Ver fotos
Ben Lamar Gay conquista con su psicodelia orgásmica
Llamada de atención con los cencerros. Había llegado Ben Lamar Gay con una propuesta difícilmente descriptible. Entre lo acústico y lo electrónico, entre lo étnico ... y lo vanguardista, entre lo vocal y lo instrumental. Rítmico y ligero sí, a veces, pero otras simplemente una atmósfera que te envolvía como una burbuja densa e irrespirable.
Las melodías que salían del helicón de Matt Davis sonaban eléctricas, como un distorsionado cruce de cables que se superponía al resto de efectos: la trompeta con sordina 'straight', la percusión y la limpia guitarra con un lejano eco.
Todo un trabajo minucioso que iban construyendo desde el más puro silencio, por ejemplo, a partir de los cencerros cuyos timbres variaban en el juego de distancias con los micrófonos. Luego se sumaba la batería y, más tarde, Lamar Gay improvisaba una curiosa melodía de letra orgásmica. Claro que no todo fue experimentación, el cuarteto jugó con las modulaciones rítmicas en algunas melodías funk que iban entrando entre sus largos interludios improvisados.
Serios durante su actuación y poco interactivos con el público, se mantuvieron concentrados en esa espiral psicodélica de la que era complicado abstraerse. Un muro de sonido que inspiraba escenas cinematográficas a merced de la banda. Tras superar la primera impresión de sorpresa y asombro, la música de Ben Lamar Gay conquistó, incluso, a quienes nunca se atrevan a admitirlo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión