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MITXEL EZQUIAGA
Martes, 31 de mayo 2016, 21:05
Es la historia de dos boxeadores guipuzcoanos, pero también la crónica de una época, de una amistad y de una traición. El escritor Joxemari Iturralde (Tolosa, 1951) cuenta en 'Golpes de gracia' la ascensión y caída de los púgiles Paulino Uzcudun e Isidoro Gaztañaga y la historia de su rivalidad, que en parte tiene que ver con los dos bandos de la Guerra Civil. «Sobre todo me interesaba la traición con que termina esa relación», dice Iturralde, que presentó el libro en Donostia acompañado de Bernardo Atxaga y Joanes Urkixo. La obra salió en euskera hace un año bajo el título 'Perlak, kolpeak, musuak, traizioak'.
Uzcudun nació en 1899 en Errezil y Gaztañaga en 1905 en Ibarra. Tolosa sería la palanca de los dos a través del club deportivo GU, y los dos púgiles triunfarían en el boxeo internacional. «Eran dos caseros que de pronto se encontraron con dinero, fama y mujeres y no supieron digerir su éxito», rememora Iturralde. Tras la Guerra Civil Uzcudun terminó «como soporte y propagandista del franquismo, un habitual del Nodo», mientras que Gaztañaga ('Izzi' Gaztañaga en su aventura norteamericana) falleció a los 38 años en Argentina tras una trifulca «con un asunto de amoríos y faldas» por medio.
Hubo quien quiso enfrentarlos como un duelo entre las dos Españas, pero nunca llegaron a combatir entre sí. Según se cuenta en el libro su amistad terminó en traición: una traición que en el caso de Uzcudun se llevó por delante incluso al doctor de Tolosa y la gente del GU que le habían aupado en sus comienzos.
«No me interesaba contar una historia de boxeadores, sino la crónica del ascenso, caída y traición de los dos personajes», cuenta Iturralde. La mayor parte de los hechos narrados se basa en la realidad. «Pasé años repasando publicaciones viejas, pero también recuperando el relato de viva voz de gentes que habían vivido aquellos años», dice el autor. Entre ellos, el recordado Juan Garmendia Larrañaga, fallecido el año pasado.
Juguetes rotos
«Sí he cambiado el nombre de algunas personas, aunque los personajes están basados en gente que existió», agrega un Iturralde que pese al tono crítico que imprime al relato confiesa que «terminé cogiendo cariño a los dos personajes: fueron juguetes rotos, hombres que dejaron el caserío sin formación y sin recursos y fueron empujados a un mundo de aparente gloria donde las cosas no resultaron lo que parecía».
«Eran dos aldeanos, nobles e inocentes, que llegaron a la cúspide y cayeron, pero sus años de gloria fueron impresionantes: en aquel San Sebastián pequeño 40.000 personas salieron a la calle a festejar una de las victorias de Uzcudun, y el New York Times dijo que un puñetazo de Gaztañaga podría derribar el puente de Brooklyn», cuenta Iturralde.
Cuando estalla la Guerra Civil Gaztañaga se encontraba ya en América y no volvió. «Uzcudun, que en plena República había mostrado su apoyo al régimen, cambia de bando tras un susto con los anarquistas y se convierte en símbolo franquista». Hasta corrió el rumor de que Uzcudun entrenaba golpeando calaveras de republicanos.
Los dos boxeadores, que habían sido amigos íntimos, terminan como «enemigos a muerte». ¿Por qué? No por política. «Su rivalidad comenzó por celos de dinero o mujeres, por envidias, por ver quién era el mejor. Es algo tan antiguo como el ser humano... Ahora lo vemos entre los futbolistas o entre los actores de Hollywood».
La posibilidad de un combate entre los dos sobrevuela las páginas, pero el enfrentamiento nunca se concreta, como una 'tensión no resuelta' que vertebra el relato.
Al lector le sobreviene la figura de Urtain al leer el libro. «Hay muchos paralelismos: también fue un hombre que salió del caserío y no pudo asimilar el éxito, con su terrible final. Aquí puede aplicarse eso de que la tragedia se convierte en farsa cuando se repite: Urtain, con sus combates amañados, su presencia en la tele, sus polémicas, fue una repetición menos seria».
La sobriedad del relato
Uzcudun vivió muchos años y hasta participó en 'Juguetes rotos', el documental de Summers de los años 60. «Terminó con alzheimer y amargado, como si al final de su vida sufriera cierto arrepentimiento por sus años más duros», dice Iturralde. Uzcudun falleció en 1985.
La novela está escrita de forma sobria, sin apenas adjetivos, «como uno de esos 'punchs' secos y directos de sus protagonistas», escribe Ignacio Martínez de Pisón en el prólogo. «Podía haberme recreado contando con detalle los combates, pero he preferido el estilo documental».
El autor, catedrático de Literatura, presidente del Pen Club Vasco y fundador en 1977 de la banda literaria Pott con Bernardo Atxaga, entre otros, ha estado inmerso en la presentación del libro «y limpiando la cabeza de un relato que me ha ocupado durante años». Pero nuevas historias le rondan ya.
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