¿Cuánto duran las sobras en la nevera y cómo hay que guardarlas?

La reducción del desperdicio alimentario guarda una relación estrecha con la forma en la que conservamos y cocinamos la comida. Acciones orientadas específicamente a ahorrar, como comprar a granel o aprovechar las ofertas de cadenas de distribución como EROSKI, pueden caer en saco roto si en casa no se saca el máximo partido al frigorífico y al congelador.

Estos electrodomésticos son de gran ayuda para retrasar el consumo de los alimentos sin que se vean comprometidas ni la calidad ni las propiedades nutritivas de los mismos. Desde el punto de vista del ahorro de tiempo y dinero, permiten adquirir más cantidad de comida, guardarla o cocinarla (gastarás menos energía si preparas un cocido para varios días) y congelar las sobras en recipientes individuales. No obstante, su utilización implica una labor previa de planificación.

En primer lugar, su composición determina el grado de frío necesario y el tiempo máximo que deben permanecer en la nevera. Por ejemplo:

La carne picada y el pescado aguantan de uno a dos días; pero si ya han sido cocinados, pueden aguantar hasta tres.

Los postres caseros, la leche abierta, las verduras cocidas y los embutidos se mantienen cuatro jornadas.

Los platos cocinados listos para consumir y las conservas abiertas pueden permanecer cinco días en el frigorífico

Y el periodo de tiempo que aguantan los huevos y la mantequilla, por ejemplo, está entre las dos y tres semanas.

Todos los alimentos que sobran en las comidas y pueden almacenarse para una próxima ingesta tienen que estar protegidos bien en envases herméticos de plástico o cristal (sopas, purés, conservas en lata…), film transparente (carnes, pescados) o papel de aluminio. Se evitará así que se vean afectados por posibles patógenos o la contaminación cruzada. En el caso de que todavía estén calientes, deben enfriarse antes de introducirlos en la nevera para que el electrodoméstico no tenga que gastar más energía en la recuperación de la temperatura previa.

Respecto a las frutas, solo las más perecederas deben almacenarse en frío y consumirse en un periodo no superior a los tres días. Dentro de este grupo no entran manzanas, mandarinas ni naranjas, a no ser que un calor excesivo en casa haga peligrar su consumo en condiciones óptimas.

En comparación con la nevera, que presenta una alta rotación, la utilización del congelador suele despertar más dudas. De hecho, un 48% de las personas reconoce que no lo hace correctamente. Los alimentos deben dividirse en porciones individuales, guardadas en bolsas o recipientes herméticamente cerrados, para una mejor y más rápida congelación y descongelación. Escribir en cada envase la fecha con un rotulador ayudará a controlar el tiempo que lleva refrigerado. En este sentido, a mayor velocidad de congelado (con 4 estrellas se garantizan temperaturas inferiores a 18 grados bajo cero) menor riesgo alimentario.

Desde el departamento de Investigación alimentaria de AZTI advierten de que la congelación no elimina los microorganismos, a excepción de los parásitos, sino que detiene su crecimiento. Este detalle es básico para tener presente la importancia de una buena higiene en la manipulación de los alimentos, y no esperar a la fecha de caducidad antes de someterlos a temperaturas bajo cero. «Es conveniente apuntar en el envase los días que le quedaban para su consumo ya que una vez descongelados, los microorganismos presentes en el momento en que se congeló continuarán con su proliferación deteriorando el alimento», explican.

Uno de los errores más comunes es pensar que la comida puede almacenarse en el congelador indefinidamente. El periodo recomendable oscila entre dos y doce meses en función de la composición del alimento. En cada extremo de esta línea temporal están los productos más grasos, como la carne picada y el pescado graso, cuyo plazo es menor, y el pollo, el vacuno, las hortalizas y verduras, que pueden alcanzar el año sin que su calidad se vea afectada.

Y sí, las verduras también pueden congelarse. Salvo algunas que se comen crudas, como la lechuga, el resto son aptas para este método de conservación. Primero hay que lavarlas bien y cortarlas para que ocupen menos espacio y controlar las raciones. Además, es aconsejable escaldarlas con el fin de desactivar ciertos compuestos que al entrar en contacto con el frío podrían alterar el sabor, color y la textura. Sumergirlas dos minutos en agua hirviendo es suficiente. Pasado ese tiempo, se deben introducir en agua con hielo para cortar la cocción.