La crónica más exacta del infierno
El historiador Xabier Irujo publica 'Gernika. 26 de abril de 1937', la obra más completa sobre el bombardeo, con documentos inéditos
IÑAKI ESTEBAN
Jueves, 30 de marzo 2017, 21:10
El balance de la Primera Guerra Mundial le salió a Winston Churchill negativo por el alto coste en vidas de soldados británicos y la explosión de la deuda nacional, derivada de los préstamos para mantenerse en una contienda demasiado larga. Al primer ministro del Reino Unido los problemas se le acumulaban no sólo dentro sino también fuera, en los territorios del imperio que se levantaban contra la metrópoli. En 1920, los somalíes comenzaron sus revueltas. El ejército de la corona aún usaba camellos. Había que cambiar de estrategia y utilizar el potencial de la aviación, con su alta capacidad destructiva e intimidatoria y la rapidez con que podía doblegar al enemigo.
Este es un primer hilo que conduce al 26 de abril de 1937 en Gernika, según el historiador Xabier Irujo. También contribuyeron a la tragedia las ambiciones de Hermann Wilhelm Goering, figura prominente del Partido Nazi y comandante supremo de la Luftwaffe, la aviación alemana. Quería ganarse la simpatía de Hitler y pensó que un bombardeo a la villa foral, para 'celebrar' el cumpleaños del Führer el 20 de abril, podría servir para sus propósitos.
Ochenta años después de aquel día fatídico, Irujo publica este martes la obra más ambiciosa y completa sobre la destrucción de la simbólica localidad vizcaína, con el título de 'Gernika. 26 de abril de 1937' (editorial Crítica), y una introducción de Ángel Viñas. El relato y los testimonios se dan la mano con las cifras sobre la tragedia. Entre ellas hay algunas que resultan sorprendentes, como el número de operaciones de bombardeos que hubo en Euskadi durante la Guerra Civil: alrededor de 1.100, o 2,7 por día, entre las que destacan por su virulencia las de Gernika, Durango y Otxandio.
Sobrino nieto del histórico dirigente nacionalista Manuel Irujo, el autor de esta obra recomienda los libros del periodista George Steer y de los historiadores Herbert R. Southworth y Klaus A. Maier para entender lo que sucedió aquel día de abril en Gernika. No obstante, el más reciente de los citados salió hace más de cuatro décadas y, por extraño que parezca, las investigaciones en profundidad sobre este hecho tan conocido y transcendental de la Guerra Civil han sido escasas. El libro de Irujo no sólo cubre este vacío. Aporta además documentación inédita, sacada de los más de 70.000 documentos sobre el suceso que él y Ana Teresa Núñez, responsable del Centro de Documentación sobre el Bombardeo de Gernika (dependiente del Museo de la Paz), han digitalizado.
Negociaciones fracasadas
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El libro de Manuel Irujo ha venido precedido por el del historiador Roberto Muñoz Bolaños, Guernica. Una nueva historia (Espasa), que llegó a las librerías hace unos días. En él aborda las posiciones del PNVdesde el inicio de la Guerra Civil y las negociaciones de Franco con el Gobierno vasco en marzo de 1937 para que este se rindiera, que terminaron en fracaso, lo mismo que la ofensiva de los sublevados sobre Madrid. Estos acontecimientos provocaron primero el bombardeo de Durango el 31 de marzo de ese año, y luego el de Gernika.
El autor ofrece la descripción más exhaustiva del ataque nazi y de los fascistas italianos. Demuestra que fue Franco quien dio la orden tanto de bombardear como de negar el ataque, atribuyendo la destrucción a los 'rojos' en retirada. Relata también cómo los aviones alemanes bajaron hasta los 70 y 40 metros para ametrallar a la población civil, con unos cazas que disparaban 40 balas «del tamaño de un dedo pulgar» por segundo. Hubo 2.000 víctimas, mucho más de las 150-200 que solían dar las fuentes franquistas.
«Fue una operación diseñada al milímetro, calle por calle. No tocaron la fábrica de armas ni tampoco las casas de los franquistas más notorios. ¿Por qué no atacaron la Casa de Juntas y el Árbol? Porque también eran símbolos para los carlistas, para los requetés. Se habían quejado por el bombardeo de Durango. Había muchos carlistas en el pueblo, lo mismo que en Gernika», explica el historiador, codirector del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada en Reno.
