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Sin distracciones. Hasta el último detalle está concebido para que todo el protagonismo recaiga en los trajes. :: REPORTAJE FOTOGRAFICO: JOSE USOZ
BALENCIAGA MUSEOA. PRESENTACIÓN DE LA COLECCIÓN

El desfile definitivo

70 trajes y una veintena de complementos esperan ya a los visitantes en las vitrinas del museo dedicado a Balenciaga en Getaria

NEREA AZURMENDI

Jueves, 2 de junio 2011, 20:03

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Cristóbal Balenciaga Eizaguirre (Getaria, 1895-Jávea, 1972) era un hombre sobrio y elegante, que iba a lo esencial y abominaba de los excesos. Conviene interiorizar esa visión para disfrutar de Cristóbal Balenciaga Museoa de Getaria, que ayer desveló todos los detalles de su exposición permanente y que, tras ser oficialmente inaugurado el próximo martes, a partir del 10 de junio, viernes, abrirá sus puertas a todos los que deseen sumergirse en el universo del que, sin apenas discusión, está considerado uno de los mejores diseñadores de moda de todos los tiempos, si no el mejor.

Al programa de actos previsto para acompañar a la inauguración del museo todavía le quedan algunas fechas clave, y el propio proyecto dista de estar definitivamente cerrado. Está por perfilar, por ejemplo, el centro de formación que contribuirá a llenar de sentido y de contenido el enorme edificio que acoge la exposición permanente, pero ayer la atención recayó en lo esencial: en el genio de Balenciaga reflejado en sus creaciones. Los trajes que dan testimonio de una de las carreras más largas y sorprendentes en el mundo de la moda relegaron a un segundo plano declaraciones de autoridades, ecos de los trances por los que ha pasado el proyecto y dudas que pueda suscitar su futuro.

Igual que en la pasarela

Con el estilo Balenciaga por bandera -ya se sabe, sobriedad, elegancia, compleja sencillez...- y las cajas colgantes que constituyen una de las principales peculiaridades arquitectónicas del edificio como contenedor, las piezas que integran la colección permanente se exhiben en seis salas, distribuidas en dos plantas. Esas salas son el corazón del museo, en ellas late el pulso de Balenciaga, y se recorren siguiendo un itinerario muy estructurado, prácticamente de obligado cumplimiento, que, sirviéndose de un relato que no se limita a la cronología, lleva al visitante a través del conjunto de la carrera de Cristóbal Balenciaga.

La primera visita se realizó ayer con una de las personas que mejor conoce la colección, la directora de contenidos y responsable de las colecciones del museo, Miren Arzalluz, como guía. Aclaró Arzalluz que, con dos excepciones -la primera sala dedicada a los primeros años y la última, que recoge lo esencial de Balenciaga- , el recorrido se ha configurado como si fuera un desfile de moda. En este caso, como si fuera el desfile definitivo y esencial de Cristóbal Balenciaga. A semejanza de lo que se haría si se presentara una colección en la pasarela, el desfile a través de las salas comienza por los trajes de día; continúa con los de cóctel; anticipa el final con los de noche y se cierra, a lo grande, con las piezas más espectaculares: los trajes de novia. Las dos salas que se alejan un poco de ese «discurso expositivo» no lo alteran, ya que en el caso de la primera -'Comienzos', se llama- proporciona las claves para entender a un joven Balenciaga que muy pronto comenzaría a dar muestras de su genio. En esa sala se encuentra, por ejemplo, el Balenciaga más antiguo que se conserva: un traje sastre que hizo en 1912, con sólo 17 años, para su prima Salvadora Egaña. La última -el espacio 'Balenciaga Esencial'- pretende condensar el genio creativo de Balenciaga.

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Antes de emprender el recorrido que transporta al visitante a través de toda una vida de trabajo, de inspiración y de hallazgos técnicos y artísticos, un espacio situado en el palacio Aldamar -la antigua casa de verano de los marqueses de Casa Torres, que se rehabilitó en la primera fase del proyecto-, ofrece a través de un audiovisual y de diversos paneles información básica para conocer mejor a Cristóbal Balenciaga y situarlo en su contexto.

De absoluta actualidad

Quien se adentra en las salas y va completando el recorrido previsto tiene la sensación de dejarse llevar por una corriente de genio y creatividad en la que, con la excepción de los trajes de los primeros años, muy deudores de su tiempo, llama la atención la absoluta actualidad de la inmensa mayoría de las creaciones de Balenciaga, independientemente de los años que hayan pasado desde que los creó y los confeccionaron.

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Las salas se diferencian entre sí por el color dominante, que va del azulado del espacio destinado a las creaciones para el día al marfil de la sala reservada a los seis extraordinarios trajes de novia, pasando por las tonalidades oscuras que realzan los colores -y también los negros- de los trajes de cóctel y noche. Todas ellas tienen en común, sin embargo, el mismo concepto: conceder todo el protagonismo a los trajes, al igual que hizo el propio Balenciaga -extraordinariamente discreto, incluso esquivo-, que prefería que fuera su trabajo el que hablara por él.

En las vitrinas completamente desnudas -acondicionadas en cuanto a la temperatura y al grado de humedad de manera que las piezas sufran lo menos posible- reinan los trajes. El modo en que se han montado sobre los maniquíes acentúa ese protagonismo. Un breve panel explicativo en la antesala de cada uno de los espacios y los detalles básicos sobre las prendas expuestas, estampados sobre el cristal, son toda la información que recibe el visitante. Obviamente, catalogos, guías y audioguías le ayudarán a completar la experiencia pero, en principio, las piezas hablan por sí mismas.

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«Es una pena no poder ver alguno de los trajes en movimiento», reconoció Miren Arzalluz en la sala dedicada a los trajes de novia, que contiene media docena de trajes a razón de dos por década, que van de los 40 a los 60 del pasado siglo porque «son los trajes de novia los que más contienen el espíritu de la época en que se hicieron». Los trajes no solo permanecen estáticos sino que, por la disposición de las vitrinas, situadas a los lados del pasillo de circulación, sólo se ven desde una perspectiva. Y no en todos los casos se pueden captar con precisión absoluta los detalles de los tejidos, los cortes y las formas, porque la iluminación es deliberada e inevitablemente tenue.

«No hay nada tan frágil como las colecciones textiles», recordaba la gerente del museo, Sara Pagola, subrayando que por esa razón la intensidad de la luz debe estar forzosamente limitada a 50 luxes. Para hacerse una idea, en un lugar de trabajo bien iluminado los luxes pueden andar en torno a los 400... La gerente de Cristóbal Balenciaga Museoa sugiere que es conveniente detenerse un poco ante cada pieza porque la iluminación es cambiante. Los cambios que se producen dentro de cada ciclo son muy sutiles, pero permiten ir captando los detalles de las piezas.

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Esa misma fragilidad hace que los trajes puedan estar expuestos como máximo durante un año. Así, las 1.200 piezas de la colección que custodia la Fundación Balenciaga que, como anunció Miren Arzalluz, irá creciendo mediante adquisiciones y donaciones, se irán rotando en una exposición que permanecerá fiel a los mismos criterios pero cada año se irá renovando. En principio, siempre se mostrarán unas 90 piezas -en torno a 70-75 trajes y una veintena de complementos-, que irán dando lugar cada doce meses a un nuevo desfile de Cristóbal Balenciaga.

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