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Trenes de la vergüenza, la cara oscura del sueño americano

Trenes de la vergüenza, la cara oscura del sueño americano

Christina Baker Kline desentierra la historia de 250.000 niños explotados al borde de la esclavitud entre 1854 y 1929 en EE UU

Miguel Lorenci

Sábado, 7 de febrero 2015, 07:26

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«La esclavitud pervivió en Estados Unidos, en cierto modo, hasta bien entrado del siglo XX y en uno de las episodios más oscuros y terribles del sueño americano. Es la cara b de la gran historia de un país que, escrita por vencedores, glorifica al dinero, a los estadistas, magnates y generales pero que entierra en el olvido a los huérfanos de los trenes de la vergüenza". Así presenta Christina Baker Kline (Cambridge, 1964) 'El tren de los huérfanos' (Ediciones B), la conmovedora novela en la que desentierra la dolorosa historia de los cientos de miles de críos enviados «como mercancía» de las grandes urbes al despoblado medio oeste estadounidense a lo largo de 75 años.

Explotados como mano de obra gratuita, despreciados, semi esclavizados por contrato hasta la mayoría de edad y olvidados durante tres cuartos de siglo, Baker devuelve la voz a estos desheredados, trabajadores forzados a quienes robaron su identidad, sus anhelos y su futuro. Su historia ha tocado la fibra del lector norteamericano. Para su sorpresa, Baker ha vendido en su país dos millones de copias de la que es su quinta novela, con la que encabezó la lista del New York Times y que se ha publicado ya en casi 40 países.

A mediados del siglo XIX se puso en marcha la terrible e inhumana maquinaria de lo que derivaría en el sistemático y prolongado tráfico de desheredados. Solo por las calles de Nueva York deambulaban más de 35.000 huérfanos y menores abandonados o vagabundos en 1854. Lo mismo ocurría en otras ciudades del Este. «Impulsadas por la iglesia metodista y llevados de la mejor intención, varias instituciones llenaron el primer 'Tren de los huérfanos' con críos que debían ser entregados en adopción a familias del despoblado medio oeste», explica Baker.

Las buenas intenciones «evangelizadoras» se diluyeron pronto y los huérfanos acabaron como carne de cañón, mano de obra gratuita de granjeros e industriales que los explotaron sin cuento y bajo contrato. No hubo nunca fondos gubernamentales pero sí fluyó el dinero de las compañías ferroviarias «que pagaron estos trenes de la vergüenza hasta la Gran Depresión».

«Lo más terrible es que es una historia sepultada y que no está en los libros» explica Baker, que investigó durante años y alcanzó a hablar con alguno de los supervivientes del deleznable tráfico humano. «La mayoría callaron por vergüenza y apenas quedaban vivos una docena cuando comencé a escribir la novela». Por ellos supo que «no fueron niños comprados, que nadie pagó por su vidas, pero sí que casi todos fueron explotados bajo la apariencia de adopciones legales y que eran considerados sencillamente como basura».

Por incomprensible que parezca «el sistema estuvo vigente de hasta 1929, y se estima que fueron 250.000 los niños que viajaron, a menudo hacinados como ganado, en aquellos convoyes que debían conducirlos a un nuevo hogar y un nueva vida». Pero la realidad fue muy distinta: «muchas veces se separaban hermanos y eran tratados como mano de obra esclava, por duro que suene, y siempre estigmatizados» reitera Baker. «Jamás hubo salvaguardas, ni vigilancia, ni leyes de protección: lo niños eran una propiedad de sus padres adoptivos».

Profesora de escritura creativa en distintas universidades, Baker tiró del hilo cuando la abuela de su marido desveló avergonzada que su padre había sido uno de aquellos niños explotados. Acabó narrando la historia en dos épocas -1929 y 2011- y a través de dos mujeres: Vivian Daly, una nonagenaria que vivo aquel horror en carne viva, y la joven Molly Ayer, adolescente huérfana de una tribu nativa americana, los indios Penobscot, que conoce bien qué es el desarraigo, la identidad usurpada y el trasiego por familias y casas de acogida.

Como castigo por sus pequeño delitos y para no enviarla a un centro de menores, el juez impone a la conflictiva joven india cuidar de la anciana. Juntas vacían el desván de la anciana y emerge el pasado. La adolescente descubre lo mucho que ambos tiene en común, y que como Molly, la anciana pasó por varios hogares de acogida y estuvo rodeada de desconocidos. «Las situaciones que vivieron son distintas, los sentimiento son los mismos», señala Baker.

Puede que pronto haya una película o una serie de televisión sobre esta sobrecogedora historia que ha triunfado contra todo pronóstico. «Sé que es extraño que se edite un historia de niños abandonado, de pobres de perdedores y miserables. Una historia dura y tan poco atractiva, a priori, para los editores que quieren thrillers, romances o novelas de Stephen King. Pero su fuerza estaba ahí y ha acabado por imponerse», concluye la escritora.

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