El entusiasmo de Hitler
A partir de febrero de 1936, los militares liderados por Franco empezaron a comprar material bélico a los fascistas italianos. En las adquisiciones se incluyeron 42 aviones, 15 de ellos de bombardeo, lo que -como señala Irujo- desmonta la justificación de los sublevados de que el 18 de julio se produjo un golpe y que el curso de los acontecimientos lo convirtió en una guerra civil. Al contrario, una contienda larga y que no dejara enemigos de pie constituyó el objetivo desde el primer momento.
Por eso contactaron con el III Reich. La petición de ayuda por parte de los sublevados le llegó a Hitler el 25 de julio de 1936 a las 22.00 horas, después de haber asistido a la representación de la ópera 'Sigfrido' de Wagner dirigida por Wilhem Furtwängler en Bayreuth. El dictador la tomó con entusiasmo. Dos días después, Goering ya había ordenado la creación de una unidad especial destinada a la guerra española, que derivaría en la Legión Cóndor. Pensaba que una victoria en esta contienda le convertiría en la mano derecha de su jefe y marginaría a sus contrincantes.
En abril de 1937, los altos mandos italianos y alemanes destinados en España pensaban que la contienda en tierras vascas se estaba llevando de una forma «excesivamente humanitaria». El general Mola anunció el 30 de marzo que Bilbao caería en tres semanas, aunque lo cierto es que sus tropas avanzaban entre cien y doscientos metros al día, una parsimonia que ponía muy nerviosos a los aliados extranjeros. La Legión Cóndor bombardeó por primera vez Euskadi -los montes de Albertia, Maroto y Jarindo, por la zona de Legutio- a las ocho de la mañana del día siguiente, una ofensiva que fue in crescendo.
En seis jornadas se produjeron 64 operaciones de bombardeo, la mayor parte en el estrecho triángulo formado por Legutio, Elgeta y Durango. El jefe del destacamento alemán, Wolfram von Richthofen, escribió en su diario: «Estupendos efectos de los bombardeos y de los cazas. Por todas partes muertos y mutilados, camiones pesados, que llevaban parte de su munición, explotados. Ochandiano muy destruido, con muchos muertos».
Desde principios de abril, el Gobierno Vasco pedía a diario el envío de cazas al Ejército republicano, sin éxito. «Algunos de los escasísimos aviones que aportó la República ni siquiera tenían ametralladoras. Cogían altura con unas bolsas grandes llenas de piedras y cortaban la cuerda para que cayeran a tierra», incide Irujo. Con el cielo despejado de aviación enemiga, la Legión Cóndor pudo emplear toda su fuerza en Gernika, el ejemplo más diáfano de lo que llamaban los 'bombardeos del terror'.
¿Por qué Gernika? El diseño del casco urbano, con edificios pegados y calles estrechas, serviría para medir el potencial destructivo de las bombas incendiarias, pensó Richthofen. La villa foral, símbolo de la peculiaridad de las leyes vascas, estaba destinada al cuidado de refugiados y heridos, por lo que el ejército de gudaris había decidido que no hubiera unidades de combate que pudieran atraer al enemigo. Su defensa antiaérea era nula y no había sido bombardeada anteriormente, por lo que los efectos del ataque podrían ser examinados con mayor precisión.
El lunes 26 de abril de 1937 era día de mercado. El Gobierno Vasco había puesto tenes especiales. Además de los baserritarras de la zona, también iban personas para adquirir productos frescos en un tiempo en el que escaseaban. Otras habían llegado atraídas por el ambiente festivo, entre ellos gudaris que estaban descansando. «Era uno de los pocos momentos de solaz que les brindaba la guerra», tercia Irujo. A las cuatro de la tarde empezaron a caer las primeras bombas. Los cazas volaban en línea de tres, uno de detrás de otro, ametrallando. Luego tomaban altura, giraban y picaban de nuevo. Durante tres horas y media aquello fue el infierno.
Irujo se hace eco de los testimonios recogidos por William Smallwood, un estadounidense que aprendió euskera para realizar esa labor en 1972. Madres que buscan a sus hijos pequeños en los escombros, brazos heridos abiertos con los tendones al aire, gritos de la gente pidiendo ayuda para encontrar a sus familiares o para apagar los incendios de sus casas. Los tres hospitales de la villa vizcaína fueron bombardeados.
Los nazis se felicitaban por su 'éxito'. De las 270 casas aproximadamente que había en Gernika, más de un 85% quedó totalmente destruido. Otras sufrieron daños importantes y unas pocas siguieron intactas. «Aún queda mucho por investigar, Iurreta, Mañaria, las Encartaciones, localidades como Balmaseda y Lanestosa», medita Irujo, como enumerando sus siguientes tareas.