Igotz y Jose Mari Irigoien, hijo y padre, felices y sonrientes frente a Irigoien Berria, buque familiar con 30 años de historia ©Unciti
Relevo generacional

Jóvenes dispuestos a tomar el mando del timón

Habrá relevo familiar en el Irigoien Berria de Getaria, revirtiendo una situación de falta de nuevas generaciones que está acusando el sector pesquero en su conjunto

Lunes, 13 de diciembre 2021

Son las nueve de la mañana de un viernes en el puerto de Getaria. A uno de sus muelles se acerca el Irigoien Berria, un buque familiar de la localidad costera que opera desde hace 30 años. Entre los 16 miembros de su tripulación se encuentran dos generaciones de los Irigoien: Emilio, patrón, y su sobrino Igotz. Pero no están solos. En tierra les reciben más miembros de la familia: Jose Mari, aita de Igotz y arrantzale retirado, y sus hermanas Primi, Rufina y Raquel, rederas del puerto getariarra y preparadas para empezar su particular faena.

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Los Irigoien, familia oriunda de Getaria, representan una larga tradición pesquera que se remonta varias generaciones atrás y que, al parecer, tendrá continuidad en varios de sus descendientes más jóvenes, confirmando el relevo de, al menos, una generación más en el Irigoien Berria. Una buena noticia a celebrar para un sector pesquero que está acusando la falta de jóvenes dispuestos a trabajar en él. Porque Igotz, a sus 21 años, tiene claro que su futuro pasa por un barco familiar y un puerto «en el que he andado desde pequeño» y por una profesión que «le hemos inculcado» también desde que era txiki, recuerda su aita, mostrándose «muy contento» de que su primogénito haya decidido seguir con el oficio familiar.

Y es que si algo deja Igotz claro es que ha sido una decisión propia y libre y no impuesta por su familia: «Nunca he venido obligado a la mar, siempre lo he hecho cuando he querido y porque me gusta». Recuerda que empezó con 15 años «a hacer alguna marea en verano» y a ir «poco a poco cogiéndole el gusto» hasta que vio que su futuro laboral pasaba por la mar: «Cuanto más crecía y más experiencia iba teniendo, más claro lo veía».

«Nunca he venido obligado a la mar, sino cuando he querido y porque me gusta» Igotz Irigoien

Así, y consciente de que la formación es «fundamental», se matriculó en el Grado Superior de la escuela de pesca Antiguako Ama de Ondarroa que, ya en el segundo curso, está a las puertas de finalizar y obtener el título de patrón de altura con el que podrá relevar a su tío al mando del Irigoien Berria. Terminará las clases en febrero para realizar las prácticas en el buque familiar y dar por finalizado un grado que «me ha gustado mucho, más de lo que pensaba» porque ha aprendido «cosas nuevas que van más allá de la pesca».

No descarta, sin embargo, optar a futuro a titulaciones mayores como capitán de pesca o de marina mercante porque «es un añadido que si sacas, siempre vas a tener ahí», aunque reconoce que «compaginar estudios con el trabajo en la mar es muy difícil, ya que esta profesión no permite llevar un orden en horarios». De hecho, durante este curso Igotz ha tenido un calendario «más flexible» con clases en Ondarroa de lunes a miércoles y después volvía a Getaria para poder salir a la mar.

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«Falta gente titulada para mantener las flotas que, cada vez, están yendo a menos» Jose Mari Irigoien

Porque es un trabajo sí, pero también una pasión y un modo de vida con el que Igotz se identifi ca y disfruta: «En la tripulación hay gente de muchas nacionalidades, unos veteranos, otros novatos... Me gusta porque son muy majos y el ambiente es bueno». Pero, sin duda, lo que más le gusta es el hecho de pescar porque «genera mucha adrenalina» y es la causa de su felicidad. «Después de una buena marea, todo son sonrisas y no hay persona más feliz que un pescador sobre la Tierra», apunta Jose Mari quien, tras 46 años como arrantzale, sabe de sobra que «cuanto más se pesca, más se gana y mejor se vive».

Siempre conectados

El año que viene se cumplirá el 30º aniversario de la primera salida a la mar de Irigoien Berria, un barco que practica la pesca de cerco durante prácticamente todo el año, salvo la campaña estival de túnidos. Diferentes artes de pesca con técnicas y herramientas muy diversas, aunque Igotz no esconde decantarse por la pesca del bonito con anzuelo pues considera que «es mucho más activa y, por tanto, más entretenida y divertida. Requiere andar 'piztu', despierto, y trabajar al 200 % para echar el cebo vivo y cazar a caña el pescado uno por uno por estribor». Sin embargo, las salidas durante la costera del bonito son «más largas, de una a dos semanas» de duración, mientras que en su día a día con el cerco «las salidas son continuas, del día» pudiendo «volver prácticamente todos los días a casa a descansar».

