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Foto antigua de la familia con María Teresa, Vicente y las cuatro hermanas.
40 años del accidente aéreo del monte Oiz

«El accidente destrozó a la familia y somos lo que somos por ese sufrimiento»

Vicente Menéndez viajaba el 19 de febrero de 1985 en aquel avión para acudir a una reunión en Gipuzkoa. Padre de cuatro hijas, Paloma Menéndez, una de las hermanas, le recuerda como una persona «fantástica»

Beñat Arnaiz

San Sebastián

Martes, 18 de febrero 2025, 00:04

«Cuando seáis mayores, os acordaréis de estos momentos», dijo Vicente Menéndez Hornes, originario de Miranda de Ebro pero residente en Madrid, el lunes 18 de febrero de 1985 mientras cenaba en casa con su mujer –María Teresa Valdazo– y sus cuatro hijas. Desgraciadamente, es una frase que ha quedado grabada en la familia porque fue una de las últimas que escucharon Teresa, Paloma, Beatriz y Reyes de su padre, pasajero del avión Madrid-Bilbao que impactó contra una antena de la ETB ubicada en lo alto del monte Oiz cuando se aproximaba al aeropuerto de Sondika en una mañana marcada por la niebla y cuyo accidente, que no dejó supervivientes, se cumplen este miércoles 40 años.

Aquel trágico suceso destrozó muchas vidas. Las de las 148 personas que viajaban en el 'Alhambra de Granada' de Iberia y la de todas esas familias que no solo perdieron de forma repentina a un ser querido, sino también sufrieron las consecuencias de un tratamiento institucional, mediático, social y policial que convirtieron el caso en un ejemplo de cómo no hacer las cosas. Cuatro décadas después Paloma Menéndez, en representación de las cuatro hermanas, relata el dolor que aún sigue presente en su familia.

Vicente, ingeniero de telecomunicación de 48 años, era director general y consejero delegado del área empresarial del Banco Hispano y también directivo de SAPA. Ese día se trasladaba a Gipuzkoa para acudir a una reunión del comité de empresa. Paloma tenía 15 años y estaba en clase cuando una responsable del colegio entró en clase para «indicarme que debía recoger a mis dos hermanas menores y llevarlas a casa». Surgió la «premonición» de que algo grave había pasado. «Fuimos a casa y al llegar me encontré el drama, mi madre, que conoció a mi padre con 13 años, se había enterado de la noticia a través de la radio en una tienda».

Se trasladaron a Bilbao, viaje que recrudeció todavía más esa pesadilla. «Ofrecieron a los familiares mayores de edad ir al monte Oiz», donde el avión quedó totalmente destrozado y deslizó 250 metros ladera abajo talando los pinos que se encontraba a su paso y creando un cortafuegos de 16 metros de ancho. «Los cuerpos estaban todos descuartizados. Mi madre no pudo entrar. Fue mi padrino, íntimo amigo de mi padre, y aunque te parezca mentira vio una cosa volando, la cogió y era el DNI de mi padre. Esto es verídico, porque he hablado con él para confirmarlo. Pero es una cosa anecdótica que confirmaba que mi padre estaba ahí».

Fue quizás lo más significante que pudieron recuperar de él, porque sus restos fueron identificados por la dentadura. «A nosotros nos dieron un féretro sellado y a mi madre le entregaron una fotografía de los restos. No la miró y creo que hizo lo mejor que pudo hacer, destruirla».

Los cuerpos de seguridad, con trifulca incluida entre la Ertzaintza y Guardia Civil, no acotaron la zona de forma adecuada y el lugar del accidente fue un sitio público durante horas para curiosos y medios, «que hicieron una barbaridad publicando imágenes muy violentas, estuvimos mucho tiempo sin salir de casa y sin ver la televisión». Incluso hace cuatro años, en 2021, periodistas de El Correo encontraron en el monte restos del avión y lo que parecían que eran restos humanos.

