«Los vascos apostáis por el humor, sois puntuales y venís hasta cuando llueve»

– Hoy actúa en el escenario de Bastero. ¿Conocía Andoain con anterioridad? ¿Había actuado antes en Gipuzkoa?

– A Andoain no había venido hasta ahora, pero en Gipuzkoa (en todo el País Vasco) he actuado muchas veces, ¡desde mis inicios!

– ¿Cómo es el público vasco? Se suele decir que no somos graciosos ni tenemos humor, ¿qué opina usted?

– En una palabra: maravilloso. No es porque vaya a actuar hoy –te lo prometo por mis perras que son lo más sagrado que tengo–, es que sois de los mejores públicos de comedia que hay. Apostasteis por el humor (y por el stand-up) cuando no todo el mundo lo hacía, ya puede llover que vais, tenéis puntualidad, educación y educación cultural. Y encima dais forma teatral a espacios maravillosos, como punto añadido.

– ¿Qué se van a encontrar los espectadores en su espectáculo?

– Un monólogo donde reírse de mí y conmigo y, por ende, de ellos mismos, que es lo más sano del mundo. El hilo conductor es que el tiempo pasa y nos coloca en nuestro sitio y eso hace que te enfrentes a cosas nuevas y que tengas que colocar otras en tu cabecita. Que, ojo, dicho así parece como 'sesudo', pero en realidad es la suma de muchas pequeñas reflexiones y observaciones muy variopintas.

– ¿Cómo es el proceso que realiza a la hora de llevar a cabo un espectáculo? ¿Tiene todo pensado o deja espacio a la improvisación?

– El stand-up lleva meses de rodaje: escribir, probar, dejar lo que funciona, quitar lo que no... Hay que escribir cada palabra, cada línea (gag) para que el ritmo sea el que tiene que ser. Pero ha de parecer que se te ocurre en ese momento, eso significará que todo fluye, que hay conexión con el público. De hecho, esa es la clave: no hay cuarta pared, a la gente la miras a los ojos y eso hace que un mismo texto tenga color diferente ante según qué tipo de personas y, donde unas aplauden, otras sólo sonríen o al revés. Está siempre vivo y esa es la magia. Aunque a mí siempre me surgen momentos de improvisación con el público precisamente por eso, por estar con y para ellos.

– ¿Es difícil aprender a reírnos de nosotros mismos?

– A la gente le cuesta más de lo que debería. Da miedo porque uno se cree vulnerable cuando es justo todo lo contrario: si tú te ríes de ti mismo quiere decir que has aprendido a coger foco de las cosas que te pasan o haces y que te sabes perdonar, que sabes aceptarte y sólo así podrás mejorar y/o cambiar.

– Dicen que ahora todos tienen la 'piel muy fina', que ya no se puede hacer humor con ciertos temas. ¿Qué opina sobre esto?

– Que es cierto. La sensibilidad en el inconsciente colectivo está a la que salta, pero creo que es justo por la pregunta anterior: por el miedo y la falta de autocrítica (que es lo que se consigue con aprender a reírte de ti: coger perspectiva, relativizar) y si no lo haces contigo mismo... no puedes hacerlo con los demás.

– Lo que sí es una realidad es el auge de las mujeres monologuistas. ¿Tienen un humor diferente al de los hombres?

– El humor, en mi opinión, no es ni de hombres ni de mujeres: es actitud. Tanto para el que lo prescribe como para el que lo recibe. El tema del que se trate en el monólogo eso ya es otra cosa y puede ser más del universo mujeres o del universo masculino, pero el humor... es como un aeropuerto: tierra común.