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Las 10 noticias clave de la jornada
Destrozos en El Correo por la bomba colocada por ETA. [FERNANDO GÓMEZ]
La bomba de ETA contra El Correo contenía cinco kilos de amonal
provocó numerosos daños materiales

La bomba de ETA contra El Correo contenía cinco kilos de amonal

El explosivo y un temporizador estaban en una mochila que los etarras dejaron en uno de los muros de la rotativa de Zamudio.

ANTONIO SANTOS

Lunes, 9 de junio 2008, 16:46

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DV. ETA quiso acallar la voz de El Correo ayer de madrugada con una bomba que contenía cinco kilos de amonal, según fuentes del departamento vasco de Interior. El artefacto estaba dentro de una mochila y fue activado por medio de un temporizador, sin anuncio previo de la banda, en la rotativa del diario en la localidad vizcaína de Zamudio. La tenía un único objetivo: silenciar a miles de vascos. Los mismos que compran este diario, el de mayor difusión en Euskadi. La organización no tuvo éxito. La voz se escuchó. Como siempre. Como cada día.

Los terroristas buscaron la mayor repercusión posible. Eligieron el domingo, el día de mayor tirada para cualquier periódico, y una hora significativa, las tres de la mañana. Era el momento de mayor tránsito en las instalaciones de este diario en el polígono industrial Torrelarragoiti, situado junto a la vieja carretera nacional que une Zamudio y Lezama, justo en la entrada principal al parque tecnológico. Decenas de vehículos de reparto acudían a esa hora a la rotativa -al cabo de toda la noche acceden a su interior algo menos de un centenar de furgonetas- para comenzar la jornada, recoger miles de ejemplares y distribuirlos por los quioscos.

Los miembros de ETA aprovecharon esa ida y venida de automóviles para adentrarse en la zona industrial y detenerse en una de las calles del polígono cercanas a las instalaciones de . Según las primeras hipótesis que maneja la Ertzaintza, los etarras pararon su coche en una de las calles laterales.

Con una pequeña mochila a la espalda, uno de ellos saltó una primera valla para cruzar por entre dos pabellones, uno lleno de palés de madera, recorrió alrededor de cien metros y volvió a escalar una segunda verja metálica para adentrarse en la parte trasera de la rotativa. Tras caminar veinte metros más, dejó la bomba en una esquina, entre dos paredes. Con celeridad.

Antes de huir activó el temporizador que haría explosionar el artefacto apenas unos minutos después, con tiempo suficiente para recorrer el camino a la inversa y emprender la huida. El polígono industrial tiene una conexión directa con el corredor del Txorierri, una de las principales vías de circunvalación del Gran Bilbao y que favorece una veloz salida hacia San Sebastián, por la autopista A-8, hacia Vitoria y hacia Cantabria.

Los investigadores de la Policía autónoma han comenzado a revisar las cintas de las cámaras de videovigilancia que rodean las instalaciones de este periódico y las de las empresas situadas en las inmediaciones. Tratan de averiguar la identidad de los autores materiales del atentado, si emplearon uno o dos coches y el rumbo que tomaron al escapar. También tratarán de obtener pistas del servicio de seguridad privado que cubre todo el polígono y que suele realizar rondas por las calles interiores. Mientras tanto, durante toda la mañana de ayer tomaron muestras y buscaron huellas del rastro dejado por los terroristas.

Las primeras sospechas policiales apuntan a que se trataría de miembros 'legales' -no fichados- de ETA, que estarían bajo la tutela de los presuntos responsables del comando Bizkaia Jurdan Martitegi y Arkaitz Goikoetxea. El talde utilizó ayer el mismo modus operandi de algunas de sus acciones más salvajes en el último año. Como en los ataques a los cuarteles de la Guardia Civil en Legutiano, Calahorra y Durango, la organización no realizó ningún aviso previo, en un intento de causar el mayor daño posible. Como en esas tres ocasiones, el grupo se desplazó con rapidez, colocó el artefacto explosivo y huyó mientras la bomba detonaba.

«Terrible» estruendo

La deflagración se oyó a varios kilómetros a la redonda. Eran las 3.05 horas de la madrugada. El «terrible» estruendo despertó a decenas de vecinos de Zamudio, entre ellos a la alcaldesa de la localidad, Sorkunde Aiarza, que vive en una casa cercana y fue una de las primeras en llegar a la empresa. Y paralizó la actividad en las instalaciones del periódico, las únicas en marcha a esas horas en todo el polígono.

La bomba causó un enorme boquete de 40 metros cuadrados y arrancó un muro de hormigón, además de desvencijar varias puertas metálicas. La onda expansiva lanzó los cascotes a más de treinta metros a la redonda, golpeando y agujereando las paredes de los pabellones cercanos. Las esquirlas también cruzaron de lado a lado el interior del centro de impresión del periódico, atravesando algunos postes metálicos y rompiendo lámparas fluorescentes y parte de la instalación eléctrica. Los cascotes golpearon asimismo un gran depósito de aire comprimido que ha quedado inutilizado, aunque sin causar daños personales. Los restos de piedra y grandes trozos de chapa metálica retorcidos permanecían ayer aún en el exterior del edificio, como vivo retrato de la barbarie.

Columna de humo y polvo

Cinco de los cincuenta trabajadores realizaban en el momento de la explosión sus tareas cerca del lugar donde estaba la bomba, ajenos al artefacto que los terroristas acababan de depositar fuera. Ninguno resultó herido. «Por fortuna», repetían ayer varios empleados. Junto a su puesto de trabajo llamaba la atención una imagen: la de un pequeño lavabo reventado junto a la pared que sufrió el mayor impacto de la bomba. Los operarios lo utilizan a diario para limpiarse las manchas que la tinta deja en sus manos.

Cegados por una enorme columna de humo y polvo y con un corte en el suministro eléctrico, todos ellos abandonaron la nave por su propio pie y se dirigieron hacia la puerta de la rotativa, en el otro extremo del inmueble. Allí les esperaba el resto del medio centenar de trabajadores que se encontraba en toda la planta. Apenas tardaron unos minutos.

Fuera permanecerían durante dos horas, mientras la Ertzaintza acordonaba la zona afectada de forma directa por la bomba. Los agentes buscaron en un primer momento un segundo artefacto, ante el temor de que los etarras hubieran colocado una trampa contra la Policía autónoma.

El cordón de seguridad no se levantó hasta pasadas las cinco de la madrugada. La historia, a partir de entonces, es bien conocida. Como cualquier otro día los empleados volvieron al tajo para acabar la tarea y completar la tirada. Con notables cambios. Por primera vez en muchos años el titular principal tenía a como protagonista. El periódico llegó con cierto retraso a los quioscos. Pero llegó. Se escuchó la voz. Como cada día. Como siempre.

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