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Spyder Turner y la banda y las coristas del Mojo Workin', en el ensayo del miércoles en Tabakalera. Lusa.

«La cancelación ha sido un infierno, pero ha provocado reacciones muy bonitas»

La organización del Mojo Workin' se enfrenta a una deuda de 50.000 euros pero confía en salir «airosa» y no renuncia a continuar con el festival

Juan G. Andrés

San Sebastián

Sábado, 14 de marzo 2020, 10:02

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El jueves, cuando aún existía una exigua posibilidad de celebrar el festival, Arkaitz Kortabitarte aseguró que la de este año sería «probablemente» la última edición del Mojo Workin'. «La decisión es firme al 99,9%», sentenció. Curiosamente, después de la suspensión de ayer por las medidas contra el coronavirus, el director de la cita parecía más tranquilo, resignado y liberado del peso de una incertidumbre que le tenía «consumido».

«Hoy [por la noche del jueves] al fin he podido dormir porque ya lo dábamos todo por perdido. Es peor la tensión de no saber si estás arruinado. Una vez que lo sabes, puedes empezar a luchar para darle la vuelta», asegura el responsable de Gure Gauza, asociación sin ánimo de lucro. La organización del Mojo Workin' se enfrenta a una deuda de 50.000 euros tras la cancelación de la undécima edición que debía celebrarse este fin de semana, pero con todo, no cierra las puertas a organizar un nuevo festival en una fecha aún por determinar.

El motivo del cambio reside en la oleada de solidaridad que ha despertado la cancelación del festival de soul y rhythm & blues. En las redes sociales muchas personas insistían en rechazar la devolución del dinero de los tickets para ayudar al Mojo. «Por mi parte, el dinero de las entradas es vuestro, no lo voy a reclamar», escribía en Facebook Unai Laskibar. Otros usuarios proponían campañas de micromecenazgo y músicos como Eneko Etxeandia (Lie Detectors) o Santiago Delgado (Los Runaway Lovers) brindaban su ayuda para conciertos benéficos como el que Kutxa ha propuesto montar en junio. Y mientras intentaban adelantar su vuelo para regresar a EEUU antes de que la situación empeore, los cuatro invitados extranjeros de este año -Spyder Turner, Carolyn Crawford, Ruby Andrews y Chris Clark- se ofrecían a volver para dar los conciertos que estaban deseando protagonizar.

Seguidores del festival renuncian al reembolso del precio de las entradas y ofrecen su ayuda para afrontar la deuda

«Estamos exhaustos, jamás imaginé que podría suceder algo así. Hemos acabado con la cabeza muy loca porque además de tocarnos el bolsillo, la situación también afecta a las relaciones personales. En la asociación están mi novia y mis mejores amigos, y en situaciones así surgen tensiones que realmente no son necesarias», explica Kortabitarte, que a renglón seguido añade: «Pero luego ves el apoyo de tantas personas que te piden seguir adelante y te ofrecen su ayuda, que te entra una especie de responsabilidad. Nos acabamos de pegar un guantazo impresionante pero es posible que salgamos airosos gracias al respaldo de tanta gente. Está siendo un infierno, pero al mismo tiempo, ha provocado reacciones muy bonitas. No puedo evitar emocionarme con cada comentario que leo».

Si las 1.250 personas que iban a asistir al festival renunciaran a la devolución del precio de la entrada, la asociación podría cubrir cerca de la mitad de la deuda, es decir, unos 26.000 euros. De todos modos, Arkaitz Kortabitarte entiende que «lógicamente» haya quien quiera recuperar el dinero que ha pagado por unos conciertos que no han tenido lugar, y en próximas fechas, anunciarán el método a seguir para obtener el reembolso.

«Paliar daños»

Así las cosas, ahora la pelota está en las instituciones que suelen otorgar las ayudas necesarias para celebrar el festival. Kutxa y Diputación ya habían entregado las suyas, pero las del Gobierno Vasco y Donostia Kultura están en el aire. El Ejecutivo autonómico ni siquiera la ha convocado todavía, y la del organismo municipal está pendiente de resolución, aunque sus responsables les confirmaron ayer que su «intención es paliar daños» para que la situación «sea lo menos mala posible para todos».

Aún es pronto para saber en qué se traducirán esas intenciones, máxime cuando las subvenciones se entregan una vez realizada la actividad, algo que este año no ha sucedido. En principio, confían en cobrar la ayuda dado lo excepcional de la situación: la cancelación ha sido «por fuerza mayor» y provocada por una pandemia global. «Entendemos que probablemente Donostia Kultura nos la conceda, pero la buena voluntad se queda sólo en eso si detrás no hay hechos ni números. Veremos qué pasa», añade.

El director del festival agradece el apoyo de las instituciones, aunque insiste en que la forma de otorgar las ayudas no es la más operativa, pues obliga a adelantar mucho dinero a la asociación, que trabaja sin saber sin finalmente recibirá esos fondos. La «incertidumbre» que ello provoca, unido al cansancio acumulado durante diez años y a la puntilla del coronavirus son los factores que el jueves citó Kortabitarte para anunciar que, «probablemente», el de este año sería el último Mojo Workin'. Sin embargo, ayer parecía que en unos meses podría terminar imponiéndose el 0,1% de posibilidades de que haya una nueva edición que permita al festival volver con bríos renovados. Así sea.

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