Miguel Martín: «Había que demostrar ese orgullo que tiene el donostiarra hacia su patrimonio cultural»
Director del Jazzaldia ·
Comienza el miércolesla 55 edición de un festival rehecho endos meses, y que contará con 48 conciertos en cinco escenarios«Hay que pensarlo todo antes de dar un paso», advierte Miguel Martín en los días previos a un Jazzaldia que en parte es como ... si fuera el primero: la identidad básica y la estructura del festival de jazz serán como todos los años, pero los condicionamientos de la crisis del coronavirus hacen que cada detalle de la organización tenga que ser planteado con nuevas miras. Pero entre la incertidumbre reinante, el miércoles comienza con paso firme la 55 edición del Jazzaldia. Con una especie de ensayo previo, el martes, con un concierto de Randy Greer en las terrazas del Kursaal.
- ¿En qué momento y en qué condiciones empezó a gestar esta nueva programación de urgencia para la 55 edición?
- Yo intuí desde el principio que el festival tal como estaba programado en principio no se iba a poder celebrar. A finales de marzo o principios de abril eso ya estaba bastante claro. Pero un día en casa le comenté a mi mujer que creía que se debía intentar hacer algo, que era obligación personal mía, y también del Ayuntamiento de San Sebastián y de Donostia Kultura. No sabía qué ni como, pero creía que había que demostrar ese orgullo del donostiarra respecto de su patrimonio cultural, y ahí se pueden incluir los festivales, el Museo San Telmo, el Victoria Eugenia y muchas otras cosas. A los dos o tres días de eso, el Gobierno dio un primer calendario de lo que podría llegar a ser la desescalada, y vi que para el verano podría haber un permiso para abrir teatros y recintos aunque fuera solo con un 30%. Fue suficiente para decir «hay que intentarlo».
«¿Frustrante? Estoy feliz y encantado de haber podido programar así este año, desde un punto de vista artístico y humano»
- ¿Hubo un momento en que dio por hecho que no iba a ver festival, que tiraba la toalla?
- No sabía, no estaba seguro de nada, como la mayoría de los habitantes del mundo aún en este momento. A mediados de abril, más que certidumbre de que podía haber festival, tenía clara mi determinación de que lo hubiese. Mi obligación es intentar que haya un festival de jazz, así lo entiendo. Y me encontré con que en Donostia Kultura estaban por la labor, y el alcalde estaba convencido de que debía hacerse. Así que empezamos a trabajar, primero con artistas locales y españoles, y cuando pudo hacerse, también con algunos europeos. Ha sido un trabajo paulatino.
- ¿Y qué respuesta se encontró de los músicos y managers, que debían estar también sumidos en la incertidumbre?
- Todos estábamos igual. Nos guiábamos por aquel primer calendario del Gobierno central y por las continuas consultas al Gobierno Vasco. Y nos iban transmitiendo una radiografía de la situación que abría una esperanza a que el festival pudiera suceder. Esa esperanza es la que transmitíamos a los músicos. Los artistas, evidentemente, lo que querían era trabajar. Unos con otros, hemos ido construyendo. Luego se empezó a hablar de que el 1 de julio igual se abrían las fronteras, y entonces cambió todo. La gente de Alemania o de Francia ya empezaba a hablar de intentar venir. Los de Portugal fueron los primeros que aceptaron. Y luego está el caso de Bugge Wesseltoft, que aceptó venir a pesar de que a la vuelta tenía que hacer 14 días de cuarentena, que finalmente no va a ser así, o eso creemos. Porque hay que tener en cuenta que la incertidumbre continúa. Trabajamos sabiendo que ya faltan menos días, pero la incertidumbre está ahí, y a muchos niveles. Este año trabajar en el Jazzaldia está siendo bastante complicado.
«Todos los patrocinadores del año pasado siguen este año, se vean más o se vean menos, y aporten la misma cantidad u otra distinta»
- ¿Contaron con la ventaja de ser los primeros que llamaban a todos esos músicos?
- Sí, totalmente. Al principio sobre todo había que intentar sacar chispas, y si estábamos hablando con Jorge Pardo y Chano Domínguez, con Carles Benavente o Perico Sambeat, les proponíamos que, ya que iban a venir, hicieran proyectos diferentes. Iñaki Salvador nos ha ayudado mucho porque les conoce bien y nos indicaba qué combinaciones se podían hacer. Y así empezó a tejerse una red de actuaciones que nos dejaron un poco más tranquilos y nos dieron un esquema de festival. Tenemos la ventaja de ser un festival de la administración, que no tenemos la espada de Damocles de un promotor privado que no puede perder dinero. Prestamos un servicio público que cuesta un dinero y las instituciones están por la labor, es distinto. También hemos tenido la suerte de que todos los patrocinadores, e insisto, todos, se han mantenido, si bien hemos renegociado las cantidades. Vuelven a estar todos los que estaban en 2019, se vean más o se vean menos y aporten la misma u otra cantidad de dinero menor. Eso nos ha permitido tener un colchón y seguir adelante.
