Unzurrunzaga: «El reto es hacer ciudades mejores»
Una exposición y un libro repasan la obra de Xabier Unzurrunzaga, referente de la arquitectura vasca
MITXEL EZQUIAGA
Sábado, 13 de febrero 2016, 08:28
Se confiesa un arquitecto de la vieja escuela. «Nuestro reto es hacer la vida más fácil a la gente, como hizo Cerdá con el ensanche de Barcelona o Cortázar, adaptado por Goikoa, con San Sebastián». Xabier Unzurrunzaga (Zarautz, 1937) ha ejercido la arquitectura desde su estudio, desde la docencia y desde las instituciones, «en aquel primer Gobierno Vasco de los 80 en el que construíamos un país nuevo cargados de ilusión».
Unzurrunzaga es un referente de la arquitectura vasca y recientemente recibió el reconocimiento de sus colegas. La Escuela de Arquitectura de la UPV y el Colegio de Arquitectos promueven el libro y exposición que repasa sus 50 años de carrera y sus más de 50 proyectos. La exposición que permanecerá abierta hasta el 2 de marzo en el propio edificio.
Construir la ciudad
El nombre de la muestra y del libro, «construir la ciudad», simbolizan el esfuerzo que ha marcado la trayectoria de un hombre que se sigue entusiasmando cuando habla de sus viejos proyectos. «Pertenezco a una forma de ejercer el trabajo que quizás está desapareciendo. Empezamos de cero, pero tuvimos oportunidad de hacerlo todo, desde el urbanismo hasta el diseño de edificios, de la gestión institucional a la propia creación de la Escuela. Ahora el oficio está lamentablemente desprestigiado, en plena crisis, pero sigo defendiendo que es el arquitecto el que debe imaginar el futuro de las ciudades para hacerlas mejores y vivibles por todos. No podemos dejar una tarea tan importante en nuestras vidas en manos de políticos que llegan, ocupan sus despachos y se van cuando termina la legislatura. El arquitecto es quien puede dar continuidad a los procesos, pero no el 'arquitecto estrella', sino el que de verdad apuesta por el bien colectivo».
Unzurrunzaga está jubilado como profesor desde hace ochos años, aunque sigue dirigiendo tesis doctorales. En su dilatada obra ha trabajado todas las escalas: desde la miniatura de una vivienda unifamiliar hasta el detallado estudio urbanístico de la conurbación que va de Bayona a Donostia. Pero defiende que su labor «ha sido colectiva: al repasar los proyectos veo que he trabajado hasta con cincuenta arquitectos en mis diferentes fases, y hasta con 200 profesionales si incluimos aparejadores y otros colaboradores».
La huella de Moneo
Todo empezó en Zarautz. «Si hubiese estado en mi mano yo habría dedicado el libro que sale ahora a mi padre. Él, un pequeño empresario en el Zarautz de los 50, nos dio universidad a sus hijos en tiempos realmente difíciles». Pero el padre no era un empresario cualquiera: su firma era la empresa de artes gráficas Itxaropena, también editorial y sello en el que se publicó por primera vez, por ejemplo, el 'Quosque Tandem' de Jorge Oteiza.
¿Por qué el niño Unzurrunzaga eligió arquitectura? «No lo sé: yo estudiaba interno en Lecaroz y allí me decían que no sabía dibujar... Quizás fue influjo de Rafael Moneo, que veraneaba en Zarautz desde crío, con el que tuve relación de siempre y que quizás me marcó el camino». Unzurrunzaga intentó entrar en la Escuela de Arquitectura en Madrid, estudió en la de Barcelona y volvió a Donostia, ya titulado, a mediados de los 60. Formó su primer estudio con Luis Zulaica y Javier Marquet y comenzaron a realizar sus primeros trabajos, «que hoy puedo decir que han resistido bien. No he sido una figura pero sí un corredor de fondo», reflexiona en voz alta.
El Liceo Santo Tomás de Donostia o una casa de viviendas en el centro de Usurbil son trabajos de esa primera fase, marcada por dos 'calambrazos': la energía del Oteiza de entonces y la fuerza de Peña Ganchegui, el arquitecto que se empeñaba en hacer las cosas distintas y que terminó como 'patriarca', aunque él odiaba la palabra, de la nueva generación.
Dos obras marcarían entonces el destino de Unzurrunzaga y sus compañeros: el encargo del Plan General de Tolosa y el edificio Urumea en San Sebastián. «Éramos osados, pero cautos, y llamamos para el primero al gran Manuel Solá Morales, que entonces tenía solo 28 años, y a Moneo para el segundo. Eran finales de los 60, vivíamos el mayo de París, la eclosión de 'Ez Dok Amairu', los ecos de los Beatles... Todo bullía y eso se reflejaba en el trabajo: queríamos un planeamiento urbanístico alejado del desarrollismo franquista y soñábamos con 'hacer' ciudad». Xabier Unzurrunzaga no duda en calificar a Moneo como «el mejor arquitecto que he conocido, y también una estupenda persona».
Tras esa primera fase Unzurrunzaga se fue a realizar un curso a Carolina del Norte y al regreso montó el estudio Seiss con un grupo de urbanistas y arquitectos, como Patxo de León, Ángel de la Hoz o Javier Zubiría, que fueron luego profesionales de primera línea en el oficio. «Realizamos planeamientos urbanísticos, como el de Mondragón, que fueron precursores por todo lo que trabajamos desde un punto de visto sociológico. ¡Eran tiempos en que los gurús decían que había que dejar morir el centro de las ciudades, y había que luchar contra eso!».
Luego llegarían el paso por la administración y el regreso al ejercicio laboral, con obras como la estación de la Plaza de Easo o el cementerio de Arrasate, «pero siempre sin dejar la Escuela».