Hondarribia
Color, calor y alegría en el día grandeCerca de 5.000 soldados fomaron parte del alarde que por primera vez dirigió Gregorio Alkain
Iñigo Aristizabal
Viernes, 8 de septiembre 2023, 22:30
Todo el año esperando y el día grande ya se fue. Eso sí, bien exprimido y disfrutado por parte de los hondarribitarras, tanto por los casi 5.000 soldados y las veinte cantineras, como por los miles de espectadores que vieron el desfile desde las aceras.
Como siempre, la calle Mayor fue la que más personas congregó, casi todas mujeres, la mayoría jóvenes y muchas metidas en la dinámica de coger sitio que cada año va a más. Les mereció la pena la larga espera y hacer turnos con sus amigas porque es innegable que el paso del alarde en ese lugar tiene algo más.
El día empezó bien pronto con la diana y alborada y un calor sofocante. No corría el viento y ni siquiera la sombra que preside el casco histórico en las primeras horas de sol servía de escapatoria. Los abanicos tuvieron trabajo extra y había que beber mucho.
Campamento Alarde
A las 8.55 en Gernikako Arbola arrancó el alarde, en el que por primera vez marchó como burgomaestre Gregorio Alkain, quien hasta ahora siempre había desfilado en Ama Guadalupekoa. A los sones de 'Campamento Alarde' se fueron abriendo paso los hacheros, seguidos por Banda de Música y Tamborrada. A las nueve en punto entró la cabeza del desfile en la calle Mayor. Poco a poco las compañías fueron formando y entrando en el carril que les llevaría hasta Arma Plaza.
Allí pudo ver prácticamente todo el desfile Janire Ugarte, cantinera de Tamborrada, quien reconoció que «todo el día 8 es especial y a mi me gusta mucho lo que pasa en Guadalupe, pero hay muchos momentos singulares. Por ejemplo cuando han venido a casa a buscarme o cuando nos hemos juntado con los hacheros». Por último, «desfilar con mi padre como tambor mayor es lo más. Esa vista que tengo de los hacheros y él con el bastón de mando no tiene precio».
Cerca de allí y en una ubicación de estreno estaban los caballos. La normativa que vela por los animales obligó a que los equinos no pudieran estar en Arma Plaza –salvo los de los mandos– y fueron acomodados en La Brecha. Un integrante de Caballería reconocía que «se hace raro bajarse del caballo, estar de pie. Normalmente estamos el día entero encima».
Una nueva bandera
Antes de empezar a bajar se produjo la novedad, ya que, en vista de que este año la corporación municipal no iba a sumarse al alarde ni llevar en él la bandera de la ciudad, Alarde Fundazioa sacó una réplica, que le fue entregada a Mikel Galarza, de la compañía Arkoll, para que la portara en el resto del día.
Con el repique de campanas empezaron a bajar las compañías por donde habían subido, con misma acogida y aplausos y con las correspondientes descargas frente a la parroquia. Iban ya camino de Saindua, segunda parada del día antes de dar el salto a Guadalupe.
El cambio de ubicación no supuso alteración meteorológica, porque seguía haciendo mucho calor. Como suele suceder en estas ocasiones, eran los de las compañías con chaqueta quienes más sufrían, junto con otros como hacheros o miembros de caballería, por el vestuario que llevan.
Pero no hay mal que cien años dure y, tras cumplir con el voto a la Virgen de Guadalupe y formar desde la campa hasta la ermita, toda la tropa bajó para ir a comer a sus casas o restaurantes. En muchos casos hubo ducha o baño para refrescarse.
Hasta que el cuerpo aguante
Por la tarde, antes de las seis se reaunudó el desfile, que tiene un recorrido diferente, pasando por La Marina y con la amplitud que propone la calle Sabino Arana. Todo, para acabar llegando de nuevo a la calle Mayor, que estaba al pil-pil y donde se vivió el epílogo de una larga jornada con el emocionante rompan filas y el jovial descenso a los sones de 'zapatero'. El alarde estaba acabao pero seguía la fiesta.