- Esto requiere una explicación sobre Heineken, que ha desaparecido del nombre del festival.
- Hay marcas que este año han decidido no participar como patrocinadores en eventos multitudinarios, un poco por respeto a la gente que pueda tener alguna desconfianza respecto a la situación del coronavirus. Siguen participando en el proyecto, siguen siendo parte del festival, pero no como patrocinadores, solo como apoyo.
- ¿Entonces Heineken ha aportado una cantidad para este año?
- Sí, ese apoyo se traduce en una cantidad de dinero, una labor comercial o de otro tipo, pero prefieren no figurar como patrocinadores. Y estamos ya hablando para la edición de 2021, por supuesto.
- ¿Cómo se ha planteado el presupuesto en estas condiciones, es muy inferior al de otros años?
- Empezamos a hacer un presupuesto con lo básico, la Trinidad y el teatro. Al principio, cuando aún no todos los patrocinadores ni todas las instituciones nos habían dicho que sí, los números no salían. No sabíamos muy bien de dónde raspar hasta que todos empezaron a confirmar su apoyo. En ese momento vimos que podíamos hacerlo. Pero si teníamos como apoyo a marcas de productos de comida y bebida, lo lógico era apoyarse en ellas para intentar hacer los conciertos gratuitos. Entonces surgió lo de los bares y restaurantes de las terrazas para llevar allí un aforo determinado de público, siempre sentado y con actuaciones. Hemos ido construyendo el presupuesto desde cero hasta la situación de ahora, que no es que andemos sobrados, pero no supone una preocupación.
«Mariza va a hacer algo muy especial, y Silvia Pérez Cruz volverá a Donostia en los próximos meses con otro espectáculo»
- ¿Y a cuánto asciende el presupuesto ahora?
- Será alrededor de una cuarta parte del presupuesto habitual, que suele ser de unos dos millones de euros. Es un presupuesto bastante equilibrado y la partida de la venta de entradas la hicimos muy 'segurola' y ya se ha superado, así que no veo problema.
- Al final ha quedado un festival más amplio que el de las 25 primeras ediciones, por ejemplo.
- Sí, son 48 conciertos. No está la playa, ni el Náutico, y las terrazas son distintas. Pero tenemos cierto pundonor, y cuando decimos Jazzaldia vamos con todas las de la ley a programar todo lo que sea prudentemente programable.
- ¿Resulta frustrante hacer una programación en estas circunstancias?
- ¿Frustrante? Un servidor está más que feliz de poder hacer un festival con gente como Jorge Pardo, Carles Benavent, Chano Domínguez, Perico Sambeat, Iñaki Salvador, Marco Mezquida, Anja Lechner, François Couturier, Bugge Wesseltoft, Michel Portal... Esto se parece un montón al festival que haría un aficionado al jazz que se llama Miguel Martín. Es una auténtica gozada poder trabajar con gente que conozco hace muchísimos años y proponerles e idear cosas juntos, y no solo programar la producción que te ofrecen. Esa forma de plantear un festival es una cosa que he echado en falta en los últimos años. Estoy absolutamente encantado, y me parece una bendición poder hacerlo así este año, desde el punto de vista artístico y humano.
- Los conciertos de Mariza y de Silvia Pérez Cruz agotaron las entradas en pocas horas. ¿Cuál es su atractivo?
- Mariza se supone que es la renovadora del fado, pero esta visión del repertorio de Amália Rodrigues, con un cuarteto tradicional de fado, va a ser algo muy especial. Y es una mujer que visualmente va a llenar la plaza de la Trinidad. Y Silvia Pérez Cruz va a volver a San Sebastián en los próximos meses con dos formatos distintos de un espectáculo nuevo. A la gente le maravilla, y es una gozada su creatividad.
«El día 27 daremos a conocer buena parte de la programación de 2021, que recupera buena parte de lo eliminado este año»
- ¿El año que viene se podrá recuperar algo de lo que era el programa original de esta edición?
- Sí, casi todo. Ya hay fechas concretas y cuando acabe esta edición, el día 27, daremos un amplio adelanto de la programación de 2021, que será mitad la anulada, y mitad nueva.
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