Tolosa
Un recuerdo a Antonio Zavala, el estudioso del bertsolarismoCultura. Se cumplen 25 años del nombramiento del padre jesuita como hijo predilecto de Tolosa. Indagó sobre la literatura oral vasca y la cultura popular
Frente a la iglesia de Santa María creció un joven que con los años fue alimentando una pasión que le llevó a la dedicación de ... toda su vida. Los sábados en el Tinglado, en los mercados de los años 40, entre verduras y ganado, había hombres que vendían bertsos. Cantaban para el pueblo para acercarlos y ofrecerles las hojas con recopilaciones de estrofas, conocidos como bertso-paperak, de temática variada: amor, guerra, religión, acontecimientos... e incluso de los primeros campeonatos de este arte en euskera. Antonio Zavala (Tolosa, 1928-Pamplona, 2009), ya como un jesuita más, comenzó a recopilar estas hojas sueltas de aquí y de allá, tirando «de ese hilo» que a la postre sería «un ovillo más grande de lo que pensaba».
Publicidad
Cuenta que cuando era estudiante de la ordenación en Oña, Burgos, solicitó a sus familiares que le enviaran folletos de aquellos vendedores. Y un día de 1954, posterior al día de Reyes, un alumno azkoitiarra le entregó la colección de quince bertso-paperak que atesoraban en el caserío. Hizo una simple regla de tres: «si en un solo caserío hay todo este material, qué es lo que habrá en todo el País Vasco».
Ese fue el primer paso que se convertiría, a partir de 1961, en toda una colección de ejemplares. Fundó la editorial Auspoa para dar salida y aglutinar sus investigaciones, financiada por su hermana Arantxa –más tarde por Joakin Berasategi, de la editorial Sendoa– y con sede en el hogar familiar, en la plaza Santa María, 2. No solo reunía sus indagaciones sobre el bertsolarismo, punta de lanza de la literatura oral vasca, sino también de la cultura popular que había perdurado hasta entonces.
Una andadura divulgativa que ayudó a poner el foco al bertsolarismo, reconocer su valor literario y demostrar que el euskera, en todas sus formas, era también un vehículo de expresión igual de culto que cualquier otro. Curiosamente, fueron los bertsos del tolosarra Ramón Artola los incluidos en el primer libro editado, 'Sagardoaren graziya ta beste bertso asko' (1961). Ya por aquel año ejercía como académico de Euskaltzaindia, pasando en 1964 a ser académico de número.
Publicidad
Uztapide, figura clave
El germen dio brotes con Manuel Olaizola, Uztapide. Forzado a retirarse tras perder la voz en una actuación en el Atano III, mantuvo su labia a través de la pluma, primero en 'Lengo egunak gogoan' (1974), y después con 'Sasoia joan da gero' (1976). Con el debut como escritor del tres veces campeón del bertsolarismo el jesuita encontró a su mejor aliado, siendo la prueba de que su labor investigadora en pro de la cultura popular tenía sentido.
El éxito del libro rompió la «resistencia» y el miedo al «ridículo» que sentían quienes para Zavala constituían «la flor y nata de la sociedad», por encima del resto de mortales. De esta manera, llegaron otros libros de memorias como los de los también bertsolaris Xalbador, Txomin Garmendia o Ataño, y le abrió las puertas de otras tantas personas para contar sus vivencias, recuerdos y preservar el legado cultural y literario familiar. Fue así como la colección Auspoa llegó a aumentar hasta los trescientos volúmenes solo con narrativa vasca popular.
Publicidad
Cabe destacar además otra vertiente más antigua que el bertsolarismo, como son las baladas vascas, que Zavala recopiló en 1998 bajo el título 'Euskal erromantzeak-Romancero vasco'.
Trabajo humilde y silencioso
Su trabajo de investigación y difusión en silencio le valió el reconocimiento de la Universidad de Deusto otorgándole el título de doctor honoris causa, en 1999, y por el Ayuntamiento de su pueblo natal como el quinto hijo predilecto. Este mes se han cumplido veinticinco años de aquel nombramiento en Tolosa. Agradecimientos que siempre aceptó con humildad, valiendo como tributo a tantos y tantos bertsolaris que «han hecho posible que nuestra literatura popular sea tan rica».
Sin embargo, apuntó en la institución donostiarra que los homenajes se estilan a darse en la vejez o cuando el honrado pasa a mejor vida. «Y con eso nos conformamos. Debemos dar un paso adelante y aprender a echar una mano al joven que ya ha acreditado su eficiencia, para que produzca no como diez sino como cien».
Publicidad
Sea como fuere, su labor en la colección Auspoa es a día de hoy la preservación de la tradición cultural vasca y la rica literatura oral. Sin él, tal vez, aquellas hojas habrían alimentado el fuego para calentar algún caserío o las vivencias habrían muerto con aquellos que lo recordaban.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión