«Me encantaría que el lector sintiera la novela como un canto a la vida», dice Lertxundi
'Zu', traducida ahora al castellano, narra y reflexiona sobre la enfermedad de su mujer, un cáncer de páncreas
Félix Ibargutxi
Jueves, 2 de junio 2016, 07:05
El 19 de julio de 2012 no fue un día cualquiera en la vida del escritor Anjel Lertxundi (Orio, 1948). Ese día le diagnosticaron ... a su esposa un cáncer de páncreas. A partir de entonces, la vida pierde «la sabia fluidez de la cotidianidad para, a cambio, pasar a formar parte del mundo de los enfermos, reino todavía desconocido de contornos poco claros y de pálidas certezas», tal como se puede leer en la contraportada de la nueva novela del narrador orio-zarauztarra. Lertxundi publicó 'Zu' en euskera el pasado noviembre y ayer se presentó la traducción al castellano, realizada por el también veterano Gerardo Markuleta. Tanto 'Zu' como 'Tú' hacen referencia a la protagonista del libro, la mujer enferma de cáncer.
Ya al tercer día de recibir el diagnóstico de la esposa, el escritor comenzó a escribir apuntes, al comienzo como una manera de dar salida al cabreo y al abatimiento, pero luego empezó a elaborar un dietario y al final decidió dar forma de libro a los materiales. El libro está muy lejos de ser una simple crónica de la enfermedad, y además ofrece continuas reflexiones sobre lo que va ocurriendo, en ocasiones a la luz de lo expresado por otros literatos, como Thomas Mann, Albert Camus y Susan Sontag, y por gentes como Xabier Lete, un hombre muy unido al Lertxundi.
Si en la presentación del pasado noviembre Lertxundi dijo que en la novela se reivindica el 'ars vivendi' frente al 'ars moriendi', ayer incidió en la misma idea con otras palabras: «Me encantaría que el lector sintiera que el libro como un canto a la vida». El libro tiene mucho de autobiográfico. Apenas ha dejado sitio para la imaginación. El escritor ha sentido dos fases en estos últimos años: «En la vida real, al comienzo, lo que haces es contar la enfermedad. Luego la asumes. Y una vez asumida, reflexionas sobre ella».
Lertxundi comenzó su presentación con el relato de una muy peculiar expedición al espacio, las sondas Voyager: «Se enviaron dos naves, y dicen que necesitarán 40.000 años para salir del sistema solar. Predecían que podía haber algún exoplaneta habitado y, por inspiración de un científico famoso entonces, Carl Sagan, en cada una de las naves pusieron un disco con sonidos de la naturaleza y ruidos urbanos, como por ejemplo de coches, y música de Bach, Louis Amstrong y otros. También un mensaje de paz en 56 lenguas -el euskera no era una de ellas- y, paradójicamente, no había nada relacionado con la finitud de la especie humana, el sufrimiento y la muerte. La persona llora al nacer, gime al sufrir y los réquiems son piezas fundamentales en la historia de la música».
Luego criticó la manera en la que la sociedad actual convive con el dolor y la muerte: «La sociología habla de los no-lugares, como los aeropuertos. Pero los tanatorios son también no-lugares, sitios sin personalidad. Cuando alguien se muere, lo llevamos cuanto antes al tanatorio, y la persona muerta deja de esta en su casa, que fue un lugar fundamental en su vida. Yo repaso la biblioteca de mi casa y difícilmente puedo soslayar libros que hablen de la muerte. Los protagonistas del 'Decamerón' huyen de la peste y tratan de olvidarla contándose historias, pero la muerte sigue estando presente».
La versión original en euskera de la nueva novela de Lertxundi ha concitado buenas críticas en este medio año de vida. Ha llegado también a personas que no acostumbran leer literatura, pero en este caso les ha picado la curiosidad. «Es que mucha gente ha conocido las mismas circunstancias que Tú. Y sé de algunos casos de gente que, pese a saber euskera, no está alfabetizada en esta lengua y ha esperado a la traducción en castellano», dijo ayer el escritor.
Lertxundi tuvo ayer palabras también para la clase médica, que aparece en bastantes páginas de la novela: «Un médico me dijo que he sido bastante generoso con sus colegas. Me lo dijo con ironía claro está». El escritor ha denunciado una y otra vez que las facultades de Medicina están totalmente alejadas de las Humanidades.
La confesión del lector
El editor de la casa Erein, Inazio Mujika Iraola, destacó que «el haber designado a la protagonista con la palabra 'Tú' ha sido un descubrimiento afortunado. Como truco literario, quedará para las siguientes generaciones». El autor de la obra desveló ayer que el pasado diciembre, en la Feria de Durango, «me vino un hombre de unos 55 años y me pidió que le dedicara el libro. No le presté una atención especial. Luego, cuando se iba, se medio giró y me dijo en euskera: 'Ni ere Zu naiz' (Yo también soy Tú)». Lertxundi piensa que «detrás de ese Tú están todas las personas con cáncer» y recordó ayer que «no hay prácticamente una familia en la que no haya habido o no estén sufriendo ahora esta enfermedad».
En cuanto a la estructura narrativa del libro, según Lertxundi, «los primeros capítulos son muy narrativos, pero poco a poco se va apoderando del libro un ritmo más reflexivo, y se hace sitio a las aportaciones de otros autores que han reflexionado sobre temas como la enfermedad y la muerte. Al final, el libro vuelve a la narratividad y en las últimas páginas se muestra una plenitud vital. Si antes lo tenía claro, ahora más: gracias a estar vivos podemos reflexionar».
El escritor recordó que el cáncer ya fue mencionado hace 2.400 años por Hipócrates, mediante la palabra 'cangrejo', «porque es una enfermedad con garras». «Estos dos últimos siglos se ha convertido en una enfermedad maldita. Y hoy en día todavía, la mera mención genera miedo».
El escritor cerró su intervención con una referencia emocionante al caso del escritor japonés Kenzaburo Oé, quien narró en una novela su reacción traumática después de que su hijo naciera con parálisis cerebral.
La esposa del escritor en la vida real sigue batallando contra la enfermedad. «Los médicos dicen que este tipo de cáncer se considera neutralizado y cronificado al quinto año. Ella lleva ya cuatro», dijo Lertxundi con una sonrisa esperanzada.
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