Las diez noticias clave de la jornada
20 años sin Chillida: Hablan sus colaboradores

«Cuando me equivoqué en una obra Eduardo me dijo: 'Tranquilo, de los errores se aprende mucho'»

Seis colaboradores y conocidos de Chillida relatan anécdotas que ilustran sobre el carácter del artista, de cuya muerte se cumplen este viernes veinte años

Alberto Moyano

San Sebastián

Jueves, 18 de agosto 2022, 06:22

Nadie mejor que quienes conocieron de cerca a Eduardo Chillida para relatar una anécdota que ilustre sobre el carácter del artista donostiarra, de cuya muerte ... se cumplen mañana veinte años. Seis personas que colaboraron conocieron al escultor en las distancias cortas relatan para DV un episodio del que fueron testigos o protagonistas, para acercar al lector la figura del creador en su versión cercana.

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Ignacio Múgica | Galerista

«Lo que somos ahora se lo debemos a Eduardo Chillida»

Cuando abrimos nuestra primera galería en 1994 éramos muy jóvenes y sin experiencia y no fuimos conscientes de que nos íbamos a encontrar con una crisis tremenda en el mercado del arte. Desesperados, a través del listín telefónico de entonces, conseguimos el teléfono de Eduardo Chillida y llamamos a Intz Enea pidiendo ayuda. Eduardo se encontró con una galería joven con problemas y no lo dudó: nos dejó una escultura, 'Idea para un monumento', que llevamos a la feria de París donde la vendimos y ahí cambió nuestra suerte. A él debemos lo que somos ahora.

Joaquín Montero | Arquitecto

«Le vi rechazar encargos porque el espacio no era el requerido»

El arquitecto Joaquín Montero charla con el artista en su taller. jesús uriarte

Durante 20 años mantuve relación profesional con Eduardo Chillida. En ese tiempo realizamos colaboraciones diversas. La rehabilitación del caserío Zabalaga y posteriormente la adecuación del terreno para la conformación del actual Chillida Leku fue sin duda el trabajo fundamental que se extendió a lo largo de muchos años. Además, con Zabalaga de fondo, diseñé y monté exposiciones de sus obras y realicé proyectos de adecuación de espacios urbanos para la instalación de sus esculturas. Nuestra colaboración fue siempre amigable y cómplice.

Mientras en Zabalaga manteníamos una labor constante, precisa y delicada compartimos numerosos viajes por Europa explorando espacios urbanos. Presencié cómo en Bonn y en Luxemburgo renunciaba a encargos por considerar que los espacios que le ofrecían, a pesar de su relevancia urbana, no tenían las características mínimas que él requería para incorporar sus trabajos. En ambos casos la renuncia se produjo ante la presencia de altísimos representantes del gobierno de las dos ciudades. Las renuncias se produjeron con total naturalidad y no le ocuparon un instante más. Simultáneamente en Zabalaga le vi entusiasmarse por la llegada de piedras en bruto que auguraban una buena adaptación a las viejas piedras del caserío y emocionarse ante propuestas que resolvían sencillamente complejas cuestiones.

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Realmente como en toda su obra había siempre una combinación insólita de rigor y sensibilidad. Fue capaz de mantener su enorme inventiva y su exquisita sensibilidad en un orden general propio, riguroso e inquebrantable. Es quizás en esa actitud ante la creación donde se pueda encontrar una referencia a su admirado Juan Sebastián Bach.

Fernando Mikelarena | Ayundante de Chillida

«Me equivoqué y no sabía cómo iba a reaccionar»

Fernando Mikelarena, a la derecha, con Chillida y otros dos operarios, en 1990. jesús uriarte

Durante muchos años he sido ayudante de Eduardo Chillida en su trabajo, en su taller. Como era costumbre, Eduardo solía darme pautas para comenzar alguna nueva obra y en una de estas ocasiones, tras bastante trabajo, me di cuenta de que me había equivocado completamente. Me preocupé muchísimo ya que no sabía cómo iba a reaccionar Eduardo. Cuando llegó y le expliqué que me había equivocado, que el trabajo estaba mal, él me miró y me dijo algo que no olvidaré jamás: «Si yo me hubiera equivocado tan pocas veces como tú, mejor me iría. Tú estate tranquilo ya que las cosas pasan por algo, quién sabe si por este nuevo camino surge algo, de los errores se aprende mucho».Éste era Eduardo, siempre atento a lo que sucedía para seguir buscando lo que no sabía.

