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Óscar Rodríguez Vaz, en la antigua rotativa colocada en el exterior del DV.
Óscar Rodríguez Vaz: «En los partidos políticos impera una ley del silencio generalizada»

Óscar Rodríguez Vaz: «En los partidos políticos impera una ley del silencio generalizada»

«La desafección de la ciudadanía no tiene que ver con la edad porque los mayores son tan partidarios de cambios como los jóvenes», asegura el Doctor en Ciencias Políticas y exparlamentario del PSE

ANA VOZMEDIANO

Lunes, 1 de mayo 2017, 08:48

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La desafección de los ciudadanos respecto a la política es el eje de la tesis que Óscar Rodríguez Vaz ha realizado para doctorarse en Ciencias Políticas. Vinculado desde muy joven al PSOE, fue parlamentario vasco de esta formación de 2004 a 2012. Es hijo de un histórico militante socialista, de José, un concejal del PSE en Arrasate durante los años del plomo que se afilió a UGT en 1971. Óscar, todavía dentro del partido, no se pronuncia por ninguno de los tres candidatos a las primarias del mayo.

-Ha elaborado una tesis sobre la desafección de la ciudadanía respecto a la política. La ha centrado en Podemos y el PSOE como fuerzas de izquierdas. ¿Cuál es la principal conclusión de este estudio?

-No hay una, han sido muchas y algunas sorprendentes. Cuando empecé partía de la idea de que los jóvenes iban a ser más permeables a reformas, sobre todo en estos dos partidos. Sin embargo no fue así. La edad no es determinante a la hora de apostar por cambios o por renovación, porque esa inquietud existe también entre los mayores de 65 años. Tampoco depende del sexo, ni tan siquiera de la procedencia, porque es más o menos igual para un vasco o para un extremeño. Lo que sí es determinante para sentir una mayor identificación es el partido de referencia, porque son los miembros de Podemos los más favorables a los cambios.

-¿El estudio percibe diferencias entre los militantes y los dirigentes de los partidos?

-En las encuestas realizadas se preguntaba por la transparencia, el debate, la participación y la dación de cuentas. Podemos estaba en contra de las listas cerradas y bloqueadas, por ejemplo, tanto en el caso de los dirigentes como de los afiliados. En el PSOE no ocurre lo mismo, los militantes estaban más cerca del 15-M que los dirigentes.

-Una de las cosas que usted señala es que cuando estuvo en la cúpula de su partido le asombraba que la desafección de la ciudadanía no preocupara a los líderes.

-Podemos y las bases socialistas creen que este fenómeno es propio del sur de Europa. Los dirigentes del PSOE opinan que es un problema europeo e incluso mundial, que no cambiará nada porque se hagan reformas. Pero no es cierto, no hay que consultar a Obama o a Juncker para apostar por las listas abiertas. Sin embargo, al final funciona eso de '¿para qué vamos a aplicar la transparencia o las listas abiertas si esto no solo es problema nuestro?'. La socialdemocracia confía en Obama, en Hollande o en Schulz para que resuelva sus problemas, pero, ¿por qué renunciar a remontar por nosotros mismos? Ha sido ideología en España el no aplicar doctrinas propias, copiar a otros, algo que se ha comprobado también en las crisis económicas. Siempre miramos hacia fuera para no cambiar.

-El PSOE es un partido histórico. Podemos acaba de nacer. ¿No puede marcar eso las diferencias o la mayor adhesión de los militantes hacia sus dirigentes?

-Ahora me dedico a la empresa privada y entre nuestras tareas está la colaboración con la empresa familiar. Contar con tres generaciones por detrás no garantiza ni el éxito en el presente ni mucho menos en el futuro. De hecho, 87 de cada 100 empresas mueren en la tercera generación. La crisis de confianza, es cierto, ha afectado más a los clásicos, para empezar por la convicción que había en la sociedad en que ganara el partido que ganara, las políticas serían las mismas. Dicho eso, hay que decir que los partidos nuevos envejecen muy pronto.

-¿Propone alguna solución para la desafección a lo largo de su tesis?

