La pesca en Donostia: una larga y sorprendente historia
El puerto y su entorno próximo fueron en otros tiempos escenario de una intensa vida ligada a la pesca de bajura y altura o la caza de la ballena
José Mari Unsain
Jueves, 9 de diciembre 2021, 12:12
Las reducidas dimensiones del puerto de San Sebastián invitan a pensar en una historia marinera de pequeña escala y proyección. Resulta difícil imaginar que ese enclave y su entorno próximo fueron en otros tiempos escenario de una intensa vida ligada a la pesca de bajura y altura, a la caza de la ballena, al transporte y al comercio, a la construcción naval, la actividad corsaria, la guerra marítima y el contrabando.
En cualquier caso, para entender la relevancia que llegó a alcanzar la actividad marítima de San Sebastián es necesario tener en cuenta que la abrigada bahía de Pasaia formó parte, durante siglos, de su espacio portuario. El dominio sobre sus aguas permaneció bajo jurisdicción de Donostia hasta comienzos del siglo XIX y Pasajes San Pedro fue hasta entonces parte de su término municipal.
En determinados momentos de la Edad Media y la Edad Moderna, San Sebastián llegó a ser el principal puerto del Cantábrico aunque en otras épocas la primacía correspondió a Santander o a Bilbao. El transporte y el comercio marítimos tuvieron gran relieve en la historia donostiarra, pero este breve texto se ciñe a su historia pesquera.
El primer documento sobre la pesca marítima en San Sebastián es del siglo XII aunque probablemente ya se practicara con anterioridad. Al igual que en otras villas del Cantábrico esta actividad fue adquiriendo progresivamente mayor envergadura.
Los pescadores guipuzcoanos no se limitaron a faenar en sus propias aguas. Las costas de Asturias, Galicia, noroeste de Francia y las Islas Británicas estuvieron a su alcance. Los caladeros del denominado 'mar de Irlanda' fueron muy frecuentados por los donostiarras.
Donostia llegó a ser durante parte del siglo XVI el principal puerto ballenero mundial
La caza de la ballena, práctica generalizada en el Cantábrico oriental desde el siglo XIII, se efectuaba en aguas próximas, pero ya desde ese mismo siglo los balleneros vascos se desplazan hasta Asturias y Galicia. Estas expediciones balleneras por las costas del norte peninsular decayeron en el siglo XVI con el inicio de la aventura de Terranova y Labrador.
Tras el descubrimiento de la abundancia de bacalao en Terranova, los pescadores bretones, normandos, portugueses, gallegos y vascos comenzaron a explotar esta pesquería en las primeras décadas del siglo XVI. Los pescadores vascos observaron además que en las frías aguas de Terranova y Labrador abundaban también las ballenas. San Sebastián, con su puerto filial de Pasaia, llegó a ser durante buena parte del siglo XVI el principal centro ballenero mundial y uno de los más importantes de la pesca y el comercio del bacalao en Europa.
La flota bacaladera siguió acudiendo a Terranova a lo largo del siglo XVII, pero los balleneros se vieron obligados a reorientar su labor. La disminución de las poblaciones de ballenas en aquellas costas obligó a explorar otras zonas geográficas. Los cetáceos se capturarían desde entonces sobre todo en aguas del Ártico. El panorama que se abrió a los balleneros vascos cambió por completo en aquellas latitudes boreales. La situación de práctica exclusividad que mantuvieron en las estaciones balleneras del Labrador desapareció con la dura competencia que en el siglo XVII plantearon ingleses, holandeses y daneses. Paradójicamente los balleneros de estos países habían aprendido de los vascos las técnicas de captura y procesamiento. Las nuevas potencias balleneras llegaron incluso a recurrir a la agresión armada. En 1613, por ejemplo, diez naos balleneras donostiarras que faenaban en el Ártico cayeron en manos inglesas perdiendo sus pertrechos y capturas.
En el siglo XVIII se asiste al declive y desaparición de la caza de la ballena y la pesca del bacalao. Hasta finales del siglo XIX Donostia mantuvo una actividad pesquera más bien modesta. Fue entonces cuando, por iniciativa del armador Ignacio Mercader, se constituyó en San Sebastián una flota de arrastre de vapor que fue pionera en España en la implantación de esta técnica de extracción. Conforme fue expandiéndose, este tipo de pesca produjo cierto agotamiento de las calas cercanas que dio origen a sucesivas protestas.
A comienzos del siglo XX la flota de arrastre coexiste con la formada por lanchas de vela y remo y pequeños vapores dedicados a la pesca artesanal. San Sebastián mantuvo la primacía en el sector de bajura guipuzcoano durante las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, la flota arrastrera se vio obligada a desplazarse a Pasaia por las limitaciones de espacio de su puerto de origen. Los armadores donostiarras tendrán un papel destacado en el desarrollo de la gran flota de altura de Pasaia.
Entre finales de los años 50 y comienzos de los 70 el puerto de San Sebastián conoce una época de crecimiento y renovación en el ámbito pesquero. Pero, a consecuencia de las políticas adoptadas tras la crisis de los años 70 y el ingreso en la Unión Europea, la flota vasca sufre una drástica reducción. Ya entrando en el siglo XXI las condiciones de supervivencia de la flota donostiarra se complicaron al máximo. La globalización y la pesca industrial hicieron muy difícil el sostenimiento de la pesca artesanal. Estos factores, unidos a otros de carácter más coyuntural, llevaron al cierre de la lonja de San Sebastián en 2012 y, lamentablemente, la flota queda reducida a una expresión casi simbólica.
La historia de la pesca en San Sebastián es la historia de una larga sucesión de generaciones de hombres y mujeres que encontraron su sustento en una actividad que implicaba asumir un duro modo de vida, lleno de riesgos y dificultades. La extraordinaria tradición pesquera de esta ciudad no debería extinguirse. El apoyo decidido de nuestras instituciones resulta imprescindible para mantener viva la llama e intensificarla hasta hacerla visible.
Reconocimiento - El Portaviones, un referente arquitectónico
La remodelación del Portaviones del muelle donostiarra ha sido reconocida en diversos foros arquitectónicos. Recientemente el Colegio de Arquitectos Vasco Navarro reconoció su valor histórico colocando una placa 'Docomomo', situándolo dentro del Movimiento Moderno que se dio entre 1925 y 1965. El pasado mes de febrero su obra de rehabilitación fue seleccionada para el prestigioso premio Mies van der Rohe.