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I. Murillo
Oñati.
Sábado, 23 de marzo 2024, 01:00
La marcha a Arantzazu se tornó en un numeroso Vía Crucis que aunó momentos de reflexión, oración y de reencuentro de muchas caras conocidas ... que tienen el sábado previo al Domingo de Ramos como una de las importantes citas marcadas en el calendario.
Los fieles no dudaron en realizar su anual caminata hacia el Santuario de la Virgen de Aran-tzazu previa a la Semana Santa, pese a que la mañana de este sábado invitaba más a quedarse en casa que echarse a andar y en la que los chubasqueros y paraguas fueron los grandes protagonistas de una jornada festiva en la que la lluvia fue constante.
Bajo el lema 'Renuévate', la Diócesis de San Sebastián invitó a los católicos guipuzcoanos a renovar su fe y espiritualidad, un mensaje presente entre todos los feligreses que subieron hasta el santuario. A la cabeza de la marcha, el obispo de San Sebastián, Fernando Prado.
Quienes no podían hacer la ascensión a pie contaron con autobuses para llegar directamente a la plaza de Arantzazu, donde a través de la megafonía siguieron las estaciones del Vía Crucis que anuncia el inminente cierre de la Cuaresma. Dentro de la Basílica también se dio la oportunidad de seguirlo.
Y es que, aunque las fuerzas no acompañan a todos por igual en una caminata que puede llegar a hacerse larga para muchos, al final todos se reunieron a la sombra del emblemático santuario al llegar el mediodía.
Entre los feligreses se encontraban los miembros de las parroquias de Azkoitia y Azpeitia que viajaron hasta el punto de inicio del recorrido. «Para nosotros, la marcha a Arantzazu es como un encuentro anual con nuestros amigos que no nos queremos perder. Aunque esté lloviendo, eso no nos va a parar. Es una ocasión especial para estar juntos, compartir momentos y disfrutar del día», comentaban al llegar.
Para Josune la cita, además de ser una oportunidad para vivir un momento de espiritualidad, es una «perfecta excusa para darse una buena caminata».
La ascensión comenzó puntual a las nueve y culminó en la Basílica con un encuentro de oración, marcando un momento de reflexión y comunión, sin celebración de la Misa. El tiempo de convivencia y compartir se extendió hasta la salida de los autobuses a la una.
Durante la homilía se hizo un sentido llamamiento a la hermandad. «Dejemos que mirar la Cruz nos mueva hacia las periferias de la existencia, hacia nuestros hermanos, especialmente los que están más alejados, olvidados, más necesitados de comprensión, consuelo y ayuda. No perdamos nunca la perspectiva. La Cruz no es el final. Tras la Cruz, está la vida, la resurrección, la renovación, la promesa cumplida... la Esperanza», decía en uno de sus mensajes.
«La Cruz nos enseña que el verdadero camino de la gloria, al contrario de lo que pudiera esperarse, está, precisamente, en el abajamiento y en la humildad, en comprender que para dar fruto es necesario que el grano de trigo muera en la surco del mundo. ¡Sabiduría difícil de entender esta de la debilidad y la pequeñez; difícil de entender esto de la sabiduría de la Cruz!».
La jornada finalizó en el santuario con satisfacción y con la promesa de volver a reunirse el año próximo.
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