Además, «la misa a la que acudimos en Bilbao, preparada para los familiares que se trasladaron allí, no fue la más acertada. Escuchábamos al que presidía la homilía cómo aleccionaba políticamente y no nos ayudó, no lo entendíamos. Consiguió que los familiares y la gente allegada quedara mas afectada aún si cabe».

La aseguradora y la compañía aérea, Iberia, «animaban a mi madre y restos de familiares a firmar lo antes posible. Evidentemente a nadie le interesaba un resarcimiento económico, sino que nos devolvieran a nuestros seres queridos. Estábamos en pleno duelo y no podíamos razonar como la ocasión lo merecía. Aquello destrozó a mi madre y nosotras somos lo que somos por ese sufrimiento».

«Dudas» que hicieron «daño»

Esas «prisas por firmar acentuaba la opacidad» del proceso de investigación y no hizo más que intranquilizar a las familias por la causa del accidente, cuya explicación oficial en su informe final aludió a «la incorrecta interpretación de la tripulación sobre los avisos» de la aeronave y «un probable error de lectura del altímetro», que provocó que el aparato volara «por debajo de la altitud de seguridad».

Paloma apunta que «siempre ha quedado un poco la duda de lo que pasó. Las respuestas que nos dieron nunca nos han dejado satisfechas. Hubo secreto sumarial y cuando dejó de serlo a nosotros no nos informó nadie», explica Paloma. «Se han escrito libros con varias teorías, se culpó a mucha gente, se crearon dudas y esas dudas nos han hecho mucho daño a los familiares de las víctimas».

Las secuelas continúan presentes entre las hermanas. «Todo eso acabó con mi madre con tres válvulas de corazón, y durante todo el resto de su vida las hijas hemos estado en cinco-seis ingresos anuales en hospitales, con todas las consecuencias que conlleva eso». En esas circunstancias «maduramos de un día para otro, afectó a nuestra manera de enfrentarnos a la vida. Nos quedamos cuatro niñas con una madre muy fuerte y echada para adelante, pero que al fin y al cabo estaba enferma». María Teresa falleció el 23 de febrero de 2016. «Lo dimos todo por ella, tuvo una vida muy dura y nunca lo superó. Y siempre se encontró sola».

Hoy en día, incluso, «para la familia no es fácil volver al País Vasco por las imágenes que se difundieron, la seguridad, lo mal que se hizo... Por todos los sentimientos que aquello nos recuerda», define. «Dos de nosotras lo hemos conseguido, yo fui hace cuatro años con mi marido y mis hijas, y las otras dos hermanas están en proceso de ello aún».

A las puertas del 40 aniversario del accidente, las hermanas, cómo no, se acuerdan de su padre. «Era fantástico, había sido director de una empresa en Aranjuez, donde está enterrado. Habíamos vivido allí catorce años y el día de su entierro no cabía nadie más en ese cementerio, estaba a tope. Nos sentimos muy arropadas por la gente que se acercó de todas partes. Familiares, amigos, compañeros y trabajadores de la empresa... Le adoraban y estamos muy agradecidas por ello», expresa con energía y orgullo recordando ese día.

Su hija no olvida una frase que su padre le repetía. «Siempre decía 'Paloma, tú da y no mires a quién. Hay que hacer siempre el bien a todo el mundo'. Era así siempre. Muy buena persona, siempre a favor del trabajador. Aunque su trayectoria laboral demostraba su valía, no era para nada altanero, siempre era muy humano».

Por último, remarcan la importancia de la memoria. «Las víctimas siempre nos hemos sentido muy olvidadas y agradecemos tener un altavoz, aunque sea 40 años después, porque antes todo era muy opaco. Nunca ha habido una asociación de víctimas, que tendría que haber habido aunque sea para la ayuda psicológica». Tampoco en el monte Oiz hay un memorial que recuerde de forma adecuada a las víctimas. En la cima tan solo figura un monolito totalmente descuidado.

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