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Anari ofreció un concierto para el recuerdo en la playa de la Zurriola.

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Anari ofreció un concierto para el recuerdo en la playa de la Zurriola. GORKA ESTRADA

Anari, reivindicaciones en la playa

La cantautora ofreció un concierto sereno y poderoso, reafirmando su lugar como voz singular en la emoción, la memoria y la resistencia

Pablo de León

San Sebastián.

Viernes, 25 de julio 2025, 02:00

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Bajo un cielo compuesto por grisáceas nubes y claros, Anari apareció como quien no busca el foco, sino la grieta. Fiel a la presencia a la que acostumbra siempre: serena, austera, contundente. La cantautora de Azkoitia ofreció anoche un concierto memorable, donde congregó en las inmediaciones de la Zurriola a los feligreses de la honestidad y emoción lírica.

Una antesala muy contrastada con el concierto que ofreció EXTC —la encarnación actual de XTC liderada por su batería original, Terry Chambers— donde el público pudo disfrutar de otro tipo de liturgia sonora melódica llena de electricidad y energía.

Acompañada por una formación sobria pero expresiva —guitarra, bajo, batería, teclados y trikitixa—, Anari se sumergió en un repertorio que combinó la tensión contenida de su último disco, Giza Zarata (2024), con las vetas más líricas de su etapa anterior. Abrió con 'Troiako Zaldia', toda una declaración de intenciones de lo que depararía el concierto: sentimiento e intensidad por partes iguales pero bien medidas, sin florituras.

Con temas como 'Zubiak', 'Aingura Hegodunak' y 'Desertua', la azkoitiarra realizó un repaso por su carrera y demostró que, aún tras más de dos décadas de trayectoria, es la manera en que Anari sigue desbordando la noción misma de «cantautora». Lo suyo no es folk, ni rock, ni poesía musicada: es otra cosa, un tejido emocional que se construye con palabras ásperas y melodías rotas, pero donde cada esquirla tiene una intención clara.

También dejó claro en reiteradas ocasiones su postura con reivindicaciones en torno a la lucha feminista, el papel del euskera y el conflicto de Israel con Palestina. Para este último compartió escenario con la banda de folk gazatí Sol Band, quienes interpretaron un tema de su cosecha arropados por los 'Palestina askatu' que coreaban los asistentes.

A mitad del concierto, bajo el son de Piromania, la lluvia hizo acto de presencia y dejó caer sus primeras gotas. Parte del público abandonó la Keler Gunea, pero los más leales a la cantautora resistieron, paraguas en mano, el breve aguacero. Y no era para menos, la electricidad de este tema de su álbum Epilogo bat (2016) se filtró por las grietas, sin buscar nunca el golpe de efecto. Su voz, más grave que en otras épocas, pareció arrastrar consigo todos los inviernos del mundo.

Tensión emocional

La llegada de 'Oreinak' desató la tensión emocional contenida hasta el momento. El tema fue recibido con un respeto reverencial y la banda —sin grandes solos, sin alardes— demostró estar en total sintonía con su universo: tensión, cadencia, silencio. Por su parte, Anari constató la conexión que mantenía con el público y que, tras finalizar la pieza y con el cese de la lluvia, resurgió entre los oyentes descarriados.

El cierre llegó con 'Deux Ex Machina', tema compartido con Belako, y con el que la azkoitiarra quiso terminar por todo lo alto con un público enérgico y desatado. No hubo bises, ni discursos finales, ni artificio. Solo un gesto de cabeza, una pequeña sonrisa, y el eco de una guitarra que se fue apagando lentamente mientras el mar, a pocos metros, seguía su curso.

En tiempos de ruido y exhibicionismo, Anari sigue defendiendo lo que apenas se ve: el temblor, la duda, la memoria. Y anoche, en Donostia, fue más jazz que muchos virtuosos de manual: una voz que no necesita gritar para estremecer

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