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Porque, ¿cómo sobrelleva un joven milenial el estar tanto tiempo fuera del hogar y, por tanto, lejos de los suyos? La tecnología ha infl uido mucho en el sector pesquero en general, pero también en la comodidad del día a día en la mar, con una notable mejoría en las comunicaciones con tierra. «Antes salíamos y hasta la vuelta, adiós, nada de noticias», evoca Jose Mari, mientras su hijo celebra la llegada del WiFi al barco porque «podemos hablar todos los días por WhatsApp -mensajes y llamadas- con la familia, amigos, la novia... tenemos acceso a Internet, a las noticias... Así se lleva bastante bien y se hace más ameno».

De hecho, le cuesta pronunciarse sobre algo que no le guste del ofi cio, hasta que se decanta por que «lo peor es pasar mucho tiempo fuera de casa». Charlando con él se percibe su juventud, su vitalidad y sus enormes ganas, a las que ni la escasez de horas de sueño pasan factura: «Hoy hemos dormido unas 3 o 4 horas en el barco, y ya vale. No tenemos horario fi jo ni para dormir, ni para comer... Para nada. Lo primero y lo primordial es pescar y si hay pesca, se deja todo lo demás».

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La tecnología les ha permitido a pesar de estar geográfi camente alejados, mantenerse cerca, en contacto, pero también ha conllevado otros muchos avances como «las condiciones de trabajo, de habitabilidad, de higiene... han mejorado una barbaridad», confi rma Jose Mari.

¿Un bicho raro?

A pesar de que tradicionalmente el sector pesquero se haya alimentado mucho del relevo generacional, actualmente casos como el de Igotz, un joven ilusionado con su futuro como arrantzale, son casi excepcionales, lo que está dejando una importante huella en la realidad del sector: «No es un problema específi co de Getaria, sino de todos los puertos vascos. Hace falta gente titulada para mantener las fl otas que, cada vez, están yendo a menos», considera Jose Mari.

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Pero él mismo apunta que la falta de relevo no afecta sólo a la mar, sino también a tierra donde «quizá el problema sea hasta mayor» y afi rma, aunque con prudencia, que en Getaria se está dando una leve recuperación: «Después de una época de vacío, años en los que no venía nadie a la mar ni a formarse, parece que comienza a recuperar personal, pero poco a poco, sin grandes alardes».

Ser arrantzale conlleva que Igotz vaya a asumir un estilo de vida algo diferente a la de su entorno, aunque su cuadrilla, en la que «también hay algún otro que va a la mar», dice que no sorprende: «Somos de Getaria y están acostumbrados a que la gente se dedique a esto». Su aita, sin embargo, discrepa apuntando que hoy día «hay jóvenes que no optan por la mar por no ser un bicho raro, mientras que en mi época bicho raro era el que se quedaba en tierra. Un cambio en sólo una generación».

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Padre e hijo reconocen no encontrar solución para revertir la situación, aunque Jose Mari sí que hace cierta autocrítica: «Deberíamos empezar nosotros, los profesionales, por atraer a nuestros hijos a la mar. Los de casa somos los primeros que hemos fallado con el 'yo no quiero eso para mi hijo' porque la mar es dura, no vamos a engañarnos. Lo ha elegido él y estoy contento, pero sé lo que le espera...». A Igotz no le cambia la cara con la confesión de su padre de que eso que le espera es «un trabajo que, al ser una empresa familiar, no acaba nunca: subasta, contabilidad, reuniones, etc. Siempre hay trabajo, no nos aburrimos».

Actualmente se encuentran a las puertas del parón invernal de tres meses (de diciembre a marzo) que les tendrá alejados del mar, pero no del ofi cio porque «son vacaciones parciales, de poder estar en casa, pero preparando y con labores de mantenimiento del barco». Igotz aprovechará para fi nalizar el curso en la escuela y también para disfrutar del ocio, porque ambos resaltan que «fuera de la mar también tenemos una vida normal y tiempo para pasarlo bien. No estamos siempre atados». Ir a Anoeta a ver a la Real, juntarse con la cuadrilla y con la familia a comer o cenar, son algunos de los planes que más disfrutan porque «cuando estamos en tierra es algo tan especial que lo valoramos y aprovechamos al máximo, mucho más que si lo tuviésemos a diario. Disfrutamos como enanos».

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