La trastada de Iker sacude Amorebieta
Un niño de 12 años es localizado en Lemoa 20 horas después de darse a la fuga por un suspenso. Un despliegue sin precedentes moviliza a más de 200 personas en su búsqueda por la localidad y alrededores
MANUELA DÍAZ
Miércoles, 10 de marzo 2010, 10:19
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Todo ha quedado en un susto, hay final feliz, pero trajo de cabeza durante cerca de veinte horas a familiares, vecinos, policías y servicios de emergencia, angustiados por hallar con vida a Iker E., el niño de 12 años que desapareció el lunes cuando regresaba de su clase de inglés en una academia de Amorebieta. Un despliegue sin precedentes que movilizó a 200 personas en su búsqueda y a otro buen número de voluntarios que se volcaron en difundir la noticia por diferentes lugares del territorio. El amplio operativo contribuyó a su localización sano y salvo sobre las cuatro y media de la tarde de ayer por una patrulla de la Ertzaintza.
Cuando le encontraron, caminaba por una pista forestal del barrio Elorriaga de Lemoa, a unos cinco kilómetros del lugar donde se le vio por última vez. Hambriento, cansado, desorientado y con ganas de ver a sus padres, Iker fue conducido a su domicilio ante el suspiro de alivio de la familia, los vecinos y la pregunta de ¿por qué lo habrá hecho?. Todo apunta a que un suspenso y la posterior reprimenda de su madre pudo prender la llama del arrebato del chaval para no volver a casa ya echada la noche del lunes.
Una trastada que recorcomió las tripas de los padres en horas interminables sin poder pegar ojo. La posibilidad de que hubiese sido asaltado, raptado o se hubiese caído al río Ibaizabal machacaba sus esperanzas. Por su cabeza no pasaba que pudiese haber escapado. Hasta la frase milagrosa. «Ha aparecido, está vivo». Esas fueron las palabras, entrecortadas, que desde el centro de rescate instalado apresuradamente en un complejo cultural de Amorebieta trasladaron a los cerca de 200 voluntarios y miembros de Protección Civil, DYA y Cruz Roja que peinaban cada rincón de la localidad. Habían pasado nada menos que veinte horas desde que Iker atravesara el parque Zelaieta y se despidiera de sus dos compañeros de clase de inglés para regresar a su vivienda, situada a escasos 200 metros. A partir de ese momento se pierde su pista y comienza una carrera contrarreloj en la que se involucra todo el municipio de Amorebieta.
En una cabaña de ovejas
La pesadilla arranca a las nueve de la noche del lunes. Preocupados por su ausencia, los padres emprendieron su búsqueda acompañados de familiares, vecinos, amigos, la Policía Municipal y la Cruz Roja. Una hora después, la DYA se une a las labores de rastreo, que en un principio se centró en el centro urbano del municipio. «El río, zonas boscosas, lonjas, edificios en construcción, iglesias, frontones, polígonos industriales... fue bastante duro», recordaba Alex García, coordinador de la Cruz Roja en Amorebieta, que como la mayoría de los voluntarios apenas había descansado. El frío no desalentó a todos los que recorrieron a pie el municipio hasta las seis de la mañana, «mirando incluso las papeleras por si veíamos alguna pista de la carpeta roja del Athletic que llevaba cuando desapareció». Ajeno a todo, Iker había caminado hasta Lemoa por la carretera y se había refugiado en una desvencijada chabola de ovejas, en el barrio Elorriaga, solo, con sus pensamientos, con su suspenso.
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Ya en la mañana de ayer, Interior se sumó a las tareas con las unidades de rescate canina y de buceo, además de un helicóptero, mientras que la Diputación ponía a disposición varios guardas de montes para zonas especiales. En la calle, los vecinos grababan en su mente una imagen: la de Iker, de 1,60 de estatura y 50 kilos, vestido con pantalón de pana azul oscuro y chaqueta del mismo color con rayas rojas. Su imagen, junto a la palabra 'desaparecido', empapelaba los comercios y muros de la comarca.
Atendiendo a la llamada del Ayuntamiento, más de 120 vecinos se sumaron a las tareas de búsqueda a partir de las dos de la tarde. Muchos, como Juan, camionero de profesión, decidieron salir una hora antes del trabajo para incorporarse al operativo después de escuchar por la radio la noticia. Otros, como Yolanda, con una niña de la edad de Iker, decidió regresar a casa para calzarse unas zapatillas y sumarse a la marcha. En sus miradas, como en la de un tío del menor, Jorge, se vislumbraba la sombra de un trágico final.
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Repartidos en seis grupos recorrieron los distintos barrios de la localidad, escudriñando cada rincón y recoveco, mientras se sucedían las llamadas de personas que aseguraban haber visto al joven en las proximidades de Amorebieta. Dos horas y media más tarde una patrulla de la Ertzaintza se cruzó con el menor en una pista. «Cuando nos comunicaron por radio que estaba vivo la gente se llevó un alegrón tremendo», afirmaba el alcalde, que se había sumado a las tareas de rastreo. «La gente se merece un aplauso», decía. En casa de Iker, el llanto de felicidad intentaba borrar una angustia que se había forjado de manera incomprensible.
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