Las joyas de Eresbil
El Archivo Vasco de la Música guarda casi 200.000 documentos que cuentan su particular historia del país
ALBERTO MOYANO
Domingo, 10 de octubre 2010, 05:20
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Si hay muchas formas de contar la historia de un pueblo, emprender un recorrido a través de su música puede ser tan válida como cualquier otra. Con 36 años de historia a sus espaldas, el Archivo Musical Vasco-Eresbil de Errenteria permite viajar en el tiempo a través de las composiciones musicales que nos trajeron hasta aquí: desde los conciertos en los antiguos casinos donostiarras de la Belle Epoque hasta el rock radical de los ochenta, pasando por la canción protesta del tardofranquismo, la introducción de la fonografía en la Península y, por supuesto, partituras originales, programas de la Quincena y las composiciones de los viejos maestros de la música clásica. Por resumir en palabras del propio director de Eresbil, Jon Bagüés: «Es un centro que se dedica a recoger todo tipo de documentación relacionada con el cultivo de la música en el País Vasco y Navarra».
Instalado durante años en dependencias de la Orden de los Capuchinos en Errenteria y desde 2002 en su flamante nueva sede en el edificio Niessen, Eresbil atesora en sus 1.300 metros cuadrados, repartidos en cuatro plantas, casi 200.000 documentos, de los cuales la mitad son sonoros y el resto, partituras -70.000-, libros -16.000- y documentos de todo tipo -15.000-. Las fuentes de las que proceden los objetos que conforman semejante archivo van desde instituciones hasta particulares, pasando por familias ilustres o emisoras de radio. En cuanto al presupuesto, ronda los 700.000 euros, a cargo de un patronato de Eresbil, en vías de convertirse en fundación, formado por el Ayuntamiento de Errenteria, la Diputación Foral de Gipuzkoa y el Gobierno Vasco, además de la Coral Andra Mari. En lo que se refiere al personal, diez personas trabajan en Eresbil, la mitad dedicada a tareas de documentación y el resto, a labores técnicas de sonido y asesoría musical, además del director.
Buenhacer y paciencia
El Archivo Musical Vasco se ha construido a lo largo de todo este tiempo sobre un acreditado buenhacer -«somos muy afortunados porque se nos acerca mucha gente para hacer donaciones»- y un arma fundamental: la paciencia. «Es una de las cosas buenas que tenemos. Sabes que existe una cosa que nos interesa, incluso puedes saber dónde está; hay que estar tranquilo, que llegará. Se trata de no perderlo de vista y de recordarles que estás aquí. Afortunadamente, en nuestro caso la gente es muy generosa».
Todo empezó en 1973, cuando el director de la Coral Andra Mari, José Luis Ansorena, organiza una semana de música vasca que bautiza como Musikaste. Animado por el éxito cosechado, Ansorena se dispone a a elegir las partituras para conformar la segunda edición y se encuentra con grandes dificultades porque no hay ningún archivo musical en el País Vasco. Y en esta carencia se sitúa el germen del archivo, cuando el que sería su primer director comienza a recopilar partituras.
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Con el paso del tiempo, «el proyecto fue creciendo y redimensionándose, de manera que al principio eran sólo partituras, pero luego Ansorena fue entablando relación con familias de compositores ya fallecidos que le animan a recoger el fondo completo del autor. En esos fondos, no sólo están sus composiciones, sino también sus libros, sus fotos y los programas de los conciertos en los que se habían interpretado sus obras», recuerda Bagüés. Poco a poco, empiezan a llegar todo tipo de materiales y Eresbil comienza a convertirse en «una mezcla de archivo, biblioteca y centro de documentación».
Semejante flujo de documentación termina por «desbordar» el archivo de Capuchinos, con ese punto entrañable, y hace ocho años se inaugura la nueva sede. «La anterior era muy simpática, pero ya no daba más de sí. Este edificio está más preparado: tiene depósitos climatizados, zonas de usuarios, de trabajo y de escucha de sonido».
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A día de hoy, aunque Eresbil aún luce espacioso, la tarea recopilatoria es ingente y también incesante. «Entre los documentos sonoros hay desde cilindros de cera, CD, DVD y vinilos, que han vuelto a ponerse de moda, hasta lo último que está saliendo. De las partituras, que se editan mucho menos, hacemos una copia -explica el responsable del Archivo-. Además, lo completamos con lo que se edita fuera sobre grupos vascos, que hay muchos. Por ejemplo: La Oreja de Van Gogh. O la colección de la Orquesta Sinfónica de Euskadi que se editaba en Suiza hasta hace poco. En otros casos, intentamos recoger todo lo que se publica, no sólo en clásica, sino también en otros géneros como pop, rock, folk y world music que firmen músicos vascos o sobre el País Vasco. Finalmente, recogemos también cualquier cosa que se haga, por ejemplo, en Italia o Alemania sobre música vasca. 'La Paloma', de Iradier, es número uno en Alemania».
Donaciones y cesiones
Por otra parte, en Eresbil se guardan suculentos fondos, algunos donados al centro, otros cedidos en préstamo. En este segundo caso, «la propiedad sigue siendo de la familia, pero nosotros los cuidamos. Y no sólo es así en el caso de particulares, sino también con los fondos sonoros de varias radios, como RNE en San Sebastián o Radio San Sebastián». Y esa exhaustiva colección es la que atrae hasta el centro -no necesariamente, de forma física- a la clientela de Eresbil. «El acceso es libre. Normalmente, las personas interesadas lo primero que hacen es consultar la página web y luego nos escriben un correo electrónico para, a continuación, pedirnos una copia. Con las nuevas tecnologías se está dando el caso de que cada vez hay más clientes electrónicos y menos presenciales. Normalmente, se paga el coste del soporte y algo más, en concepto del trabajo invertido».
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Pero hay más tipologías. Ejemplo: «Está el que necesita estudiar un tema o el intérprete que viene en busca de programas para piano y flauta, a la que cual prestamos también asesoramiento». Por último, «hay otras personas que vienen durante varios días a investigar. Por ejemplo, los alumnos de Musikene vienen varias veces a lo largo de los meses para preparar su proyecto de fin de carrera. O directores de coro, banda o instrumentistas, además de musicólogos. Si el tema es muy concreto, van sólo a eso y en otros casos, se interesan por aspectos más generales».
Desde el puesto de director del centro, que ocupa desde mayo de 2000, Bagüés reconoce que la auténtica «bestia negra» de la gestión es el presupuesto, sometido -como casi todo en estos tiempos- a unos recortes que este año han sido del 15%. «¿En qué nos afecta? Fundamentalmente, en inversión -hay menos capacidad de compra-y en Musikaste. Este año, por ejemplo, en lugar de una orquesta, hemos tenido una banda, excelente, la de Bilbao, pero que cuesta menos. Así es la vida».
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«Queremos que a través de Eresbil se pueda seguir lo que ha sido la historia del País Vasco. Poco a poco, intentamos tener la documentación suficiente para que cualquiera que quiera indagar en historias -porque hablar de Historia con mayúsculas es difícil- pueda hacerlo», comenta Bagüés «Que los investigadores y el público tengan suficiente material».Y añade: «La idea que puede tener la gente es que Eresbil es tener para guardar y nuestra idea es tener para difundir».
Y aquí surgen algunos de los retos del futuro: rellenar los huecos documentales que aún faltan en el archivo para ofrecer una visión completa y acabada del País Vasco a través de sus músicos. «Por ejemplo, programas de conciertos en San Sebastián anteriores a 1940 hay pocos. Afortunadamente, tenemos un fondo con una colección bastante bonita del antiguo Kursaal, pero del Victoria Eugenia no hay tantos, no sé si porque no los hacían tan lujosos. Creo que había mejores programas del antiguo casino -actual Ayuntamiento de San Sebastián- que el Kursaal». Otro ejemplo: «Tenemos varias grabaciones de Ez Dok Amairu, pero sé que existen otras que todavía no tenemos y digo todavía». Otra vez, la paciencia. Y es que, como explica el director de Eresbil, «hay fondos que tenemos localizados, que esperas que te lleguen. Algunos tardan muchos años, como por ejemplo, el de Jesús Arambarri. José Luis (Ansorena) había estado en Madrid con su hija hace muchos años y finalmente, lo conseguimos».
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A pesar de todo, los responsables del Archivo consideran que el siglo XX es una época que empieza a estar bien cubierta, al menos, en lo que respecta a las partituras. «En menor medida, en discos. Hay que tener en cuenta que San Sebastián es una de las dos entradas -junto a Barcelona- de la fonografía en España, una historia aún por escribir».
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