Las 148 víctimas olvidadas de la mayor catástrofe aérea en Euskadi
Este miércoles, 19 de febrero de 1985, se cumplen cuatro décadas del fatal siniestro que se cobró la vida de 148 personas y no dejó supervivientes
El 19 de febrero de 1985 el 'Alhambra de Granada' de Iberia, en el vuelo IB-610, despegó a las 7.47 del aeropuerto de Barajas de Madrid con 141 pasajeros y siete miembros de la tripulación a bordo rumbo a Bilbao, donde tenía previsto aterrizar en el aeródromo de Sondika a las 8.35 horas.
El vuelo marchaba con normalidad en una mañana marcada por la intensa niebla que predominaba en Euskadi. Después de alcanzar la altitud crucero a las 8.09 horas (7.24 metros), siete minutos después el aparato comenzó a descender y llegó a los 3.048 metros con el capitán José Luis Patiño y el primer oficial Emilio López en la cabina del avión.
El aeropuerto de Sondika, tal y como era conocido en aquella época el actual 'Aeropuerto Internacional de Bilbao' -el de Loiu, a efectos prácticos-, y que actualmente acoge la terminal de carga y otros servicios, contaba en la época con dos maniobras de aproximación. Las dos daban un giro en los alrededores del monte Oiz, aunque la directa pasaba entre Amorebieta y Durango mientras que la estándar sobrevolaba el aeropuerto de destino y viraba al sureste antes de girar y encarar la pista de Sondika. El 'Alhambra de Iberia' optó por esta última.
Tomar esa vía era una de las opciones recogidas, no así la altitud en la que comenzaron a volar. El avión contaba con dos alertas para reflejar la altura a la que estaba el aparato. Primero sonaba 900 pies por encima de la altitud fijada para avisar que se estaba aproximando al objetivo y después volvía a avisar cuando la aeronave se encontraba 300 pies por debajo de la altitud seleccionada. Es decir, un aviso de aproximación y otro de desviación.
Por lo tanto, el avión voló durante los últimos 57 segundos por debajo de la altitud establecida para la maniobra que estaba realizando, con la fatal consecuencia de, en un contexto de una intensa niebla, impactar con la ala izquierda contra la antena de televisión que la ETB tenía en lo alto del monte Oiz a 1.054 metros de altura, 28 por encima de la cima.
Muestra de la velocidad a la que iba el avión en ese instante es que recorrió 930 metros desde el impacto con la antena hasta que tocó tierra en la ladera del monte, donde recorrió 250 metros y segó todo lo que se encontraba a su paso. Carlos Morán, zamorano pero residente en Zegama, acudió al lugar en calidad de rescatista al pertenecer al Grupo de Perro Salvamento de Euskadi.
«Estábamos en contacto directo con el Gobierno Vasco para posibles catástrofes y esa mañana nos llamaron y acudimos los que pudimos. Aquello quedó todo destrozado», recuerda. «Había restos de cuerpos por todos lados… No actuó nadie porque se consideró que no había ni un superviviente, no se pudo hacer absolutamente nada».
Todavía tiene la imagen en la cabeza de cómo quedó el monte. «Estaban todos los pinos como si les hubieran pasado la motosierra, había un cortafuegos en una línea perfecta» que tuvo una extensión de 16 metros de ancho. «El motor del avión, que si te pones al lado de él parece un camión de lo grande que es, todavía sacaba humo».
La tragedia fue terrible. No hubo supervivientes y muchos que recuerdan el episodio lo relacionan directamente con las brutales imágenes que se difundieron de los restos del avión y de las víctimas, un aspecto que dolió todavía más a los familiares y a los allegados de los afectados. Por eso mismo, Felisa Bernardo, esposa de Luis Joaquín Sanz Valdezate, y Paloma Menéndez Valdazo, hija de Vicente Menéndez Hornes, ambos hombres fallecidos en el accidente, han querido participar en el 40 aniversario de sus muertes con el único objetivo de recordar a las víctimas y rendirles homenajes.
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