 'Because the Night' antes de que 'Badlands' hiciera vibrar al público en un clímax electrificante y pasional. El bis estuvo marcado por un auténtico desfile de himnos donde sonaron 'Born in the U.S.A.', y 'Born to Run' para convertir la noche en una gran celebración colectiva. El adiós perfecto para una jornada donde la música volvió a demostrar que no existe frontera para la magia, la memoria y la esperanza.
En definitiva, la presentación en Anoeta no solo confirmó que Bruce Springsteen sigue en la cúspide de su carrera, sino que reafirmó que cada encuentro con el Boss sigue siendo mucho más que un concierto: es un ritual donde la comunidad, la música y la fuerza de la vida encuentran un camino para unirse, recordándonos por qué, a pesar del paso de los años, la magia sigue viva y sigue latiendo con la misma intensidad que la primera vez.
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