¿Y si Bono fuera el guipuzcoano del año?
La Agenda Portátil ·
Historias portátiles del 2019: el rodaje de Woody, la Copa de las realistas, la solidaridad del Aita Mari, el regreso de Chillida Leku... y una subida al Txindoki. Más la sorpresa para Pe, claro1
Esto no es un resumen del año. Hola. Hoy es la última Agenda Portátil de 2019 pero esto no es el resumen del ... año. No escribo de las cosas importantes, sino de las que me han interesado. Como cada diciembre me pregunto quién podría el guipuzcoano del año y me surgen las chicas de la Real que ganaron la Copa, los voluntarios del Aita Mari que salvaron vidas en el Mediterráneo, los suizos que ayudaron a reabrir Chillida Leku o mi amigo Martín Berasategui, que sigue sumando estrellas Michelin. Pero puestos a jugar y a provocar me quedo con una pareja: Penélope Cruz y Bono. No Pepe Bono, sino Bono el de U-2.
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El pollo está en el horno. Pe y Bono protagonizaron una de las escenas más divertidas y emocionantes del año con motivo del Premio Donostia de la actriz. En esta ciudad donde los secretos no pueden guardarse más allá de cinco minutos fue un milagro que la presencia de Bono en el Kursaal fuera una sorpresa hasta el final gracias al 'comando Rebordinos' y su consigna para cuando el cantante estuviera en el auditorio, ese ya famoso «el pollo está en el horno», más propio de una película de espías o un recetario gastronómico que de un festival de cine. Fue como un cuento de Navidad en septiembre. La importante era ella, una Penélope que pronunció un hermoso, vibrante y reivindicativo discurso, pero qué divertido es recordar a Bono escondido en un coche dando vueltas por Donostia a la espera de que el panorama estuviera despejado y pudiera entrar en el auditorio. La que no se contó tanto es la farra posterior, con un Bono que disfrutó como si tuviera cuadrilla aquí de toda la vida.
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El werano de Woody. Si no hubiese escrito ya tanto de él en esta página mi guipuzcoano del 2019 sería, sin duda, Woody Allen. El neoyorquino fue donostiarra este verano, filmó su comedia romántica en nuestro 'marco incomparable' y se fundió con el paisaje y el paisanaje sin dar guerra. Ahora toca ver su película: el sueño del Zinemaldia es estrenarla en septiembre, pero quizás se adelante otro gran festival. Woody, no nos decepciones: ojalá tu comedia donostiarra sea de las buenas.
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Cómo celebrar una Copa (otra vez). Los escritores Dolores Redondo y Fernando Aramburu han seguido vendiendo libros y ganando premios, Bernardo Atxaga obtuvo el Nacional de las Letras... y el mayor terremoto social llegó con las chicas de la Real. Mi generación se había olvidado ya de cómo se celebra un título futbolístico, y los más jóvenes lo único que habían podido festejar es el regreso a Primera. Este año, gracias a la Real femenina, volvimos a gritar el «campeoonees». Y a aplaudir el hecho de que el fútbol de ellas pudiera provocar una fiesta popular como ocurría con el fútbol de ellos. Los optimistas históricos siempre tenemos razones para defender la teoría de que los tiempos avanzan a mejor.
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La trinchera, un tren y el fogonazo de 'Patria'. Una mañana de septiembre nos reunieron en el Príncipe para una proyección casi secreta de 'La trinchera infinita', la nueva película de los guipuzcoanos de Moriarti. Algunos de los presentes intuyeron ahí que nos encontrábamos ante uno de los filmes del año y los Goya pueden confirmarlo dentro de unas semanas. El trío de directores formado por Arregi, Goenaga y Garaño (que así escrito suena como una de esas míticas delanteras txuri urdin de los años 80) sigue demostrando oficio. Pero hay más. 'Ventajas de viajar en tren', del donostiarra Aritz Moreno, ha hecho menos ruido pero me impactó lo mismo como espectador: ese filme de locos, rodado en buena parte por tierras guipuzcoanas, es una estupenda y desconcertante historia que también tendrá Goya. Y hay un tercer fogonazo que nos sacudió aunque apenas dura un minuto: el avance presentado en el Festival de 'Patria', la serie producida por Aitor Gabilondo sobre la novela de Aramburu. Si ese adelanto es un reflejo de lo que vamos a encontrar en la pequeña pantalla dentro de unos meses pronostico que será una serie tan dura, sobria y poderosa como el conflicto que retrata.
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Aita Mari. La tripulación de este barco de salvamento botado desde Gipuzkoa fue también como una 'Real Sociedad de la solidaridad': su trabajo en el Mediterráneo salvó vidas y nos recordó las tragedias que pasan cerca de casa. Ellos sí que son los guipuzcoanos del año, como los que desde aquí colaboraron con su apoyo de distinta manera.
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Elcano y nosotros. Hemos empezado a hablar de Juan Sebastián Elcano y a reivindicar su memoria cinco siglos después de la primera vuelta al mundo. Vi en Sevilla la estupenda exposición que reconstruye su gesta y que en junio llega a San Telmo. Pero cuanto más leo de Elcano más recuerdo el viejo dicho: hay gente que va a la esquina pero lo cuenta como si hubiese dado la vuelta al mundo y hay gente que da la vuelta al mundo y lo cuenta como si solo hubiese ido hasta la esquina. Elcano, como tantos otros guipuzcoanos, parece de los segundos. A ver si le damos épica ahora.
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El regreso de Chillida Leku. Ha sido el año que hemos pasado de elección en elección, pero prefiero recordarlo como el 2019 en que abrió de nuevo Chillida Leku. No fue gracias a los políticos, precisamente, sino al interés privado de los suizos de Hauser & Wirth. El museo revive y nos anuncian que el Peine del Viento también será rehabilitado, sin que se note, para quitar muros y vallas. Gora Chillida.
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Un ojo en el Txindoki. Pero miro también mis notas personales: sigo disfrutando como Tribulete, he viajado lejos, sufrí con un desprendimiento de rutina y, curiosamente, cuando repaso mis fotos del 2019 la que más felicidad me da (al margen de intimidades familiares, claro) es mi ascensión al Txindoki una luminosa mañana de julio y más de cuarenta años después de la anterior. Veo mi sonrisa en la cima y la alegría de Penélope y Bono en el Kursaal queda pequeña a su lado. Feliz año.
mezquiaga@diariovasco.com
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