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Cuando comer por la noche desvela una enfermedad

Cuando comer por la noche desvela una enfermedad

Los atracones nocturnos se relacionan con depresión y ansiedad

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Miércoles, 27 de mayo 2020

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Si es usted de los que solo se levantan de vez en cuando para comer algo en mitad de la noche no se preocupe demasiado. El problema surge cuando esos viajes nocturnos a la nevera se convierten en rutina y muchas veces terminan en atracones incontrolados de todo lo que uno pilla por delante. Galletas, restos de la cena, un yogur, dos, tres... cereales, la tableta de chocolate... «Todavía no está muy claro qué causa el síndrome de alimentación nocturna y por qué se asocia casi siempre con la depresión o las adicciones», adelanta Anna Bach, vocal de Alimentación del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona. Pero una de las teorías señala que comer en exceso por las noches implica una interrupción en las hormonas que regulan el sueño, el apetito o el estado de ánimo. «Y como la mayoría de veces estos atracones se hacen con alimentos ricos en carbohidratos, algunos expertos mantienen que se trata de una forma de automedicación», explica la también directora del máster de alimentación en la actividad física y el deporte de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC).

Las personas que sufren el síndrome de alimentación nocturna –conocido como NES por sus siglas en inglés– no suelen conciliar el sueño durante más de cuatro horas seguidas y en cuanto se despiertan van directos a la cocina para tratar de calmar su ansiedad o malestar con la comida. «Engullen todo lo que tienen a mano y casi siempre son alimentos muy calóricos tipo snacks. Pueden llegar a consumir desde un tercio a la mitad de las calorías diarias en una sola visita a la cocina», coinciden los expertos.

De hecho, la obesidad es un rasgo frecuente entre las personas que comen compulsivamente durante la noche. Los estudios sobre este síndrome revelan que el 2% de la población general se da atracones nocturnos, un porcentaje que se dispara hasta el 10% en las personas con sobrepeso. «Dormir y comer van muchas veces de la mano. Hay un vínculo evidente entre la falta de sueño y el aumento de kilos, por lo que lograr un buen descanso es fundamental para mitigar los viajes nocturnos a la nevera», explica Anna Bach.

Los expertos saben «relativamente poco» del síndrome de alimentación nocturna y su tratamiento, por lo que sus recomendaciones para poner fin a los paseos a la nevera son muy generales. En este sentido, es importante acudir al médico y hacer una revisión para descartar una posible depresión o ansiedad.

Bach mantiene que «más que centrarnos en qué tipo de alimentos son más recomendables para comer por la noche, lo que se debe hacer es consultar a un experto acerca de cómo regular los hábitos de las comidas durante el día para ayudar así a romper el ciclo de la alimentación nocturna». Los informes de casos ya diagnosticados indican que algunas personas pueden mejorar sus patrones de alimentación al ser conscientes del problema y tratar de identificar sus desencadenantes. «Acudir al psicólogo y aprender técnicas de reducción del estrés también pueden ayudar a evitar los viajes al frigorífico», señala la experta.

Como un mendigo

Y la pregunta del millón, ¿cómo se consigue mejorar esos hábitos? La respuesta está en el refranero popular. 'Desayunando como un rey, comiendo como un príncipe y cenando como un mendigo'. «Aunque hay cierto debate con esta afirmación, la parte en la que no hay duda es en la de la cena, que se debe hacer entre dos o tres horas antes de meterse en la cama», recuerda la experta. El menú debe ser menos graso y más ligero que la comida para facilitar su digestión. Pero eso no significa cenar únicamente un yogur, porque si no en la siguiente comida «el cuerpo buscará una compensación».

«La idea es que la mitad del plato sea siempre de verduras. Si por la noche nos cuesta digerirlas, las podemos cocinar pero es importante que tengan protagonismo en el plato», precisa.

La importancia de cenar dos o tres horas antes de meterse en la cama

El horario de las cenas en España –entre las 22.00 y las 23.00 horas– no favorece precisamente un buen descanso nocturno. La idea es cenar un mínimo de dos o tres horas antes de meternos en la cama para darle tiempo a la digestión a hacer su trabajo. Olvídese también de esas recenas de leche con cereales o galletas a medianoche porque tampoco son nada recomendables para conciliar el sueño. «Ir a dormir justo después de comer se asocia incluso con algunos tipo de cáncer», alerta la vocal de Alimentación del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona, Anna Bach. El horario europeo, donde se come más cantidad de alimentos en las primeras horas del día, es la fórmula más beneficiosa para nuestro cuerpo, «al ser cuando más 'despiertas' tenemos las hormonas». También hay estudios que relacionan un elevado nivel de colesterol con la ingesta de alimentos por la noche.

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