In Memoriam: Fernando Orlando (1930 – 2025)
Ignacio Gomá
Domingo, 8 de junio 2025, 17:56
El 6 de junio de este año ha fallecido en Madrid Fernando Orlando, a la edad de 95 años. Resulta muy pobre, casi indecente, expresar en unas pocas líneas la cantidad de sucesos, matices y experiencias que constituyen una vida, y más todavía en el caso de una vida tan rica con la de Fernando. Pero, para los que no lo conozcan de cerca, diremos que fue un empresario exitoso, un ciudadano y político comprometido, una pluma periodística sagaz, un filántropo discreto y, sobre todo, como decía Machado de sí mismo en 'Retrato', un hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Su carrera empresarial es bien conocida: nacido en el seno de una familia muy emprendedora, transitó por empresas tan solventes como Starlux, Orlando, Orola o Interal. Una vida exitosa de esfuerzo, habilidad y sentido común, con algunos contratiempos importantes como la amenaza de ETA, que hizo que él y a su familia, tuvieran que abandonar el País Vasco. También tuvo una participación en la política local de San Sebastián, que él recordaba con cariño en sus memorias. Siempre fue en estos campos un referente de ética y de integridad profesional, más interesado en hacer bien las cosas que en figurar.
Precisamente por eso fue un discreto filántropo que gozaba ayudando a los demás y promoviendo causas justas. Yo tuve oportunidad de conocerle como notario, pero de la faceta profesional y por coincidencias sentimentales (él donostiarra de pro, yo notario de Hernani cierto tiempo) pasamos a otras facetas por su patrocinio del premio literario Fazer Españas, en cuyo jurado, por su elección, estuve muchos años, con otra mucha gente interesante que él tan sabiamente acertó a reunir a su alrededor y en cuya celebración se aprovechaba para hacer donaciones en la lucha contra la esclerosis múltiple que, por razones familiares, le tocaba de cerca.
Pero quizá una de sus facetas más conocidas de Fernando es la de escritor. Sus reflexiones literarias quedaron inmortalizadas durante más de medio siglo en la sección «Vivencias», un estilo literario inventado por él en el que con gran agudeza, y con textos cortos y poéticos, plasmaba pensamientos, recuerdos y pequeñas historias sobre el mundo. Su estilo era claro, próximo, sincero y sin afectación, pero a la vez sutil y profundo. Con un fondo mezclado de melancolía y humor, Fernando daba pinceladas impresionistas que captaban en el lienzo de su escritura la esencia de la vida de los sentimientos humanos o de la memoria colectiva de su generación.
Estoy seguro de que a él le hubiera gustado que me detuviera en esta faceta concreta, y yo quiero hacerlo también, porque él me distinguió pidiéndome que hiciera un prólogo a su antología de Vivencias y eso me permitió conocer su obra y, paralelamente, conocerle a él. En sus Vivencias había temas recurrentes: cómo enfrentarse a la vida («Mediación», «Acuerdo», «Escuchar»…); otras que se referían al compromiso a con la sociedad («Liderazgo», «Jerarquía)»; en Vivencias como «Programa», «Método», o «Plan» deja claro que las cosas no preparadas dan campo libre a la ley de la casualidad. «Lo primero es saber lo que se quiere. Después viene la forma de conseguirlo: el plan», dice en Plan; en otras habla de virtudes humanas, del modo más aristotélico posible, como en «Virtudes», «Responsabilidad», «Lealtad», «Trabajar», «Dignidad», «Voluntad», todas las cuales apelan a la areté griega; y muchas, sin duda, a la familia y a las relaciones personales: en «Familia» dice: «los vínculos familiares son de la sangre y por ello indiscutibles». Y en «Humor»: «Para tener buen humor hay que saber ver el lado amable de las personas y de las cosas». «La naturalidad es el medioambiente de la amistad», propone en «Amistad».
Pero quisiera acabar con la faceta personal, humana, próxima, esa que solo se conoce cuando estás cerca y de la que tan irónicamente se mofaba Montaigne con su frase ¨nadie es un héroe para su ayuda de cámara», presuponiendo que los que están cerca ven esas debilidades que no hacemos el esfuerzo de disimular porque estamos en el ámbito familiar o laboral, reducido a unas pocas personas que no tenemos que impresionar. Sus cosas tendría, como todos, pero yo sólo puedo certificar bonhomía, generosidad, cariño, flexibilidad y también liderazgo, humor, humildad, fe y amor. Un hombre completo, íntegro que alababa el mestizaje y que era en sí mismo mestizo, de italiano y vasco, de italiano y español, y que supo aunar las virtudes de todas esas genealogías en su persona. Quiero encontrar la síntesis de su pensamiento y de su talante en la Vivencia llamada «Neohumanismo», en la que esboza un nuevo hombre que trabaja pero también cultiva su vida familiar y social, que desarrolla su personalidad individual para superar el egoísmo puramente materialista, manteniendo siempre la esperanza de que el mundo mejore. Yo creo que fue eso: un humanista, un hombre del Renacimiento que esperaba ocurriera de nuevo en este siglo XXI.
Para su esposa Pilar, que tanto apreciamos, fue un baluarte; para sus hijos y nietos, un referente; y para sus amigos, un amigo verdadero, pero también un maestro de la vida. Decía Baltasar Gracián en su Oráculo Manual y Arte de Prudencia: «Tratar con quien se pueda aprender. Sea el amigable trato escuela de erudición, y la conversación una enseñanza culta; un hacer de los amigos maestros, penetrando el útil del aprender con el gusto del conversar….». Como decía al final de aquel prólogo, todos los que hemos estado a su alrededor podemos decir que Fernando nos ha honrado con su amistad y su experiencia, y nos ha proporcionado la oportunidad de aprender, haciendo de los amigos maestros. «La amistad es generosidad y entrega», dice en una de sus vivencias. Y él las ha dado largamente. Descanse en paz y que el Dios, en que tanto creía, le tenga en su gloria.
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