Irun recupera la emoción sanmarcialera en plenitud

Irun vive su día grande. Seguramente el más esperado después de dos años en los que la pandemia ha impedido la celebración con normalidad de una festividad que los irundarras celebran con pasión, más aún este año que se conmemoran los 500 años de la batalla. La lluvia no está empañanado esas ganas de celebración, patentes estos días en una ciudad que ha recuperado el brillo de antaño.

Durante toda la noche los irundarras se han agolpado en las principales zonas de ocio, disfrutando de un ambiente festivo y del paso de las antorcheras. El primer acto de este día 30 ha llegado a las cuatro de la mañana con la interpretación en diferentes puntos de la ciudad de la Alborada, una tradición que nació de manera espontánea en la madrugada de 1943 y que se ha convertido en el acto que da el pistoletazo de salida a las celebraciones del Día de San Marcial.

Las dianas de Villarrobledo y de la Tamborrada han puesto la piel de gallina a más de un irunés antes del momento más esperado de la jornada.

El Alarde tradicional ha completado en Irun su recorrido matinal en un 30 de junio que ha cerrado el largo paréntesis que obligó a abrir la pandemia. Más de mil días después, las compañías del Alarde tradicional han completado los ritos propios de la mañana de un 30 de junio en la ciudad. El sirimiri ha sido casi permanente, no ha parado ni 5 minutos seguidos, pero en ningún momento ha alcanzado una intensidad que fuera impropia de ese nombre y ha dejado a soldados, cantineras y público disfrutar del regreso de la fiesta de San Marcial, que se ha sentido especialmente emotiva en muchas partes del recorrido.

Bajo el mando del comandante, Rubén Fraile, la tropa ha salido puntual, a las 7.40 , de la plaza Urdanibia para subir a la de San Juan. Antes, en la reunión con capitanes y Jefe de Unidad, Fraile ha recordado lo especial que era este Alarde después de dos años sin poder hacerlo y, emocionado, les ha pedido tener presente «a toda la gente que nos está viendo, a los que estos dos últimos años no han podido vivir el alarde, a los jóvenes que hoy empiezan y un día serán nuestro relevo. Le debemos al pueblo de Irun hacer el mejor Alarde que podamos hacer».

Con todas las compañías formadas en la plaza de San Juan ha entrado a caballo el general Paco Carrillo, con una carrera suave, evitando riesgos en un contexto complicado porque el pavimento de la plaza se encontraba muy mojado. En su encuentro con los capitanes ha utilizado la expresión que le acompaña desde que es general «txintxo eta alai» (formales y felices) para invitarles a hacer «por fin, después de tres años, el Alarde que el pueblo de Irun quiere. Ésa es nuestra responsabilidad y es lo que vamos a hacer».

La compañía Bidasoa ha recogido la bandera de Irun de manos de la Junta del Alarde para incorporarla al desfile y ya con ella, y tras las correspondientes salvas de infantería, el Alarde se ha dirigido a la plazoleta del Juncal, donde ha sumado el pendón eclesiástico. Con los símbolos civil y religioso integrados, el desfile se ha dirigido al entorno de la calle Santa Elena para romper filas. Desde allí los principales responsables de cada compañía y las cantineras se han dirigido al monte San Marcial para cumplir con el Voto al que tal se comprometieron los irundarras después de la batalla que ganaron tal día como hoy de 1522, hace exactamente 500 años. En un guiño a ese quinto centenario, el Alarde tradicional ha redondeado la participación en sus filas en 6.522.

En esa cifra están incluidas las 19 cantineras, principales protagonistas de la jornada. Una de ellas, Ane Encabo, de la compañía Meaka, ha comentado que ha sido una experiencia «increíble. Todo me ha parecido una pasada, no quiero destacar sólo una parte o un tramo, porque todo me ha parecido una pasada. Desde txiki quería poder vivir esto y da igual cuánto te lo imagines, cuánto te cuenten».

Como una gran fiesta ha terminado, pasadas las 12.30 en la ermita de Santa Elena y alrededores, el desfile del Alarde público. El sirimiri ha calado guerreras, txapelas y alpargatas, pero dos años de sequía festiva eran demasiado como para sentir frío. El Alarde igualitario ha arrancado dos minutos después de las 10.20, con un pequeño susto previo, ya que una de las ayudantes del Estado Mayor, Cristina Ubani, ha sufrido una caída del caballo, por fortuna sin mayores consecuencias. No ha sido una buena mañana para las monturas, que llevaban, también, dos años sin Alarde.

La entrada de las tropas en la plaza de San Juan ha sido recibida este año en la balconada del Ayuntamiento por el delegado del Gobierno en el País Vasco, Denis Itxaso, la delegada de Igualdad del Ayuntamiento de Irun y concejal de Podemos, Miren Etxebeste, la directora de Emakunde, Izaskun Landaida y la adjunta al Ararteko Inés Ibáñez de Maeztu. Con todas las compañías y unidades ya ordenadas en la plaza de San Juan, el Alarde público ha sorprendido con un acto reivindicativo: todos y todas en cuclillas y coreando Emakumeak Alardean!

Maite Vergara, la general del Alarde, ha protagonizado después una espera algo más prolongada que de costumbre, pero ha merecido la pena porque su galope ha sido impecable. Tras la llamada a capitanes para comprobar que todo estaba en orden, Vergara les ha deseado «un Alarde alegre, como el que sabéis hacer». Después, se ha procedido a la recogida de la bandera de la ciudad, un acto especialmente emotivo para quien la entrega, que este año ha sido Miren Echeveste, para quien la recibe, el teniente abanderado de la compañía Bidasoa, José Antonio Resente y para todos los componentes del Alarde.

Unidades y compañías con sus cantineras han marchado hacia la plazoleta de la iglesia, a los sones del himno de San Marcial. Ya con toda la tropa ante la parroquia de Santa María del Juncal y con la Banda y Tamborrada tocando el Joló ha estallado la fiesta mientras arreciaba la lluvia.

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