-Propuestas hay muchas, pero no crea que son nada novedosas. Se trata de mejorar mecanismos existentes, por ejemplo, para solventar la crisis de representación. Las listas abiertas son las única solución para romper la endogamia reinante en los partidos españoles.

-Es la apuesta de Podemos ¿no?

-Cuando le comentaba lo rápido que están envejeciendo los partidos nuevos me refería, entre otras casas, o la forma de aplicar este criterio. Tenemos listas abiertas, muy bien, pero Pablo Iglesias en esta última asamblea fue rotundo: si me votáis a mí tenéis que votar a toda mi lista. Esto es lo mismo que una candidatura cerrada. Se dan cuenta de que la cúpula pierde la capacidad de control si se mezclan nombres de una u otra tendencia y utilizan aquello que criticaban como problema del PSOE y del PP. El 15-M, con el que el 87% de los españoles estuvieron de acuerdo, supuso un cambio brutal en el panorama político, pero la agenda se diluye sin que se hayan ejecutado los cambios.

-¿La estructura de los partidos influye en la desafección o es que no existe interés por la política?

-Vamos por partes. Los derechos que tiene un ciudadano no los tiene un militante. Un señor o señora cualquiera puede saber lo que ha costado un catering en Ajuria Enea o a qué empresas se invitó para ofrecerlo a través de una herramienta informática que, por cierto, creó Patxi López. Pero si un militante pide el coste de la comida de un dirigente nadie se lo va a dar. No existe ningún control. Es cierto que un partido es una entidad privada que puede hacer lo que quiera, pero sus ingresos dependen de las arcas publicas y, por lo tanto, si vive de fondos de la Administración, lo que ocurra en ese partido debe ser público. Sin embargo no es así. No se sabe cuántas personas conforman la filiación, ni sus edades... Hay un dato muy relevante y es que cualquier ONG potente recibe más dinero en cuotas que los 37 primeros partidos de España juntos.

-¿Son los partidos los que generan mayor desconfianza? Porque la desafección es menor hacia las instituciones y la gente sigue hablando de política, según su tesis.

-Uno de los problemas más importantes de este país es que las corruptelas internas se dan por hechas como se asume con naturalidad cruzar un semáforo en rojo o defraudar a Hacienda. Se considera normal que se ayude a las familias de los afiliados por ser del partido. Y con eso entramos en una causa importante de la desafección, porque si bien y como es lógico, se desprecia al señor que mete la mano en la caja y se lleva el dinero, pero se considera normal ayudar al hijo de un afiliado a cambio de que vote a un dirigente en la asamblea. Prometen puestos si siguen en el poder

-¿Luego cumplen?

-A veces... Los partidos son entidades privadas que colonizan las instituciones y quieren pintarlas de color de su logotipo. Si yo coloco a este militante tengo la posibilidad de que me apoye en un proceso congresual y así demuestro a otros que si se portan bien puedo colocarlos. Impera una ley del silencio que es generalizada.

-¿Qué propone para cambiar esta situación que, a su juicio, es una de las fuentes de la desafección de la ciudadanía y, cómo no, de los militantes?

-Son necesarios cambios en el sistema, fomentar la honestidad, cumplir la palabra, rendir cuentas, así como la separación de poderes real entre el comité de garantías y la dirección, por ejemplo. La democratización interna es fundamental, tanto como lo es la transparencia porque ésta es la herramienta para la participación. Pero eso exige dar datos y un militante no puede pedir siquiera el censo de su agrupación.

-No parece que esas vayan a ser las nuevas coordenadas que rijan la vida política.

-La gente está interesada por la política y la paradoja es que, pese a ello, se dan bajos niveles de participación en las elecciones. En la tesis he analizado once países europeos y pese a que se baten mínimos históricos en esta década, el interés por las cuestiones políticas ha crecido desde 2007 a 2013.

-¿Los jóvenes también?

-El 15-M los incorporó a la política como hizo con otras capas de la población porque se veía como un fenómeno transversal. Entonces Pablo Iglesias se abrazó a Anguita y volvió al discurso derecha-izquierdas lo que les ha perjudicado a ellos mismos.

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