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Abel Araguzo | Operario de la Ferrería de Legazpi

«Aceptaba hacer el trabajo como nosotros decíamos»

Abel Araguzo, en el centro manipula una escultura al rojo vivo en la ferrería de Legazpi. català roca

Chillida era muy campechano, era muy cercano, con él se trabajaba muy bien. Era muy agradecido. Recuerdo que al principio nos solía dar propinas. Luego cuando el equipo fue siendo mayor, tuvo que cortar el tema de las propinas. Era muy cercano. Él opinaba de cómo habría que llevar a cabo el trabajo, pero algunas veces, técnicamente era complicado ejecutar tal y como él lo planteaba, y aceptaba hacerlo como nosotros decíamos. Era un trabajo que había que dominarlo. El material que utilizábamos era el ECO, y era muy delicado. Si te pasabas de las calorías, se podía agrietar o deformar. Si se quedaba demasiado frío, se podía romper. Era muy importante trabajar en equipo, trabajar en conjunto. Cuando lo calentábamos, había que actuar rápidamente, y pillarle el punto».

Javier González de Durana | Historiador del arte y comisario

«Habló de Balenciaga, pero deduje que también de su propia escultura»

En el otoño de 1996 una asociación cultural de Bilbao organizó dos jornadas sobre las relaciones entre el mundo de la empresa y el de la moda. Me invitaron a participar como historiador del arte. La clausura fue una disertación de Eduardo Chillida sobre Cristóbal Balenciaga, muy breve, no llegaría a los diez minutos, y habló con voz pausada, lentamente, como una oración. En conjunto no llegarían a treinta frases, tan sencillas y claras en su enunciación como profundas y complejas en el contenido. Sujeto, verbo y predicado. Diáfano, luminoso y poético. Habló de la línea y el corte, de la gravitación y el horizonte, de lo pesado y lo ligero, de la geometría descriptiva y del hábitat, de la simplicidad aparente y la complejidad recóndita, de la luz y el espacio, de la frágil dimensión del cuerpo humano y la escala profunda del arte... Al acabar, me pregunté si había comentado la indumentaria creada por Balenciaga o si se estaba refiriendo a su propia escultura. Deduje que a los dos simultáneamente, por una suerte de estrecha identificación creativa. Con los años, aquella deducción se convirtió en certeza para mí: las mismas palabras e ideas sirven para ambos artistas».

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Jesús Uriarte | Fotógrafo

«Ni en broma quería tener una deuda pendiente»

Jesús Uriarte, con el escultor, delante de 'Estela a Rafael Elosegui' en el Martin Gropius Bau de Berlin, en 1991. archivo chillida

He tenido la suerte de compartir mucho tiempo con Eduardo, a lo largo de muchos años. Mi relación inicial como fotógrafo se convirtió en amistad. Me acuerdo de una anécdota a raíz de un viaje que hicimos juntos. Eduardo solía viajar siempre con Pili, que era fantástica. Se podría decir que el 95% de los viajes fuera de Donostia los hacían juntos, pero en uno de aquellos que Pili no pudo acompañarlo fui yo con él. Volvíamos de Gernika, de supervisar y fotografiar la obra 'Gure aitaren etxea'. Eduardo conducía y, en un momento dado, nos tuvimos que parar a repostar. Eduardo echó mano instintivamente a un pequeño hueco junto al volante en el que Pili le solía dejar monedas para las personas que en los semáforos vendían pañuelos de papel. El caso es que, claro, aquellas monedas no eran suficientes para pagar la gasolina y Eduardo no llevaba, como era su costumbre, la cartera encima. Me acuerdo que se apuró y me pidió que por favor pagara el repostaje, que luego Pili me devolvería el dinero.

Así lo hicimos. La gracia del asunto es que después, cada vez que me veía, Eduardo me preguntaba si Pili me había pagado el dinero de la gasolina, y yo aprovechaba para tomarle el pelo cariñosamente: «¡Qué va Eduardo! Todavía no. No puedo creer que con todo lo que trabajas no tengas dinero para pagarme la gasolina». Él se apuraba muchísimo o hacía como que se apuraba, pero mantuvimos esa muestra de complicidad, de cariño, durante un tiempo. Así era Eduardo, ni en broma quería tener una deuda pendiente. Él y Pili hacían un tándem excepcional, un apoyo mutuo continuo. Los recuerdo siempre con mucho cariño.

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